Domingo de la semana 25 de tiempo ordinario; ciclo B

Homilía I: con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II
Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva
Homilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica

(Sab 2,17-20) "Acechemos al justo, que nos resulta incómodo”
(St 3,16-4,3) "Donde hay envidias y rivalidades, hay desorden y toda clase de males"
(Mc 9,30-37) "Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos"

Homilía I: con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II

Homilía de la Beatificación, en Génova (22-IX-1985)

--- Servir a todos
--- Llamada de Cristo y fascinación del mundo
--- Fuerza transformadora de la gracia

--- Servir a todos

“Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos” (Mt 9,35).

Ser servidor de todos es la misión que el Hijo de Dios abrazó, convirtiéndose en “siervo” sufriente del Padre por la redención del mundo.

Jesús ilustra con un gesto admirable el significado que quiere dar a la palabra “siervo”: y a los discípulos preocupados por saber “quién era el más importante”, les enseña que es necesario ponerse en el último lugar, al servicio de los más pequeños: “Acercando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: El que acoge un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí” (Mc 9,37).

Acoger a un niño podía significar, especialmente en aquel tiempo, dedicarse a las personas de menor consideración; preocuparse con profunda estima, con corazón fraterno y con amor, de aquellos a quienes el mundo no tiene en cuenta y la sociedad margina.

Así Jesús revela el modelo de los que sirven a los más pequeños y a los más pobres. Se identifica con el que está en el último nivel de la sociedad, se oculta en el corazón del humilde, del que sufre, del abandonado, y por eso afirma: “El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí”.

El Señor sabe acercar con indecible amor a su cruz algunas almas elegidas valiéndose de las contradicciones de la vida, de las contestaciones de los hombres, de las humillaciones que brotan de la miseria moral del mundo. De este modo purifica el espíritu de sus santos, los hace capaces de recoger el mensaje de la cruz, hacerlo propio, vivirlo con intensa generosidad. Este acercamiento a la cruz de Cristo es un don que nace de la misteriosa actuación de la gracia divina y, a veces, desconcierta las perspectivas de quien piensa en términos terrenos. Y sin embargo, en verdad, Cristo anuncia siempre su misericordia precisamente a través de estas almas, a las que transforma en testigos excelsos de caridad, porque en las pruebas supieron “refugiarse en Él”, y pudieron “dar con alegría”, como hemos cantado en el Salmo.

--- Llamada de Cristo y fascinación del mundo

“El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres” (Mc 9,31).

En el Evangelio de hoy Jesús anuncia sus discípulos su pasión, los prepara a la comprensión de este misterio siempre presente en la historia de la salvación.

Sin embargo ellos no comprenden sus palabras. Pero nosotros ¿las podemos entender? Lo que sucede en Galilea, en el coloquio que nos refiere el Evangelista Marcos, es un hecho perenne que se realiza siempre. Es el mensaje del Calvario que aparece siempre que se presenta al hombre el dolor, la pobreza, el sufrimiento.

Jesús, pues, mientras anuncia que Él “va a ser entregado”, nos enseña una realidad perenne y dolorosa: Él será siempre entregado al hombre, a la historia de los hombres, a la sociedad, a la cultura, a la humanidad, a las generaciones siempre nuevas, que se interrogan como en un difícil desafío, sobre el significado de la vida y de la cruz de Cristo.

En la historia que sigue a la muerte y resurrección de Cristo, se propone siempre de nuevo un apremiante dilema entre la llamada de Cristo y la fascinación del mundo, entre las opciones consiguientes a la fe y las que están vinculadas a una concepción inmanentista de la vida. Nosotros nos damos cuenta de que hay una difícil confrontación entre el bien continuamente anunciado por la Palabra de Dios, por Cristo y por sus siervos y testigos, y otro bien aparente, que lucha contra el primero y está alentado por justificaciones o éxitos de carácter puramente terreno y humano, encarnado como está en las instancias de la estructura técnica de la vida. Parece que de aquí nacen como dos vías morales, dos éticas que son divergentes, y el alma cristiana, como la de cada uno de los hombres honestos, se desgarra en sus difíciles opciones.

