Un hombre procedente del ambiente laico italiano, habla de su talla intelectual y humana
Marcello Pera, un hombre procedente del ambiente laico italiano, habla de la talla intelectual y humana de Joseph Ratzinger
Es conocida la amistad que Marcello Pera, 71 años, filósofo y político italiano, ex presidente del Senado (2001-2006), mantuvo con el entonces cardenal Joseph Ratzinger. Esta relación dio lugar a una colaboración intelectual que se manifestó en algunos ensayos. En una entrevista realizada por Giuseppe Rusconi para rossoporpora.org y reproducida por zenit.org, Marcello Pera habla de la talla intelectual y humana de Joseph Ratzinger, con el que también ahora ha mantenido algún encuentro.
¿Qué le impresionó en primer lugar del cardenal?
El hombre y el intelectual. Vi en seguida una personalidad de máximo nivel. Lúcido, claro, directo, con un pensamiento sistemático y muy claro. Considera con atención y respeto a su interlocutor y no esconde ningún problema. Habla como escribe, no por homilías o catequesis, sino por conceptos y razonamientos rigurosos. Escucha las preguntas y no elude ninguna dificultad. Me he sentido siempre cómodo, como delante de un maestro. En mi vida, he conocido a algunas personas de primera magnitud, como Popper, y él es uno de ellos. No es solo un teólogo, sino un gran filósofo, abierto, crítico, profundo, y con una gran cultura en muchos sectores.
Y tiene una dote personal que solo tienen los grandes: tiene modestia intelectual, que le permite mantener el espíritu crítico e incluso autocrítico con la verdad en la que cree. Está después el aspecto personal: es cortés, disponible, atento, escrupuloso. Y sobre todo franco. Puedo decir que, apenas comenzamos a hablar de la cuestión del relativismo, que era el objeto de mi primer interés por él, hice notar con cautela que me parecía que era necesario por parte de la Iglesia más fuerza de reacción. Él me sorprendió porque me respondió: “A muchos de nuestros obispos les falta valentía”. Yo lo pensaba, pero él fue quien lo dijo.
¿En qué temas se han encontrado en sintonía?
Además de en Europa, en la relación entre laicos y creyentes. También esto es una marca característica del trabajo de Ratzinger: hablar con los laicos y desafiarlos. La pregunta para el laico es: ¿sobre qué se fundan esos valores a los que dice estar unido particularmente? ¿De qué forma los argumenta y defiende, hoy que son atacados desde dentro y desde fuera? Conocemos la respuesta, que es siempre la misma desde el Iluminismo: la razón. Ya, pero ¿qué ofrece la razón cuando está en discusión la razón misma?
No basta decir “diálogo”, como los laicos y también mucha parte de la Iglesia dice hoy: el diálogo no es un diálogo si no existe un criterio para dialogar. ¿Este criterio está construido por la razón o la razón lo descubre? ¿Y si lo descubre, de qué forma? ¿Con qué iluminación? Y sobre este punto, Ratzinger −que también es tan amante de la razón como el último de los laicos− lleva al terreno de la discusión la verdad. Y así se vuelve a los límites del relativismo. Problemas fascinantes, y de la máxima actualidad política, aunque aparentemente no lo parezca.