Transcribo una especie de breve declaración de un grupo de universitari@s que se han reunido en un café de una gran ciudad europea en pequeña asamblea completamente informal
En medio de las diferentes, y muy diversas reuniones en todo el orbe católico en preparación del próximo Sínodo sobre los jóvenes, me ha llegado una especie de breve declaración de un grupo de universitarios y universitarias que se han reunido en un café de una gran ciudad europea en pequeña asamblea completamente informal.
No se han considerado a sí mismo representantes de nadie ni de nada. Hablan por cuenta propia; y no se les ocurre expresar sus opiniones en nombre de “los jóvenes”, porque saben muy bien que “los jóvenes” no constituyen ninguna entidad ni realidad única ni uniforme: hay “jóvenes” que pueden ser encuadrados en todos los grupos que pueda llegar a entrever la imaginación más calenturienta.
Lo único que han subrayado es su discordancia con lo recogido en el documento que tiene las pretensiones de transcribir lo que, según ese propio documento, han manifestado los jóvenes consultados por los organizadores el Sínodo.
Me limito a transcribir el texto de sus peticiones tal cual lo he recibido, sin incluir las consideraciones previas que dirigen a los organizadores del Sínodo. Esto es lo que piden:
1ª. Que se celebre la Santa Misa como está indicado; y que cada sacerdote no se invente una Misa “a su manera”. En la Misa queremos vivir la presencia real y sacramental de Cristo entre nosotros. En Él somos “pueblo y familia de Dios”; sin Él, somos una muchedumbre sin norte ni guía.
2ª. Que se nos anime a leer con más frecuencia el Evangelio, como recuerda de vez en cuando el Papa. Y nos referimos al Nuevo Testamento completo y paso a paso: los Cuatro Evangelios, los Hechos de los Apóstoles y las Epístolas de san Pablo, las Cartas de san Juan, de Santiago, de Judas y de san Pedro; y el Apocalipsis. Muchos de nosotros apenas conocemos la historia de Jesús; y si no le conocemos bien apenas podremos llegar amarle y a seguirle.
3ª. Que se nos anime a conocer mejor nuestra Fe. Estudiar el Credo, conocer mejor la historia de la Iglesia. Entre bautizados no es extraño encontrar jóvenes que no saben de qué hablan al nombrar a la Santísima Trinidad.
4ª Que se nos recuerde con toda claridad todos los Mandamientos de la Ley de Dios. Desde el Primero al Décimo. En el entorno cultural que nos rodea, en el que “todo vale”, “yo me construyo a mí mismo”, “discierno y decido yo libremente qué es el bien y el mal”, necesitamos descubrir la riqueza divina y humana de los Mandamientos para que podamos amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como Cristo nos ha amado.
5ª. Que se nos hable sin complejos de ningún tipo, del Cuarto, del Quinto y del Sexto Mandamiento: “Honrar padre y madre”. “No matar” ”No fornicar” El amor a Dios, que se nos recuerda en los Tres Primeros Mandamientos, nos ayudará a vivir y a construir una sociedad más justa, con más paz, con más preocupación de los unos por los otros.
6ª. Que se nos recuerde la realidad del pecado, para que nuestra conciencia nunca se acostumbre a crímenes como el aborto, ni a situaciones como la ruptura de familias nacidas de un matrimonio sacramental indisoluble. Que tampoco, y sin juzgar a nadie, aceptemos como prácticas normales y “buenas” las relaciones prematrimoniales, los actos homosexuales o cualquier de las “prácticas” impulsadas por eso que se denomina “lgtbi”.
7ª. Que se vuelvan a emplear en las homilías y, especialmente en las Misas de Difuntos, las palabras que abren la inteligencia a la Vida eterna: Muerte, Juicio, Infierno y Gloria. Sin la perspectiva y esperanza de vivir en Cristo y con Cristo, el hombre pierde el sentido de su vida en la tierra.
8ª. Que se nos invite a frecuentar los Sacramentos, y especialmente el de la Reconciliación, pidiendo, arrepentidos, perdón al Señor por nuestros pecados, porque, si no, no acogeremos nunca su Misericordia. Y la Eucaristía, conscientes de que recibimos el Cuerpo y la Sangre del Señor, y que hemos de acercaros a Comulgar libres de todo pecado mortal.
9ª. Que se nos anime a venerar y amar de todo corazón a la Virgen Santísima, Madre de Dios y Madre nuestra. Ella nos enseñará a amar a Dios Padre; a recibir con amor a Dios Hijo, y abrirá nuestro corazón para dejar morada a Dios Espíritu Santo.”
Una vez transcrito el documento, no me queda más que unirme a las oraciones de estos jóvenes pidiendo el Espíritu Santo por el próximo Sínodo.
Ernesto Juliá, en religionconfidencial.com.
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