--- Fuerza transformadora de la gracia

Pero la Palabra de Cristo ¿acaso está entregada a la debilidad del corazón de los hombres, a sus pecados, a la impresionante oleada de amenazas morales que crecen en el mundo, o es capaz de transformar también el corazón humano, sosteniendo su fragilidad impulsándolo a buscar valores auténticos fundados sobre el ser, la libertad, la verdad?

Estoy seguro de que también en nuestros días, como en el pasado, la levadura evangélica puede suscitar discípulos de Cristo capaces de realizar esfuerzos generosos, de intentar caminos nuevos y comprometidos en todos los sectores de la vida organizada, para poder dar al hombre una esperanza nueva y cierta, fundada sobre la fe viva en Jesús Crucificado. El cristiano debe saber cumplir con alegría su deber de servicio al hombre, convencido de que tanto en el nivel natural como en el divino el crecimiento del propio bien existencial se realiza y se articula con el esfuerzo por el crecimiento del bien de los otros.

Pero estemos vigilantes y seamos sinceros, porque también los que están cercanos a Cristo pueden ser engañados acerca del sentido de su función en el mundo. “Pues, por el camino habían discutido quién era el más importante” (Mc 9,34).

También los que están cercanos a Cristo pueden ser envueltos por la tentación de un tipo de existencia que, queriendo pasar por moderna, se deja llevar del furor técnico y de la embriaguez de sus transformaciones, acabando por definirse materialista, laica, extraña a los problemas del espíritu; aparentemente más libre, pero en realidad, sujeta a la esclavitud que nace de una mayor pobreza del alma. No se ayuda al hombre a evolucionar en su condición de criatura social, si luego se le deja en condiciones de mayor pobreza por lo que se refiere a su espíritu.

Jesús nos invita con el ejemplo a una elección concreta del último puesto para servir a los que han perdido en el tormentoso camino de la vida el sentido de la riqueza que viene de Dios.

DP-233 1985

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Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva

“Quien quiera ser el primero...” Jesús cierra la discusión de sus discípulos sobre quién era el más importante proponiendo la humildad que se articula en el servicio a quienes nos rodean. Una llamada, pues, a no creerse superiores a los demás o pensar que la razón está de nuestra parte y los equivocados son los otros. Al presentar como modelo de comportamiento a un niño apela a la sencillez de corazón tan propia de ellos.

¿Es preciso llamar la atención sobre la importancia que este comportamiento tiene en el hogar y lo determinante que es para la armonía familiar así como en la vida social? De la humildad nadie sabe nada hasta que no se presenta el momento de practicarla y elevamos el amor propio a la altura del zapato. Tal vez pensemos que no somos personas engreídas, vanidosas, violentas; que tenemos el amor propio bastante controlado y que, sólo de vez en cuando y como por descuido, éste salta ofendido. Sin embargo, ¡cuántas veces reaccionamos sin humildad ante un desaire, un reproche, una indicación hecha con cariño o ante esos pequeños roces que se producen en el hogar y en el trato con amigos y colegas y que con un poco de buen humor o serenidad se superarían!

Preguntémonos: ¿Me ofendo cuando no me escuchan, no me consultan o mis puntos de vista no son tenidos en cuenta? ¿Quiero tener siempre la razón, no por amor a la verdad, sino por afán de dominio? ¿Empleo un tono categórico al hablar que deje bien clara mi superioridad o mi competencia al hablar, sin prestarme al diálogo o haciéndolo por pura táctica? ¿Culpo a los demás de que las cosas no marchen como debieran y jamás, o raras veces, pienso si ello es debido a mis omisiones? ¿Pido consejo comprendiendo que no hay empresa, por pequeña que sea, que no cuente con un buen número de asesores, un consejo de administración, redacción, etc? En fin, y para no cansar, ¿justifico mis equivocaciones con las manidas expresiones creí que, es que, pensé qué, u otras semejantes?

