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La flauta mágica

La flauta mágica

The Magic Flute
  • Público apropiado: Jóvenes
  • Valoración moral: Adecuada
  • Año: 2007
  • Dirección: Kenneth Branagh

Dirección: Kenneth Branagh
Intérpretes: Joseph Kaiser, Amy Carson, René Pape, Lyubov Petrova, Benjamin Jay Davis, Silvia Moi, Tom Randle.
Guión: Kenneth Branagh, Stephen Fry
Música: Wolfgang Amadeus Mozart
Fotografía: Roger Lanser
Distribuye en Cine: Manga Films
Duración: 135 min. 
Género: Comedia, Musical

En busca del amor 

    Con razón se llegó a considerar hace tiempo a Kenneth Branagh como el heredero de Sir Laurence Olivier. Efectivamente, su gusto por lo clásico le ha llevado a adaptar para la pantalla grande diversas obras de Shakespeare (Hamlet, Mucho ruido y pocas nueces, Enrique V, etc.), siempre con una calidad exquisita y notable éxito de crítica y público. Ahora, da un nuevo giro de tuerca y se adentra en un territorio más complicado. "La flauta mágica" es una de las óperas más célebres de la historia y fue creada en 1791, con música de Wolfgang Amadeus Mozart y libreto de Emanuel Schikaneder. Se estrenó con éxito en el Teatro de Viena, el 30 de septiembre de 1791. 

    Brannagh conserva los personajes originales, pero simplifica la historia de Shikenader y la traslada a las trincheras de la I Guerra Mundial. El combatiente Tamino es recogido malherido del campo de batalla por tres damas, servidoras de la Reina de la Noche. Ésta ofrece al joven la mano de su hija Pamina, si consigue liberarla de las garras del malvado Sarastro. Al ver la foto de la joven, Tamino se enamora perdidamente y acepta. A él se le unirá Papageno, un simpático amante de los pájaros, que también va en busca del amor. Para vencer en sus empresas, la damas dan a Tamino una flauta capaz de cambiar el ánimo de quien la escuche, y a Papageno unas campanillas mágicas. 

    Prácticamente toda la película es cantada, al ritmo de la partitura de Mozart, y el aire fantasioso y alegórico de lo que se narra es similar al de la ópera clasica. Quizá consciente del riesgo que corría con esta empresa, el director inglés ha puesto un especial empeño por captar la atención del espectador con un diseño de producción fabuloso y una esmeradísima planificación. Así, uno se queda literalmente pegado al asiento con el fabuloso inicio: un larguísimo y muy elaborado plano secuencia, de más de cinco minutos, que nos lleva con pasmosa naturalidad por las trincheras, el campo abierto e incluso por el cielo mismo, sembrado de aviones, para mostrarnos el lugar de la batalla y el sitio donde caerá herido el protagonista. 

    Sin embargo, con el paso de los minutos y el tempo propio de la partitura, el film va cayendo poco a poco en intensidad y acaba convirtiéndose en más ópera y menos película, con los peligros que eso conlleva. La historia, adaptada por el propio Branagh y trasladada al idioma inglés por su amigo y actor Stephen Fry, ha sido simplificada probablemente para no alargarse y aburrir demasiado, pero, de un modo desconcertante, se embarulla mucho hacia el final y se desemboca en un desenlace claramente precipitado. Una pena esa mancha, porque el film la acusa demasiado, pero es que jugar con un texto clásico es jugar con fuego. Demasiado lo ha de saber Branagh, que siempre ha mantenido en sus películas shakespearianas los textos originales del bardo inglés. 

    Todo el film está, por otra parte, impregnado de proclamas pacifistas sobre la unión fraternal de la humanidad, sobre la consecución de un mundo en armonía, sin guerras ni rencillas, algo que ya está presente en la ópera original. Y la música es punto y aparte. Fabulosa, lógicamente. Branagh se ha rodeado de un grupo de actores no profesionales, en su mayoría jóvenes promesas operísticas, que hacen un gran trabajo, especialmente la soprano Lyubov Petrova. Destacan, eso sí, las mundialmente famosas arias de Papageno y de La reina de la noche. (decine21 / Almudí)