Sólo tenemos que arrojar un poco de luz sobre el asunto para mostrarle a la gente cómo es esta realidad
He encontrado en WorkNetDaily el siguiente artículo de Katie Wright. Me ha parecido una buena síntesis y un reflejo del cambio cultural prolife que está teniendo lugar en Estados Unidos. A continuación os dejamos la traducción del texto.
Hace 40 años, en una de las exhibiciones jurídico-legislativas más criticadas y deplorables, la mayoría de miembros de la Corte Suprema de los Estados Unidos cerró sus oídos ante la división del país y ante el llanto de los no-nacidos y crearon un monstruo: el caso Roe vs Wade. Bajo la apariencia de un “derecho a la privacidad” malinterpretado, la Corte intentó destruir lo fundamental: el derecho a la vida.
Desde luego, nadie −ni siquiera la Corte más grande e importante de la Tierra− puede destruir un derecho dado por Dios. Ese derecho no vino de un Parlamento, y la Corte no tiene autoridad para quitarlo. Esta simple verdad es una de las muchas que el movimiento pro-vida puede reconocer con firmeza.
Cuatro décadas después de esta terrible decisión, estas son otras cuatro verdades que podemos conmemorar, aunque sea señalando un aniversario más de un momento oscuro de nuestra historia:
Hace cuarenta años, Planned Parenthood (la mayor empresa abortista de los Estados Unidos) podía mentir alegando “trozos de tejido” o “conjunto de células”. Pero el negocio del aborto (en el periodo de 2004-2005 Planned Parenthood tuvo unas ganancias de 900 millones de dólares, sólo con ésta práctica) está teniendo dificultades casi insuperables al tratar de esconder al pueblo estadounidense de que lo que se está matando son bebés. Bebés pequeños, perfectos y sonrientes, con oídos, ojos, y brazos y dedos.
Con la aparición de la ecografía en 3D y otros avances tecnológicos, el misterio de la vida antes del nacimiento ya no se oculta en la sombra. Aunque la Corte Suprema haya dicho que “no es una persona”, incluso un niño pequeño puede ver el feto de 13 semanas pataleando en el vientre de su madre y decir “es una persona”.
En la portada del Times sobre el caso Roe vs Wade, esta publicación de línea liberal resaltó de manera mesurada que el movimiento pro-abortista está envejeciendo. De forma simultánea, el movimiento pro-vida se está volviendo más joven. La última encuesta Gallup señaló que el apoyo al aborto por parte de los jóvenes de entre 18 y 29 años está disminuyendo de forma constante desde 1994.
Por el contrario, los jóvenes que quieren prohibirlo en todos los casos es cada vez mayor. Cuando Nancy Keenan (presidenta de la asociación pro-abortista NARAL) recordó el momento en el que salió del Capitol Hill, ante la mirada de miles de personas, dijo: “En ese momento sólo pensé, Dios mío, pero si son tantos y tan jóvenes…”.
Las analogías entre el aborto y la esclavitud de hace doscientos años son llamativas. Una de ellas, por supuesto, es que la Corte Suprema en el caso Roe vs Wade trató de “resolver” una división social sobre los derechos civiles como lo hizo su decisión en el caso Dred Scott, en 1857. Otro paralelismo es que utiliza el mismo derecho constitucional ficticio, “debido proceso sustantivo”, para hacerlo. Pero quizá la similitud más llamativa es el hecho de que la abolición de la esclavitud se logró primero en el frente ideológico, exponiendo ésta realidad.
Sin los dispositivos con los que contamos hoy en día −Internet, la televisión, los medios de comunicación− los abolicionistas, de manera creativa, utilizaron libros (“La cabaña del tío Tom” de Harriet Beecher Stowe, por ejemplo), folletos, dibujos y discursos para llamar la atención sobre la cruel injusticia que supone la esclavitud. Se dieron cuenta entonces de lo que nosotros ahora con el aborto: Sólo hay que “darle la vuelta”.
No tenemos que ocultarlo como los otros tienen que hacerlo. Sólo tenemos que arrojar un poco de luz sobre el asunto para mostrarle a la gente cómo es esta realidad. Perdemos cuando la gente cierra sus ojos ante ello, pero ganamos cuando la gente piensa sobre ello. El otro lado sabe esto a la perfección, y están temblando de miedo por lo mismo.
Los corazones cambian. Las personas cambian. Las leyes cambian. Algunas veces, en este mismo orden. Pero la Verdad nunca cambia. La vida humana ha sido, y siempre será, merecedora de protección. Esos diminutos corazones palpitantes que se detuvieron cruelmente, esos diminutos pulmones que nunca tuvieron su primera bocanada de aire…
Creo firmemente que algún día nuestra sociedad lo verá. Entonces, simplemente diremos que lo reconocimos cuando otros no, y que intentamos ayudarles a ver la luz. Hasta entonces, seguid luchando, seguid escribiendo, seguid hablando, seguid compartiendo y no os desaniméis.
Katie Wright
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