Introducción: La lucha antisistema, una experiencia histórica, necesaria en todos los tiempos
No debemos aceptar, y menos proponer, políticas asistenciales y reformistas; no debemos conformarnos con limosnas (públicas o privadas) de los poderes que, por un lado explotan a las poblaciones, y por otra practican la filantropía y la compasión; no debemos convertirnos en cómplices de estos poderes, como los partidos socialdemócratas, los sindicatos, buena parte del movimiento cooperativo y las ONGs. Un ejemplo reciente de las políticas reformistas de nuestros gobiernos la podemos encontrar en la reciente Ley de reforma laboral, la cual da a la clase patronal poderes casi absolutos para explotar a los trabajadores mediante contratos basura y la amenaza del despido o la renovación, bajos salarios, condiciones de trabajo precario, jornadas partidas, etc.; el otro sobre la compasión humana nos la facilita una gran figura del capitalismo, Bill Gates que, con un patrimonio de 53.000 millones de dólares, dedica 800 millones para paliar la pobreza de los pueblos que ha explotado previamente [1]. Finalmente, el papel cómplice de las ONGs con los poderes ya lo he dejado claro en otro trabajo [2]. Pero más recientemente, sobre el humanismo militante de estas organizaciones, otro autor llega a la conclusión de que «la ayuda y la reconstrucción son arrastradas cada vez más por la misma dinámica, en la intersección entre un interés estratégico, una economía justificada ideológicamente y un humanitarismo muy poderoso. Los protagonistas centrales del nuevo establishment del Complejo Ayuda y Reconstrucción son el orden político y militar de los Estados Unidos, el Banco Mundial y las ONGs. Una mezcla ideológica de seguridad nacional e internacional, de economía liberal y humanitarismo militarista moviliza los intereses institucionales de estos grupos. Tanto después de las catástrofes naturales como después de las guerras, los mismos protagonistas clave toman las riendas de la situación postdesastre o postguerra. Se puede dudar, [y yo dudo], que este nuevo paradigma de la ayuda y la reconstrucción, con su mezcla inestable de intereses estratégicos, imperativos burocráticos, humanitarismo de beneficios y de partidos, sea superior a los dispositivos tradicionales» [3]. Más radicalmente valorado, James Petras opina que la mayoría de ONGs «son brazos de los poderes internacionales que buscan despolitizar los conflictos de clase y estrangular el germen de la organización social en las bases, a fuerza de apoyar las políticas asistencialistas y la filosof ía de la microempresa» [4].
Partiendo de esta estructura de poder que nos domina y explota, es aleccionador que un curilla de una parroquia perdida en las Ardenas, el abate de Estrepigny, nos deja unas Memorias en las que no sólo denuncia, sino que no acepta ni pacta con el despotismo de los tres grande poderes de la época que le tocó vivir: la monarquía, la nobleza, y la iglesia. Su testamento se incorpora en aquella corriente de pensadores antisistema. Leamos:
¿Os asombráis, pobres pueblos, de padecer tanto mal y tantas penas en la vida? […] Es que vosotros y todos vuestros semejantes cargáis con todo el fardo del Estado, cargáis no sólo con todo el fardo de vuestros reyes y vuestros príncipes, que son vuestros tiranos, sino que además cargáis con todo el fardo de la nobleza (o de la burguesía), con todo el fardo del clero, cargáis con el fardo de toda la frailería y de todas las personas de la justicia, cargáis con todos los lacayos y los palafreneros de los grandes y con todos los sirvientes de los demás, cargáis con toda la gente de guerra, con todos los recaudadores, con todos los guardias de sal y tabaco, y finalmente con todos los holgazanes y personas inútiles que hay en el mundo, pues toda esa gente no vive sino de vuestro trabajo; con vuestros trabajos proveéis de todo lo que es necesario para su subsistencia, y no sólo de todo lo que les es necesario para esto, sino también de todo lo que puede servir para diversiones y sus placeres» ( pág. 100) [5].
