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Historia de un beso.

Historia de un beso.

  • Valoración moral: Adecuada
  • Año: 2003
  • Dirección: José Luis Garci
Dirección: José Luis Garci. Duración: 108 min. Interpretación: Alfredo Landa, Carlos Hipólito, Ana Fernández, Manuel Lozano, Beatriz Rico, Tina Sáinz, Agustín González.Guión: José Luis Garci y Horacio Valcárcel. Producción: Nickel Odeon.Música: Pablo Cervantes.Fotografía: Raúl Pérez Cubero. Montaje: Miguel González Sinde. Adolescentes y adultos. Invierno de 1949. En el pequeño pueblo asturiano de Cerralbos de Sella, acaba de morir su vecino más ilustre, el gran escritor Blas Otamendi. Su sobrino Julio, hoy profesor en Francia, acude al entierro. El encuentro con los amigos de su tío, la antigua criada y la casona familiar de "Llende-labarca" (en la que el niño convivió con el escritor), despiertan en Julio sus recuerdos de infancia. Una vez más, el misterio del tiempo y la memoria. Hace tiempo que José Luis Garci decidió hacer el cine que le gusta y apostar por su dimensión más humana, en búsqueda de la emoción del espectador. Se propuso mostrar unos personajes cargados de sentimientos, a veces en lucha consigo mismos y con su pasado, y siempre con un tono de melancolía. El propio director ha declarado repetidamente que le basta con que quien vaya a ver sus películas salga con el deseo de ser mejor persona. Para ello, el cine clásico americano se convierte en su punto de referencia, donde encuentra los héroes y heroínas con los que el espectador simpatice y se identifique. Con "You’re The One" comienza lo que se ha llamado su trilogía del amor. Ahora nos ofrece la segunda entrega, en la que vuelve al pueblo ficticio de Cerralbos del Sella y a la mansión rural de Llendela-barca. Allá llega desde París el sobrino del ilustre escritor Blas de Otamendi, que acude a su entierro y cuyo reencuentro con la casona familiar despertará una evocación de tiempos pretéritos donde el amor cobra protagonismo: el recuerdo de las confidencias con su tío en torno a dos enamoramientos del verano de 1925 preparan el terreno para un tercero en el tiempo presente, cuando el crudo in-vierno de 1949 trae copiosas nieves sobre el pueblo asturiano. Volvemos a ver los escenarios aparecidos en "You’re The One", con el patio de la escuela y los juegos infantiles, la iglesia y un párroco tratado ahora más respetuosamente, el café y sus tertulias, el mar y los paseos por la playa. También se repiten las referencias que se traen a la conversación, con la literatura, el fútbol o el gusto por el cine, temas que responden a los propios gustos de Garci. En cuanto a la puesta en escena no se desvía un ápice de su última producción, con una cuidada fotografía –esta vez en color– y una música que consiguen crear una atmósfera que respira romanticismo y aires del pasado. El guión conserva el tono elegíaco de siempre, aunque con diálogos más depurados, como corresponde a la figura de un escritor que es fiel reflejo de la figura de Baroja. El tempo narrativo es lento, aunque más bien habría que decir pausado pues es el ritmo requerido para reflejar un amor lleno de melancolía y donde se busca suscitar emociones. Todo lo anterior no supondría más que una variación de lo ya visto en sus películas anteriores, quizá con una mayor carga romántica. Pero lo novedoso –y lo que mayor interés cinematográfico tiene– es la manera en que va engarzando las tres historias de amor, con sus tres besos, en otros tantos tiempos cronológicos, sin hacer referencias explícitas al momento en que se desarrollan: apoyado en dos tonos cromáticos distintos que se corresponden a dos estaciones –del año y del amor–, el espectador sigue sin confusión las historias, siendo transportado del recuerdo a la realidad y vuelta. Entre los actores, ellos están más acertados que ellas, con un Alfredo Landa que deja ver su corazón agreste y tierno a la vez, amante envarado y respetuoso que sabe renunciar al amor precisamente porque ama; también es destacable el papel de Carlos Hipólito, con soltura y naturalidad, o el del niño Manuel Lozano. Cuesta ver a Ana Fernández como mujer sofisticada y mundana de los años veinte, y quizá por eso su interpretación choque y parezca poco natural, lo mismo que a Tina Sáinz en su papel de los años 40, envejecida por milagros del maquillaje. A Garci hay que agradecerle la sinceridad de su cine y la libertad con la que se acerca a las historias, buscando disfrutar con el espectador, al que ofrece dos horas de emoción compartida. Película de valores humanos. No es admisible –por estar fuera de la actitud de un sacerdote católico- que el párroco no ofrezca misas por su amigo, el escritor fallecido, argumentando un pretendido respeto a su increencia. Sería oportuno comentar este detalle a los espectadores.