‘Harambee’ y la ‘Fundación Schola’ recaudan fondos con un concierto solidario en el Centro Cultural Miguel Delibes, de Valladolid
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Concierto de Navidad en el Centro Cultural Miguel Delibes de Valladolid, organizado por la asociación ‘Harambee’ y la ‘Fundación Schola’, para ayudar al Cuerno de África
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Ni una butaca vacía en el Centro Cultural Miguel Delibes. Ni una sola. Más de trescientos músicos e intérpretes en el escenario.
Y todos juntos, músicos y público, bajo una misma partitura, la del villancico Adeste fideles que sirvió, en los últimos compases del concierto, no solo para felicitar la Navidad, sino también para poner de manifiesto que lo vivido ayer por la tarde en el ‘Delibes’ fue una labor común, un compromiso conjunto de las cerca de dos mil personas que, convocadas por la asociación Harambee y la Fundación Schola, unieron acordes, música y aplausos para recaudar fondos que se destinarán a proyectos solidarios en África.
La quinta edición del Concierto Familiar de Navidad se encomendó este año al mundo del cine y, con una claqueta como programa de mano, el festival 'Luces, música... ¡acción!' ofreció un evocador paseo por un sendero de partituras cinematográficas que arrancó encendidos aplausos y más de una ovación.
Un recorrido por clásicos de las bandas sonoras (desde El mago de Oz a Mary Poppins, desde La misión a un celebradísimo fragmento de El rey León) pilotado por Ernesto Monsalve, quien guio a la Joven Orquesta Sinfónica de Valladolid y a seis corales —La Enseñanza, Fuente Berrocal, Pueri Cantores, Támbara, Vallisoletana y Valparaíso— que formaron “un auténtico orfeón”, en palabras del director Monsalve, quien destacó el trabajo de sus músicos, «un grupo de jóvenes de nuestra tierra que trabajan todos los fines de semana para aportar una importante obra artística para su ciudad». Y junto a ellos, seis conjuntos corales preparados por Antonio Redondo, Sara Rodríguez y Clara de los Ojos.
Luis Ortiz de Lanzagorta, director de la Fundación Schola, se felicitó por el éxito de una iniciativa solidaria que cumple cinco años en plenas facultades. «Hemos vendido las 1.700 entradas disponibles (con precios entre los 12 y los 15 euros) y todo el dinero recaudado se destinará a los proyectos apadrinados por la asociación ‘Harambee’», un colectivo que significa “Todos a una” en suajili.
Esta iniciativa nació en el año 2002 con motivo de la canonización de Josemaría Escrivá, tiene su sede en Roma y una delegación en Castilla y León que cuenta con siete dirigentes. A la cabeza se encuentra María José Soga, quien ayer agradeció al público asistente su implicación con un programa de colaboración internacional que este año destina sus esfuerzos al fomento educativo en Kenia.
«El dinero obtenido con este concierto servirá para financiar unos cursos de competencia para los maestros de Kenia, a través de un programa de la Universidad de Strathmore», explica Soga. Esta capacitación de los docentes es fundamental. «El maestro es un refugio para los niños de aquel país, para darles una buena educación, pero también para acompañarlos y ayudar en el trabajo con las familias», aseguró.
Sobre el escenario del Miguel Delibes, y ante 1.700 espectadores, Soga recordó dos historias. La de un profesor que, después de recibir estas clases, comenzó a ayudar a las niñas que, exhaustas después de trabajar durante horas, tenían que ir a la escuela. O la del docente que tuvo que luchar contra los prejuicios y ayudar en la integración de dos hermanos, hijos de enfermos de sida. «Son casos reales que nos recuerdan las palabras de Benedicto XVI, que ha hecho un llamamiento a todas las asociaciones católicas africanas para que hagan un esfuerzo con la educación de los niños, porque solo así sus países tendrán futuro».
Y los niños fueron además protagonistas de buena parte del concierto, ya que sus voces sonaron en piezas como Volarás, de la película Peter Pan, o en una de las canciones que componen la banda sonora de Los chicos del coro. La cita musical se abrió con la obertura de La italiana de Argel y desde ese momento se desplegó un metraje salpicado con fragmentos de Amadeus, Ghosto Sonrisas y lágrimas, para rematar una multitudinaria velada en la que dos mil voces cantaron juntas por el futuro de África.