Hacia 1762, Jean Meslier denunciaba esta situación de los pobres expoliados por los grandes poderes de la época. Si actualizásemos ahora su denuncia, nos encontraríamos exactamente con los mismos estamentos: monarquía parlamentaria, con su poderes ampliados en forma de legislativo, ejecutivo, judicial, militar y funcionarios del Estado; restos de la nobleza más la clase dominante que la ha sustituido (la burguesía); y la presencia de las varias confesiones que proliferaron desde entonces. También, fruto de la consolidación y expoliación del capitalismo, han aparecido nuevos sujetos que se han integrado y extraen buenas prebendas por su apoyo a este sistema: partidos, sindicatos, muchas ONGs y asociaciones, etc.
Volviendo a las reflexiones del abate de Estrepigny, decir que «es un abuso ver y soportar personas tan inútiles en el mundo» (pág. 93). Si el capitalismo las necesita que cargue directamente con ellas con cargo directo a las cuentas de beneficios.
1. La lucha anticapitalista, una exigencia ética y política de nuestros tiempos
Todos sabemos que, desde tiempos desconocidos, la humanidad ha venido padeciendo el dominio y la explotación: los esclavos por los amos, los siervos por los nobles, los trabajadores por los empresarios. En cada una de estas épocas, unas clases poderosas han obligado a vivir en la degradación material y espiritual al resto de la población.
Simultáneamente y en todo momento, en el seno de cada una de estas sociedades, un pequeño grupo de pensadores y de colectivos denunciaba las causas de esta opresión y luchaba contra estos atropellos de la humanidad. En el capitalismo, estas denuncias y estas propuestas de transformación social también se elaboraron, así como también existe un gran número de colectivos conscientes de tal opresión, y que se declaran anticapitalistas.
«¿Qué podemos hacer en bien del mundo mientras vivimos?», se preguntaba B. Russell [6]. El autor recomendaba cuatro principios para la reconstrucción social: que el nuevo sistema asegure 1) el máximo de bienestar material; 2) una distribución justa; 3) unas condiciones de vida adecuadas a la población; y 4) los mayores estímulos y libertades posibles para la vitalidad y el progreso. Pero él era consciente de que, dentro del capitalismo, todos estos puntos no eran posibles. De hecho, en otro texto, el condena el capitalismo por ser «un sistema despilfarrador en la producción, e injusto en la distribución» [7].
Ahora bien, estas exigencias, necesarias de partida, no son suficientes, especialmente si consideramos las propuestas que hacen los autores utópicos que mencionaremos más abajo. Propuestas que tienen la virtud de abrir nuestras mentes hacia lo pragmáticamente exigible, a la hora de pensar en buscar alternativas al capitalismo. Es decir, si queremos transformar la sociedad capitalista, pensamos que se puede y se debe ir radicalmente más lejos. Los pensadores utópicos nos ayudan y enseñan el camino de la reflexión y de los objetivos a incluir en los diseños alternativos.
2. Antes, un posicionamiento ideológico
Nos acusan frecuentemente desde las derechas y las izquierdas que no somos propositivos, que sólo sabemos ejercer la crítica. Bueno, responderles que nuestro compromiso está orientado por una frase muy conocida, aunque ligeramente modificada: además de interpretar el mundo, también queremos cambiarlo [8]. Es más, precisando un poco más la naturaleza paradigmática del compromiso, diríamos que «es marxista hacer historia conscientemente y no soportarla ya más pasivamente. Y es también marxista intervenir ya conscientemente en lo precondicionante, en aquel medio de donde los hombres vienen y en el que viven corporalmente antes de que hagan acto de presencia históricamente» [9]. Toda esta disposición política indica de forma decidida que queremos combinar simultáneamente ambas funciones: la de la crítica con la de la propuesta.
Por tanto, ante la pregunta ¿hay alternativas al capitalismo?, nuestra respuesta es afirmativa, que haberlas haylas. Nuestra propuesta de búsqueda es bastante sencilla: parte de comenzar a mirar en dos direcciones. Una de ellas se basa en el análisis de la propia lógica del capitalismo y evitar incluir las mismas características que lo determinan en el diseño de la alternativa, los procesos, los sujetos y los instrumentos para conseguirla; y la otra consiste en buscar entre las diversas utopías que han diseñado otros pensadores, y buscar criterios, objetivos, políticas, medidas, y consejos entre sus ilustraciones. Desde Platón a Wells, pasando por Moro, Campanella, Bacon, Harringhton, Fénelon, Morelly, Babeuf, Fourier, Owen, Saint-Simon, Cabet, Hawthorne, Butler, Bellamy y Morris, que en todos ellos podemos encontrar múltiples enseñanzas [10].
