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Una cierta verdad
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Una cierta verdad

Una cierta verdad
  • Público apropiado: Jóvenes
  • Valoración moral: Adecuada
  • Año: 2009
  • Dirección: Abel García Roure
Contenido

Reseña:


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Dirección: Abel García Roure
Guión: Abel García Roure
Música: Ricardo Santander
Fotografía: Diego Dussuel
Distribuye en Cine: Notro Films
Duración: 136 min.
Género: Documental

Trastornos mentales 

    Documental que sigue la vida de cinco personas que tienen en común su paso por el hospital Parc Taulí de Sabadell, un centro especializado en enfermedades mentales. El director debutante Abel García Roure sigue los pasos de estos enfermos así como de los médicos y auxiliares que los atienden. 

    No es un documental al uso en cuanto a que parece más bien como si Roure quisiera jugar con el espectador. Normalmente, el documental presenta los hechos con mucha claridad. En este caso, Abel se decanta por una línea narrativa similar a las películas con giros en el guión en las que el espectador tarda un poco en tomar posición sobre lo que está pasando. 

    Ésta es una pega de la cinta, aunque ciertamente, la pérdida y cierto desconcierto que siente el espectador al principio por no saber bien hacia dónde va o en qué personajes debe reparar, encaja bien en la atmósfera de la cinta. Los protagonistas son enfermos mentales que aunque en ocasiones puedan pasar por personas perfectamente normales, tienen momentos donde su locura se hace evidente del todo. 

    Así pues, el desconcierto que acompaña al espectador en los inicios del metraje es calcado a lo que siente durante toda la película cuando comprueba poco a poco los derroteros por los que puede vagar una mente enferma. 

    La película resultará muy interesante para personas que nunca hayan tratado de cerca con enfermos mentales. La relación que se establece entre ellos y los médicos roza en ocasiones el surrealismo, aunque qué menos se puede esperar de este tipo de pacientes. Entre todos ellos destaca Javier, un esquizofrénico cuya evolución impactará al espectador. 

    Lo conoce medicado, después de seguir puntualmente el tratamiento en el hospital, para posteriormente ser dado de alta. Una vez en su casa abandona las pastillas apareciendo otra cara de Javier. Por su forma de ser y por las cosas que dice es inevitable que el público se ría a carcajada limpia. Unas risas que no deben impedir ver la tragedia en la que viven Javier y sus compañeros de hospital. 

    Sin embargo, Roure ha optado por no dramatizar su historia en demasía. No oculta la dureza inherente a este tipo de enfermedades, tanto para los pacientes como para sus familias, pero también quiere mostrar la puerta abierta a la esperanza en forma de la buena disposición de los profesionales que tratan a estos pacientes. 

    Si bien el cierto caos inicial puede estar justificado por la temática de la película, lo que no tiene ninguna defensa es su duración. Más de dos horas de metraje es demasiado, a pesar del interés que tiene la película. (Decine21 / Almudí)