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Las 13 rosas

Las 13 rosas

Las 13 rosas
  • Valoración moral: Desaconsejable
  • Año: 2008
  • Dirección: Emilio Martínez-Lázaro
Dirección: Emilio Martínez-Lázaro
Intérpretes: Pilar López de Ayala, Verónica Sánchez, Marta Etura, Nadia de Santiago, Gabriella Pession, Félix Gómez, Fran Perea, Enrico Lo Verso, Goya Toledo, Luisa Martín.
Guión: Pedro Costa, Ignacio Martínez de Pisón, Emilio Martínez-Lázaro
Música: Roque Baños
Fotografía: José Luis Alcaine
Distribuye en Cine: Altafilms
Duración: 120 min.
Género: Drama

Mujeres de la guerra 

    Película inspirada en un episodio auténtico, que siguió a la conclusión de la guerra civil española: el 5 de agosto de 1939 trece mujeres fueron ejecutadas -además de 43 hombres-, en lo que muchos interpretaron como una represalia a un atentado cometido diez días antes, a resultas del cual fueron asesinados un comandante de la guardia civil y su hija. 

    La mitad eran menores de edad, y su crimen (excepto en el caso de Blanca Brisac) era la militancia en las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), lo que se consideró "un delito de adhesión a la rebelión", según la sentencia dictada, que impuso la pena capital. 

    Qué difícil es hacer una película medianamente objetiva sobre la guerra civil española. La hora de los valientes y Soldados de Salamina son casi la excepción dentro de un panorama escorado siempre al lado de los derrotados en la conflagración. De entrada estamos ante un film complejo. No sólo por un tema de fondo que aún levanta ampollas -ya entraremos en ello-, sino porque hay que contar la historia de varias mujeres, proporcionar datos de una y otra, y lograr trenzar el conjunto dándole forma unitaria. 

    Esto no acaba de conseguirse. Vemos a unas pocas mujeres -no se llega a tratar de veras a las trece del título-, y se nos pinta con trazos leves su actividad política, y algunos detalles personales, en los que no está claro qué hay de veras y qué de ficción. Están Julia, cobradora de tranvías, con una hermana tuberculosa, que se echa un simpático novio requeté, que la dejará tirada cuando "pintan bastos"; Carmen, la hija de un sargento de la República.

    Virtudes, con un novio socialista, que se coloca de niñera en una familia franquista, para pasar inadvertida; y el caso más sangrante, Blanca Brisac, católica y de derechas, cuyo crimen es haber dado algún dinero a su cuñado comunista, para ayudarle a sobrevivir. Las encarnan un buen grupo de actrices, pero hasta el hecho de conformar un conjunto de "guapitas" perjudica a la credibilidad. 

    El calificativo "rancia" suele asociarse a menudo a la "derechona", pero existe cierta "progresía" a la que ese adjetivo le viene al pelo, y esta película, desgraciadamente, cae en muchos tópicos que le hacen merecedora de la palabrita "de marras". Se trata de un film que llega mientras se sigue dando vueltas en España a la memoria histórica, y a una ley sobre la misma: pero en vez de contribuir a una mirada serena al pasado, sin rencores ni revanchismos, se opta por los trazos de brocha gorda, a la hora de ridiculizar a los vencedores de la guerra: lemas y canciones como el "Cara al sol", de proclamación obligatoria; falangistas que abusan y maltratan a pobres ancianos de pueblo; la obligatoriedad para las condenadas de pasar por el sacramento de la confesión, si desean dejar una carta de despedida a los seres queridos; las torturas brutales en las cárceles... 

    Todo ello sin un esfuerzo por tamizar el asunto, de buscar un equilibrio, siquiera sea por aquello de "no sólo ser honrado, sino parecerlo" o por no despertar la vergüenza ajena, que la despiertan varios pasajes sonrojantes. Hay cosas o modos de hacer de la propaganda, mostrados en el film, que son ciertos. Proclamas como la de “Españoles, alerta. España sigue en pie de guerra contra todo enemigo del interior o del exterior, perpetuamente fiel a sus caídos. 

    España, con el favor de Dios, sigue en marcha, una, grande, libre, hacia su irrenunciable destino…” estaban ahí, y para una mentalidad contemporánea suenan risibles, pero forman parte del modo de hacer de la época, en uno u otro bando. Y aquí la distorsión consiste en achacarlo sólo a unos, mientras los otros serían los representantes de ideales nobles de verdad, frente a la palabrería vana. 

    Por otro lado, se diría que hay una cierta intencionalidad de entregarnos la versión "laica" de los mártires de la guerra: estaríamos antes unas mujeres que entregan su vida por la causa de la libertad; y aunque nada hay objetable al hecho de subrayar la muerte por unos ideales distintos a los de la fe, esta sensación de revancha, de que se buscar dar respuesta, una especie de "pues nosotros más", le quita fuerza a la historia. 

    Se puede simpatizar más con los de un lado o los del otro, pero en este tipo de filmes ayuda el "sano ejercicio" de ponerse en el lugar de la otra parte, y el trío Pedro Costa-Ignacio Martínez de Pisón-Emilio Martínez-Lázaro no acaba de hacerlo. Brilla por su ausencia lo que supuso la guerra de confrontación brutal, con los horrores perpetrados también en el lado republicano, como el de la persecución religiosa. Así, todo parece reducirse a la imposición de un régimen autoritario que elimina las libertades elementales, y a la represión de quien pretenda contradecirlo. 

    No obstante lo dicho, los cineastas tienen la inteligencia de recoger y rematar el film con la historia más conmovedora de todas, la de Blanca Brisac, que habla con fuerza impresionante del preciosa atractivo del perdón cristiano, en esa carta que deja a su hijo, y en la que le decía: “Voy a morir con la cabeza alta… 

    Sólo te pido… que quieras a todos y que no guardes nunca rencor a los que dieron muerte a tus padres, eso nunca. Las personas buenas no guardan rencor… Enrique, que te hagan hacer la comunión, pero bien preparado, tan bien cimentada la religión como me la cimentaron a mí… Hijo, hijo, hasta la eternidad…”. Otro gallo nos cantaría, si se siguieran los consejos de esta mujer. (Decine21 / Almudí)