3. El punto de partida se convierte en punto de llegada
Pero nuestro objetivo y compromiso político no tiene necesariamente que coincidir con la de las posibles personas preocupadas por la transformación social. Por tanto, metodológicamente, la pregunta continua manteniendo la misma dirección o respuesta a buscar: Y la respuesta se destaca ella misma del contexto: ¿Hay o no, alternativas al capitalismo? Es decir, la preocupación y la búsqueda se concentran en explicar qué entendemos por alternativa al sistema. Esto nos lleva a dar los siguientes pasos:
Si afirmamos que hay alternativas, esto implica buscar una definición y encontrar algún criterio crítico que nos asegure que la alternativa cumple los requisitos para enfrentarse al capitalismo.
Pero, si afirmamos que no hay alternativas, también tendríamos que argumentar las razones que nos llevan a cerrar la pregunta de forma negativa.
4. ¿Qué hemos de entender por alternativa?
Utopía, una definición
Utopía, o en ningún sitio, sería el término que Thomas More (1516), canciller del rey inglés Enrique VIII, acuñaría para definir su propuesta [11]. Modificando ligeramente la descripción que hace de la utopía este pensador, comenzaría por definir como alternativa aquella propuesta social que supone otro modelo de organización social: es decir, aquella que exprese la idea de construir una sociedad perfecta en un lugar que, en algún momento del transcurrir de la historia, sea posible. Ampliando la definición, una alternativa es un modelo utópico de sociedad que va contra, y es capaz de, desintegrar el sistema capitalista; nuevamente, una utopía es un modelo cuya naturaleza deja sin lugar a dudas que no desarrolla las perversidades de los sistemas de producción, de consumo, de distribución, de poder, de propiedad, y de valores del capitalismo. Las alternativas han de demostrar estar en contra y no estar compuestas (o ser confundidas) con medidas paliativas para aliviar las desigualdades y las injusticias que engendra la exigencia de apropiación del propio capitalismo. Deben tener como finalidad la justicia y no la caridad.
Utopías, ¡sueños de transformación social!
Uno de los aspectos más positivos de las utopías sociales es la idea de que «el oprimido se rebela contra el poderoso, y en el que aquel que carece de todo se siente satisfecho [...] Desde hace más de dos mil años que se escriben utopías, la explotación del hombre por el hombre queda eliminada en todos estos proyectos. Y todo ocurre de forma normal. Porque lo normal, habría que pensar, es que millones de hombres no se dejen dominar, explotar y desheredar a lo largo de milenios por una reducida clase superior. De alguna manera, las utopías hablan de los sueños de una convivencia social mejor. Por esto, en las utopías, tampoco hay espacio para la pobreza; en ellas, la miseria llega a su fin: durante un tiempo increíblemente largo esta divisa no ha sido algo normal, sino una fábula, y sólo como un sueño soñado despierto ha sido tenida en cuenta» por los utopistas el acabar con esta lacra social. Además, en la casi totalidad de las utopías sociales, el pathos que las inspira se encuentra en la búsqueda del bien común, del comunismo como forma social de organización humana.
Otro de los aspectos interesantes a destacar en las «utopías sociales es que tienen la capacidad de despertar en las personas con compromiso social el asombro y de encontrar tan poco evidente lo dado, que sólo su transformación parece entrar por los ojos. Como modificación hacia un tipo de sociedad que, como dice Marx, no sólo pone fin al aislamiento de la comunidad política, sino también al aislamiento del ser humano. Los sueños sociales se han desarrollado con una gran cantidad de fantasía, pero también como dice Engels, con una gran cantidad de «gérmenes de ideas y de ideas geniales, que se ven surgir debajo de la cobertura fantástica»».
