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Inch’Allah

Inch’Allah

Inch’Allah
  • Público apropiado: Adultos
  • Valoración moral: Adecuada
  • Año: 2013
  • Dirección: Anaïs Barbeau-Lavalette.
Contenidos: Imágenes (varias V)

Dirección y guion: Anaïs Barbeau-Lavalette. Países: Canadá y Francia. Año: 2012. Duración: 102 min. Género: Drama. Interpretación: Evelyne Brochu (Chloë), Sabrina Ouazani (Rand), Sivan Levy (Ava), Yousef Sweid (Faysal), Hammoudeh Alkarmi (Safi), Zorah Benali (Soraida), Carlo Brandt (Michael). Producción: Luc Déry, Kim McCraw e Isabelle Dubar. Música: Levon Minassian. Fotografía: Philippe Lavalette. Montaje: Sophie Leblond. Diseño de producción: André-Line Beauparlant. Vestuario: Sophie Lefebvre. Distribuidora: Golem. Estreno en España: 7 Junio 2013.

Reseña:

   La directora de Quebec Anaïs Barbeau-Lavalette ha heredado la vocación documentalista de su madre Manon Barbeau. Tras diversas experiencias documentales, hizo una especie de making of de la impactante película “Incendies”. Posteriormente rodó en Palestina “Si j’avais un chapeau”, momento en el que decidió hacer “Inch´Allah”, con el deseo de expresar las contradicciones de aquella sociedad, especialmente de sus mujeres, privadas de libertad en su cultura y privadas de libertad por el ejército israelí.

   A pesar ser una película de ficción, “Inch´Allah” tiene mucho de documental. Chloé (Evelyne Brochu) es una médico canadiense que trabaja en una clínica femenina palestina de Cisjordania. Tiene dos grandes amigas: una palestina embarazada, Rand (Sabrina Ouazani), cuyo marido está en una cárcel israelí; y Ava (Sivan Levy), una vecina de la colonia judía, que trabaja como militar en la frontera con el campo de refugiados. Esa amistad que podríamos llamar bipolar, le va generando un desgarro interior que se traduce en rabia, dolor y tristeza. Su compromiso social, y en cierto modo político, sólo le propina incomprensiones en ambos bandos, que van a desembocar en una pérdida total del norte para Chloé.

   En el filme se nota claramente el talante militante de Barbeau-Lavalette, y eso no es malo; pero, en su énfasis en la denuncia del drama y la injusticia, la cineasta pierde de vista un horizonte antropológico mayor, y la última palabra la tiene el sinsentido, la irracionalidad y la violencia extrema. Por ello, aunque está muy bien rodada, y sus imágenes tienen mucha fuerza, el resultado es deprimente, y decididamente pesimista. Hay otros muchos filmes, como “Una botella en el mar de Gaza”, que optan por ofrecer superaciones humanas al conflicto, lo cual es más arriesgado... y mucho más interesante. (Cope J. O.)