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Inteligencia Artificial

Inteligencia Artificial

  • Valoración moral: Con inconvenientes
  • Año: 2003
  • Dirección: Spielberg Spielberg
Ciencia-ficción. Jovénes y mayores. Mientras su hijo se cura, sometido a hibernación, sus padres -Mónica y Henry Swinton- aceptan prestarse a una experiencia inédita: convertirse en padres de David, un niño robot programado para amar. De hecho, el niño artificial manifiesta un gran amor a Mónica, que lo quiere bien. Pero el hijo vuelve, David se encuentra relegado y Mónica lo lleva al lugar de los "mecas" para defenderse de los humanos. Convertirse en humano será la pasión de David. Como Pinocho, cuya historia le ha contado Mónica. Para lograrlo, deberá atravesar una tremenda odisea. Última película estrenada de Spielberg, dedicada a Kubrick que concibió y acarició la idea, que deseaba realizar con Spielberg a quien creía más experto en el mundo cibernético. Y Spielberg la ha realizado con un formidable equipo de técnicos y un buen reparto de intérpretes en el que destaca ese pequeño y gran actor, que es Haley Joel Osment ("El sexto sentido"...). La narración se estructura en cuatro espacios morales y de situaciones psicológicas, hábilmente enlazados, con Osment y Law extraordinariamente identificados con sus personajes: a) la casa moderna y acogedora de los Swinton donde David comienza a amar, b) el mundo nocturno y sobrecogedor de los "mecas" (robots), cazados por mafias de humanos, con ecos de los "Blade Runner", de S. Scot, c) la búsqueda desesperada, por el niño, del Hada Azul que le convierta en humano, uniendo ciencia con onirismo y poesía, con una maestría plena, d) el desencanto o la vuelta al Laboratorio donde David fue construido y él, que se creía único, no ha sido sino el original de éxito de una serie más. "A.I." es ciencia-ficción y drama con el amor como centro. Fábula de la pobreza humana que niega la diferencia. Y metáfora de nuestra vulgaridad, incapaz de defender la obra maestra y pronta a multiplicarla en serie bajo el falso brillo del éxito y del dinero. Nos encontramos ante una película magistral, que plantea con hondura humana y filosófica la cuestión del sentido de hombre: las preguntas por su origen y su destino, la necesidad de amar y de ser admitido y amado y sus deseos de trascendencia e inmortalidad. Spierlberg realiza una depurada y sumamente brillante puesta en escena, crea una atmósfera solemne y majestuosa, esmeradísima en cada encuadre y surcada de espléndidos planos que componen una colección de auténtico lujo. La cinta es un depurado homenaje a toda su filmografía, algo que, lejos de vanos narcisismo, revaloriza el precio de esta magnífica joya. Spielberg mantiene la historia a niveles muy elevados hasta que ésta se adentra en su último tercio. Si también en esta parte los elementos formales deparan riquezas imaginativas estelares, sus propuestas se ramifican y alargan en exceso, además de sufrir varias arritmias y diversos finales que fragmentan innecesariamente el film. Se ha comentado que en lo referente a inteligencia artificial todo se ha dicho en Blade Runner. Pero Spielberg enriquece y acerca la problemática al espectador de hoy. Su visión del film desde la óptica hijo-madre, amor y necesidad de ser amado, y eternidad frente a mera "no caducidad" y, sobre todo, centrar la cuestión del ser humano en su "capacidad radical de amar", son aportaciones originales que ennoblecen el contenido de la obra de Ridley Scott. Después de que David es abandonado por Mónica en el bosque hay una breve escena sensual de Gigolo con una chica(un meca del amor que procura placer sexual a mujeres que no quieren complicaciones biológicas ni morales). Las alusiones que Gigolo hace a su oficio y la breve pasada por esos lugares hacen desaconsejable la película para los niños.