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Un toque de canela

Un toque de canela

  • Valoración moral: Con inconvenientes
  • Año: 2005
  • Dirección: Tassos Boulmetis
Dirección y guión: Tassos Boulmetis. País: Grecia. Año: 2003. Duración: 108 min. Género: Comedia dramática. Interpretación: George Corraface (Fanis Iakovides), Ieroklis Michailidis (Savas Iakovides), Tamer Karadagli (Mustafa), Renia Louizidou (Soultana Iakovidou), Basak Köklükaya (Saime), Tassos Bandis (Vassilis), Stelios Mainas (Tío Aimilios), Markos Osse (Fanis niño), Thodoros Exarchos (Doctor). Producción: Lilly Papadopoulou y Artemis Skouloudi. Música: Evanthia Reboutsika. Fotografía: Takis Zervoulakos. Montaje: George Mavropsaridis. Dirección artística: Olga Leontiadou. Vestuario: Bianca Nikolareizi. SINOPSIS "Un toque de canela" es una historia sobre un joven griego (Fanis) criado en Estambul, cuyo abue-lo, un filósofo culinario y su mentor, le enseña que tanto la comida como la vida necesitan una pizca de sal para darles el toque de sabor que ambas requieren. Con el paso del tiempo Fanis se convierte en un excelente cocinero y emplea sus habilidades culinarias para darle sabor a las vidas de aquellos que le rodean. 35 años más tarde abandona Atenas y vuelve a su tierra natal, Estambul, para reunirse con su abuelo y su pri-mer amor; un viaje de retorno sólo para darse cuenta de que ha olvidado darle ese toque de sabor a su propia vida… Como solía decir su tío… “hay dos tipos de viajeros en la vida, aquellos que parten y aquellos que retornan, los primeros miran el mapa, los segundos miran al espejo…” Ahora es momento de que nuestro héroe eche una mirada a su propio espejo. CRÍTICA La magia de lo que no se ve En la mejor tradición del cine gastronómico, el director griego Tassos Boulmetis nos ofrece un plato exquisito al paladar y agradable a la vista. Concebida como un cuento de tradición oral con tintes de realismo mágico, asistimos al viaje y recuerdos de un (g)astrónomo, que vuelve desde las estrellas del presente hasta la cocina de su infancia para descubrir esas cosas que no se ven pero que condimentan los platos, que hacen sabrosos y digeribles los contratiempos que la vida depara. Así, las especias y el amor vendrán a aportar el sabor de la esperanza en una vida más armoniosa y pacífica, sin marginaciones ni deportaciones. Un astrónomo de prestigio, Fanis, prepara la llegada de su abuelo Vassilis a Atenas, tras más de treinta años de separación. En la espera, rememora sus consejos sobre los guisos y la vida, su primer amor con la niña Saime, la deportación de la comunidad griega de Estambul, los preámbulos de la boda de su tío Aimilios, los intentos de sus padres y de la gente “de uniforme” por encauzarle en la vida... Sin embargo, la enfermedad impedirá de nuevo que Vassilis abandone su tierra, de modo que sea Fanis quien salga a un reencuentro con el pasado y con la gente que más ha querido. Con carácter autobiográfico, esta invitación a soñar está cargada de nostalgia y sabor agridulce. Así es la vida y el amor, y ésa es la función de las especias que están en cada plato aunque pasen desapercibidas. Realidades básicas y esenciales de la vida y de la comida, a las que hay que cogerles el punto adecuado y saber presentarlas con el debido decoro: amor, religiosidad, solidaridad, patriotismo, diálogo... son valores de una vida que el protagonista entiende como un mirar el mapa e irse, hasta que se hace necesario mirarse al espejo y regresar... construyendo entonces una existencia sobre el compromiso y la lealtad. La puesta en escena de esta deliciosa obra participa de la fantasía mágica que hace volar un paraguas rojo por los cielos, saborear un plato que se está preparando con fotogramas, oler una postal de la Acrópolis espolvoreada con azafrán o pasear por las exóticas calles de Estambul. Un mundo de ensoñación para los ojos de un espectador que reirá con los apuntes cómicos de su original familia o que se con-moverá con las despedidas o los bailes de esa niña turca para la que cocina un niño enamorado. El guión está construido de manera minuciosa y quizá algo pretenciosa y rígida, pues busca atar cabos y cerrar arcos temporales y sentimentales como si de órbitas planetarias se tra-tara; adquiere la estructura de un menú a base de entrantes, primeros y segundos platos para acabar con los postres, siempre condimenta-dos con un toque de canela que dé dulzura o con un poco de pimienta que aporte la fuerza necesaria. En este sentido, abunda el sentido metafórico de los objetos, profesiones o colores, siempre reforzando el mismo mensaje y los aspectos más sensoriales de una película agra-dable y muy humana. Resulta excelente una fotografía que llena de luz tamizada ese desván de cuento oriental, que sabe recoger los olores y frescor de cada plato, o que invita a soñar y evadirse de los problemas políticos y sociales; sin embargo, el recurso a la voz en off que va recordando el pasado y sacando a flote los sentimientos quizá resulte excesivo y reiterativo para el espectador. En definitiva, una lección sobre la vida, el amor y la política a través de la comida y de la historia de un niño que se hizo hombre sin poder llevarse a la boca los alimentos que más le gustaban, pero que supo apreciar el valor de la amistad, del sacrificio y de la lealtad. Y todo bien condimentado con un toque de humor amable para tratar situaciones adultas y dramáticas como las deportaciones o los desengaños amorosos de sus protagonistas. Película llena de sensibilidad, que se ha comparado a "Cinema Paradiso" por sus aires nostálgicos y por el aprendizaje de un niño –Fanis/Totó– de manos de un mayor lleno de cariño y sabiduría. Está siendo la película más taquillera de Grecia y será su candidata a los Oscar®. Gustará a quien busque rostros y sentimientos humanos en el cine, y quien sepa descubrir lo que no se ve porque no se cuenta. Se aconseja suprimir dos escenas muy breves en los minutos: 0,40-1,20 y 62,46-63,00 (La Butaca / AP-JP))