En resumen, cada derecho conquistado al poder por parte de las poblaciones, no es más que un sueño utópico que se ha materializado en nuestra realidad social. Digamos que, sin el previo sueño de las utopías, no hay bienestar social, y menos la posibilidad de una transformación donde el bien común sea lo más común de todos los bienes. Bloch dice que «el sueño de la dignidad humana protegida no sustituye, a la larga, el sueño más urgente, por no decir más central, de la felicidad humana» [12].
5. Crítica: un criterio como unidad de medida
Para verificar hasta donde cualquier alternativa, [13] o modelo de organización social que se proponga, va contra el capitalismo, aquí podemos valernos de un esquema, o criterio que sirva de unidad de medida. Es decir, para que sea considerada una alternativa, hay que exigirle a la misma propuesta:
Qué su sistema de propiedad sea colectivo, no privado. Esta exigencia condiciona el resto de los demás componentes:
- Qué su sistema de producción esté en régimen comunitario; que no explote ni despilfarre.
- Qué su sistema de distribución sea equitativo; libre acceso a los bienes que satisfacen las necesidades básicas.
- Qué la gestión del poder sea horizontal; no jerárquica ni despótica.
- Qué su sistema de valores y afectos proponga y potencie el bien común.
6. Participación y movilización ciudadana: procesos, sujetos e instrumentos
No es este el lugar para desarrollar ampliamente este epígrafe. Dejemos, sin embargo, constatado un esbozo.
Diseñada o expresada genéricamente la utopía que se desea conseguir, se impone el diseño de procesos de cambio, que son los que constituyen las vías hacia esa alternativa: es decir, son los componentes indispensables para la realización de cualquier alternativa transformadora. A su vez, todo proceso está compuesto por unos sujetos sociales, unas políticas, unas medidas y unos instrumentos. A efectos prácticos, vamos a considerar que las políticas y las medidas son todas ellas refundidas en instrumentos. Estos también los clasificaremos en dos tipos: débiles y fuertes. A los sujetos, los procesos y los instrumentos les podemos aplicar el criterio crítico, o esquema normativo/evaluativo anterior, para determinar la sensibilidad de su oposición al capitalismo.
Principios de acción
Todo cambio social debe arrancar desde abajo. Esto quiere decir que todo proceso de transformación social ha de estar caracterizado por la movilización de la participación ciudadana. En este sentido, pienso que son de bastante actualidad algunas de las observaciones que establece P. Kropotkin sobre los posibles cambios sociales [14]:
Rechazo de la utilización de las instituciones parlamentarias y de cualquier otra organización representativa (desde arriba): «El socialismo, cualquiera que sea la forma que adopte en su evolución hacia el omunismo, necesita determinar su forma propia de organización; no debe de ninguna manera utilizar el gobierno representativo como un arma para la emancipación obrera (ciudadana)... Jamás de tales elementos brotó revolución alguna, y si la clase trabajadora actual (y la ciudadanía en general) apelase a semejantes procedimientos, se vería condenada a no arribar a resultados de suficiente estabilidad... No tenemos fe en ninguna clase de gobierno, tanto provenga de la fuerza como del procedimiento electoral» [15].
Participación y movilización ciudadana mediante la acción de los movimientos sociales (desde abajo): «El pueblo (la ciudadanía) habrá de empezar por sí mismo la labor constructiva, conforme a principios más o menos comunistas y sin esperar órdenes ni planes de lo alto... Ha de ser el pueblo (la ciudadanía) quien levante el edificio de las nuevas e indispensables instituciones sociales». Lo que los movimientos sociales debemos y «podemos hacer respecto al futuro es precisar vagamente las tendencias esenciales y despejar el camino para su mejor y más rápido desenvolvimiento».
Con todo esto claro, se impone la creación de ámbitos de autonomía personal y colectiva que, aún funcionando dentro del sistema, no se someten a la lógica de propiedad y acumulación del mismo.
