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Elegy

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Dirección: Isabel Coixet
Intérpretes: Ben Kingsley, Penélope Cruz, Patricia Clarkson, Dennis Hopper, Peter Sarsgaard, Deborah Harry, Chelah Horsdal, Sonja Bennett.
Guión: Nicholas Meyer
Fotografía: Jean-Claude Larrieu
Distribuye en Cine: On Pictures
Duración: 108 min.
Género: Drama

El descubrimiento del amor 

    
    Isabel Coixet sigue con su costumbre ya casi inveterada de rodar en inglés -el español lo reserva para los spots políticos-, aunque en este caso la novedad es que lo hace con capital estadounidense en su totalidad, aportado por la compañía Lakeshore. Otro elemento inédito en la directora catalana es que no firma el guión, escrito por Nicholas Meyer a partir de la novela "El animal moribundo", de Philip Roth. Aunque ciertamente los temas abordados, amor y desamor, enfermedad y dolor, sentido de la vida y la sombra de la muerte, son plenamente coherentes con el resto de la filmografía coixetiana. 

    David es un profesor universitario de literatura, divorciado hace años y con un hijo médico adulto que no le perdona el abandono del hogar. Brillante en sus clases magistrales y en el ejercicio de la crítica literaria en los medios de comunicación, se trata de un cínico de pies a cabeza que no cree en el amor. Está acostumbrado a relaciones ocasionales nada comprometedoras, de las que se surte a veces entre ex alumnas jóvenes -hay que evitar posibles demandas por acoso sexual, nunca se sabe-; a la vez, mantiene desde hace tiempo una relación con Carolyn, una mujer de su edad, ejecutiva, con la que disfruta del gusto de cierta rutina, con ella no tiene que fingir; y es un gran amigo de George, de puntos de vista parecidos, aunque él compatibiliza su trato con jovencitas con el mantenimiento, por así decir, de su matrimonio. 

    Un día David conoce a Consuela, una alumna de origen cubano de deslumbrante belleza. Acabado su curso comenzará la ceremonia de la seducción, pero esta relación parece diferente a las otras que ha mantenido hasta la fecha. David se siente tan torpe como un adolescente, y planea sobre él la duda de si eso no será, a la postre, amor. 

    La cineasta trata temas de indudable interés, relacionados con el hastío de tanto intelectual de Occidente, que tras su postiza postura de tener las cosas muy claras, de cierta seguridad y aplomo, ocultan una terrible fragilidad, por carecer de asideros sólidos que les permitan caminar por el mundo. Así, y dentro de la ausencia de la cuestión trascendente, algo típico en Coixet, el anhelo de felicidad y la belleza de contar con el apoyo de los seres queridos en los malos tragos, son los elementos que pueden hacer más llevadero este "valle de lágrimas". En cambio, elementos como la pura belleza física se revelan insuficientes y efímeros. 

    Coixet es una directora sólida, pero esto no impide una morosidad excesiva en la historia, con abundantes reiteraciones sobre lo mismo, sin desbrozar el terreno y avanzar, por así decir. Tampoco resulta demasiado convincente contraponer al escepticismo de David el supuesto amor puro de Consuela. que no es al fin y al cabo tan puro, ni revela demasiado contenido, hasta el último tramo del film. 

    O el salpicar el relato de escenas íntimas, con esa insistencia en señalarnos que Penélope Cruz es como la reencarnación de la maja pintada por Goya. Cuenta el film con un buen reparto, lo que supone dos protagonistas de altura -Ben Kingsley o la perfección del cinismo, Penélope Cruz o una belleza diferente- más tres secundarios -Dennis Hopper, Patricia Clarkson, Peter Sarsgaard- muy competentes. (Decine21 / Almudí JD-AC)