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Mapa de los sonidos de Tokio

Mapa de los sonidos de Tokio

Map of the Sounds of Tokyo
Contenidos V (varias imágenes), X (varias imágenes; pornografía), D (varios diálogos), F (suicidio, erotismo, amor sin compromiso)

Reseña:

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Dirección: Isabel Coixet
Intérpretes: Rinko Kikuchi, Sergi López, Min Tanaka, Manabu Oshio, Takeo Nakahara, Hideo Sakaki
Guión: Isabel Coixet
Fotografía: Jean-Claude Larrieu
Distribuye en Cine: Altafilms
Duración: 109 min.
Género: Drama

El encargo
Séptimo largometraje de la realizadora catalana, un thriller erótico preciosista y desequilibrado

    Tokio, en la actualidad. El señor Nagara, un poderoso empresario, está roto de dolor por el suicidio de su hija Midori. Culpa de la tragedia a su novio David, un español que tiene un negocio de vinos. Su fiel empleado Ishida, enamorado en silencio siempre de Midori, le dice que él se "ocupa" de todo. 

    Lo que significa que va a contratar a una asesina a sueldo para matar a David. Ella es Ryu, una mujer que lleva una doble vida: trabaja por las noches en el mercado de pescado, pero se gana un sobresueldo asesinando a gente por encargo. No cuenta con el inesperado afecto que va surgir en ella hacia la potencial víctima. Y alrededor del relato, que puntea con su voz en off, está un ingeniero de sonido, que inició una singular amistad con Ryu, pidiéndole que le dejar grabar el ruido que hacía al comer. 

    Una película de atmósfera, donde enseguida se detecta la mirada de su directora, fascinada por la cultura oriental. Casi se diría que rodar en Tokio es un pretexto, un deseo al fin satisfecho. Isabel Coixet juega a ser Wong Kar Wai. Pero no es Wong Kar Wai. Se esfuerza en atrapar el "mood", el estado de ánimo de los personajes, todos con el corazón roto, llevando a cuestas consigo su melancolía. 

    David no necesita que el señor Nagara le culpe de la muerte de Midori, él mismo asume esa tarea. Es egoísta en la relación que inicia con Ryu, y lo sabe; también ella lo sabe, pero acepta la situación, porque parece que tal tesitura es lo más cerca que se ha sentido de estar viva en mucho tiempo. Hay momentos en que verdaderamente Coixet contagia al espectador de la tristeza de los personajes; pero a la vez, en muchos pasajes la "música" suena a falsete. 

    Resulta difícil aceptar que el "encargo" asesino devenga en extraña, compleja relación, con encuentros en un motel donde la directora se detiene con morosidad erótica excesiva, que pretende homenajear a cierto cine erótico nipón expresamente citado; sin llegar a los extremos ridículos de Caótica Ana de Julio Medem, hay algún momento en que se roza tan peligroso terreno de perder cierto sentido de la realidad; y el final teñido de fatalismo tiene cierta belleza, pero también está susurrando al espectador la petición de la suspensión de la incredulidad. 

    Hay cierta intención de decir "qué cantidad de cosas trascendentes estoy contando", sobre la incomunicación, el amor, el dolor, y a la vez, no se deja de transmitir la sensación de que todo es demasiado leve, que no se atisba siquiera la complejidad de la entrega al otro, del sacrificio, del amor en suma. 

    Estéticamente, la película es un regalo para los sentidos, ya sea en el apartado visual, ese Tokio nocturno de subyugante belleza, o en el sonoro, de gran importancia, y donde se distinguen y cobran gran importancia los ruidos del agua, un tranvía, el roce de un papel o de un vestido, el que se hace al beber o al masticar, un motor, etc., a la hora de componer la atmósfera de la soledad en la que están inmersos los personajes. 

    Hay un buen trabajo actoral, sobre todo de Rinko Kikuchi, aunque se trata, sobre todo, de un ejercicio de estilo de la directora. La película no convence, no llega, no interesa, porque sus elementos están bastante desajustados y son un puro artificio para entregarse al fervorín esteticista en una ciudad a la que Coixet manifiesta devoción.  (Decine21 / Almudí JD-AC).