Procesos
Digamos solamente que los procesos pueden ser armados y pacíficos. Los procesos armados, por su naturaleza militar, requieren una logística que se alejan de las exigencias del criterio crítico: estructuras jerárquicas en vez de horizontales, la clandestinidad en vez de la transparencia política, una jerga militar con valores castrenses en vez de la ciudadana, etc. Los procesos pacíficos se ajustan totalmente al criterio crítico: funciona la asamblea como órgano de decisión y gestión, se comienza a experimentar con las unidades de producción y consumo, que serán la base de los ámbitos de autonomía colectiva, etc.; es decir, permiten ya iniciar los fundamentos que servirán de experiencia para la sociedad futura. Esto nos lleva a establecer que papel le asignamos al Estado en el proceso de cambio (Estado sí, no, o muy poco); también al concepto de poder, en el sentido de que, si el poder corrompe, ¿no nos corromperá a los que lo alcanzamos? Cómo nos situamos en relación con el poder del Estado, y con los poderes que controlan al Estado [16].
Estas dos reflexiones están relacionadas con los procesos. No sólo hay que pensarlos en términos de armados o pacíficos, sino también de si hay que «tomar el poder para cambiar la sociedad, o se puede transformar el capitalismo sin tomar el poder». En relación con ambas, John Holloway expresa lo que «las luchas sociales tienen que ser luchas antiestatales, tienen que encontrar formas de lucha y de expresión no estatales. Meterse en los canales estatales implica la cosificación y fragmentación de la lucha». Seguiremos de cerca el debate.
Sujetos
Digamos otra vez que los sujetos los clasificamos en socialmente pasivos y en socialmente activos. El sujeto social pasivo está constituido por aquellas personas que participan en el sistema de acuerdo con las normas establecidazas: los votantes cuando son llamados a las urnas; y los parados, los pensionistas, los enfermos, los alumnos becados, etc. de acuerdo con los «canales institucionales establecidos». El sujeto social activo está formado por: a) aquellos colectivos que no aceptan la sociedad capitalista (antisistema o anticapitalistas); y b) por los ámbitos en los que se organizan las actividades en contra del capitalismo.
Ámbitos de autonomía
El ámbito es el lugar dónde se participa, se aprenden los hábitos y se practican los valores de la sociedad futura; es decir, estos ámbitos sólo suponen los lugares donde se reconstruye el sujeto social no alienado, dónde se entrena y forma el ser social que está construyendo una vía hacia la nueva sociedad. Así como en la sociedad feudal, los gremios, los artesanos y la burguesía (materialismo histórico) se convertían en los sujetos de la lucha de los contrarios (materialismo dialéctico), así los ámbitos convertidos en sujetos sociales han de cumplir este papel en la sociedad capitalista.
Las experiencias colectivas a iniciar pueden ser las tradicionales: comunas, colonias, comunidades: desde el comienzo, en ellas se ha de cuidar el avanzar hacia la aplicación de aquellas características del criterio mínimo anticapitalista que sean factibles; es decir, la horizontalidad en la participación, el consenso en las decisiones (comunismo de gestión), un sistema claro de valores comunitarios, y la practica del comunismo de bienes, la practica del comunismo de bienes,
Instrumentos
Instrumentos débiles. Serían aquellos que buscan proteger al capitalismo para legitimarlo y facilitar la reproducción del mismo. Estos instrumentos van dirigidos a hacer ver a la ciudadanía que el capitalismo es mejorable y que algo puede hacerse para humanizarlo, aunque la intención real es no cambiar nada. Están fuertemente dominados por una idea de caridad (pública, privada o mixta). Comportamiento que viene de lejos; de hecho, Tom Holland [17], un estudioso de la cultura republicana del imperio romano, nos recuerda que «la compasión por el débil es una aportación absoluta de la cristiandad».
Otra clasificación nos ayuda a distinguir entre los instrumentos elaborados para proteger al sistema y los instrumentos que tienen la función de legitimación del sistema mediante la asistencia social, formuladas sólo para paliar, con el menor dinero posible, aquellos estigmas sociales que genera la lógica de acumulación del capital. Son un ejemplo de este tipo de instrumentos, la mayoría de las políticas dedicadas a paliar el paro, la pobreza, la marginación, y una muy amplia variedad de ONGs dedicadas a proyectos que en ningún momento cuestionan la estructura de poder del país, ni el sistema social vigente.
Para los que se muevan en el paradigma ecológico, tampoco los modelos de sostenibilidad cambiarían nada, a menos que se radicalicen y se ajusten al criterio crítico; de lo contrario serían clasificados como instrumentos débiles.
Instrumentos fuertes. Son los que van contra el capitalismo, o que contienen algún elemento que los hace antisistema. Nuevamente hemos de distinguir entre los que tienen como objetivo destruir paulatinamente el sistema, a la vez que introducen ámbitos necesarios y/o indispensables para construir otra sociedad. Entre estos mecanismos, aquí hemos de incluir a la RB. Y los que contienen las características, o los planteamientos básicos para construir otra sociedad como un todo; es decir, una propuesta sistémica de carácter utópico más arriba definida.
Sin embargo, para los que se muevan en el paradigma ecológico, los modelos de sustentabilidad se ajustan bastante más al criterio crítico, por lo que, con la inclusión de algunas exigencias, cómo la desaparición de la propiedad privada, podrían ser considerados instrumentos fuertes.
Agentes: instituciones y colectivos
Hay entidades que frecuentemente se presentan a sí mismas como alternativas. Aquí sería conveniente deshacer este error: una organización, por muy radical que sea, nunca es una alternativa al sistema capitalista, y menos si es una Organización Subvencionada por el Gobierno y convertida en Multinacional (OSGM); en todo caso, o más bien, la institución (colectivo, asociación) es el agente que la propone y la defiende; es el agente que formula el proceso de movilización y transformación que se ha de seguir. A partir del estudio de su ideario podemos saber en dónde la institución se encuadra ideológicamente.
Los agentes considerados óptimos son aquellos que se ajustan a lo definido más arriba como sujetos sociales activos y como ámbitos de autonomía colectiva.
Jos José Iglesias, en dialnet.unirioja.es/
Notas
1.La prensa no nos informa de cual es la desgravación fiscal que la fundación de la familia Gates, percibirá de vuelta del fisco norteamericano.
2.“ONGs, o la privatización de los servicios públicos”. Véase www.redasociativa.org/baladre y www.kaosenlared. net
3. Walden Bello. “El Complejo Ayuda y Reconstrucción”. El Viejo Topo. Número 224, Septiembre 2006.
4.J. Petras. “No son ONGs sino empresarios de la pobreza”. www.kaosenlared.net
5.En homenaje a Jean Meslier. El párrafo citado está extraído de Crítica de la religión y del Estado. Ediciones de bolsillo. Barcelona 1978.
6.Bertrand Russell. Principios de reconstrucción social. Espasa y Calpe. Madrid 1975.
7.Bertrand Russell. Political Ideals. Unwin Books. London 1963.
8. K. Marx. XI Tesis sobre Feuerbach. 1845. “Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo. K. Marx y F. Engels. La ideología alemana. Grijalbo. Barcelona 1970.
9. Ernest Bloch. El principio esperanza [2]. p. 30. Editorial Trotta. Madrid 2006
10. Este resumen es una síntesis de mi libro ¿Hay alternativas al capitalismo? La renta básica de los iguales. Baladre / Zambra. Xátiva 2006.
11. Posiblemente es la “primera descripción en la Edad Moderna del sueño democrático-comunista”. E. Bloch. Trabajo citado
12. Las frases entrecomilladas de este epígrafe están extraídas de Ernest Bloch, trabajo citado.
13.Esta misma regla sirve para saber si los ámbitos de autonomía que proponemos se organicen (comunidades, colonias, comunas) pueden ser embriones de una futura sociedad alternativa.
14.Citas tomadas de Irving L. Horowitz. Los anarquistas. 1 La Teoría. pp. 171-201. Alianza Editorial. Madrid 1975.
15.Por tanto, esto implica la elección de un proceso pacífico.
16.Con respecto a está polémica es importante el libro de John Holloway. Cómo cambiar el mundo sin tomar el poder. El Viejo Topo. Barcelona 2004. Existe un rico debate que se puede seguir en www.herramient.com.ar y también en www.ezln.org/revistachiapas
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