La sencillez esta la base de todas las virtudes cristianas. Jesús nos pide que tomemos nota de las buenas cualidades que adornan a los niños, “no por la edad sino por la sencillez” (1 Cor 14, 20). La humildad trae hasta nosotros la paz, la calma y la serenidad que proporciona a los pequeños el abandono confiado en los brazos de sus padres.

Cuando no se va mendigando el aplauso de los demás -tantas veces interesado- o la primacía sobre quienes nos rodean, sino el reconocimiento y la aprobación del Señor, el alma se instala en esa placidez y ese reposo del niño que vive persuadido que sus padres no le abandonarán o perjudicarán haga lo que haga y pase lo que pase. Recordemos también que nadie sabe de la humildad más que María. Ella nos ayudará a practicarla si se lo suplicamos.

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Homilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica

"Seguimos al que no ha venido a ser servido, sino a servir"

Sb 2,12.17-20: "Lo condenaremos a muerte ignominiosa"
Sal 53,3-4.5.6 y 8: "El Señor sostiene mi vida"
St 3,16-4,3: "Los que procuran la paz están sembrando la paz; y su fruto es la justicia"
Mc 9,30-37: "El Hijo del Hombre va a ser entregado... Quien quiera ser el primero, que sea el servidor de todos"

Parece que el texto de Sabiduría se refiere a aquellos judíos que creían tener razón en su norma de vida y se enfrentan con cualquiera que se oponga a ellos.

Es la segunda predicción que hace Jesús de su muerte. La fórmula nueva: "Será entregado", puede ser interpretada en el sentido de la traición de Judas o en el de su entrega a la muerte según los designios de Dios.

La instrucción siguiente, repetición de lo que sucedió ante la petición de los hijos de Zebedeo, muestra, una vez más, cómo Jesús ha de enfrentarse con la incomprención de sus discípulos. No desaprovecha la ocasión para una catequesis, sobre Él mismo y sobre lo que ellos habrán de hacer.

Entre los seguidores de Jesús, sigue hoy habiendo quienes miran la Cruz con recelo. La idea de hacernos siervos como Él no nos apasiona demasiado. Sin embargo, ¿se puede ejercer el sacerdocio —por ejemplo— de otra manera? ¿Se puede servir al pueblo de Dios sin parecerse al que dio la vida en rescate por muchos? ¿No resulta apasionante, como a los discípulos, intentar el medro personal a la sombra de Cristo? Pero ya sabemos cómo reacciona Jesús ante esas intenciones.

— "El carácter de servicio del ministerio eclesial está intrínsecamente ligado a la naturaleza sacramental. En efecto, enteramente dependiente de Cristo que da misión y autoridad, los ministros son verdaderamente  «esclavos de Cristo» (Rm 1,1), a imagen de Cristo que, libremente, ha tomado por nosotros  «la forma de esclavo» (Flp 2,7)" (876).

— Carácter de servicio del ministerio eclesial:

"El carácter de servicio del ministerio eclesial está intrínsecamente ligado a la naturaleza sacramental. En efecto, enteramente dependiente de Cristo que da misión y autoridad, los ministros son verdaderamente  «esclavos de Cristo» (Rm 1,1), a imagen de Cristo que, libremente, ha tomado por nosotros  «la forma de esclavo» (Flp 2,7). Como la palabra y la gracia de la cual son ministros no son de ellos, sino de Cristo que se las ha confiado para los otros, ellos se harán libremente esclavos de todos" (876).

— El sacerdocio ministerial, verdadero servicio

"Este sacerdocio es ministerial.  «Esta función, que el Señor confió a los pastores de su pueblo, es un verdadero servicio» (LG 24). Está enteramente referido a Cristo y a los hombres. Depende totalmente de Cristo y de su sacerdocio único, y fue instituido en favor de los hombres y de la comunidad de la Iglesia. El sacramento del Orden comunica  «un poder sagrado», que no es otro que el de Cristo. El ejercicio de esta autoridad debe, por tanto, medirse según el modelo de Cristo, que por amor se hizo el último y el servidor de todos" (1551).

— "Y, siendo que (san Pablo) podía recordar muchos aspectos grandiosos y divinos de Cristo, no dijo que se gloriaba de estas maravillas —que hubiese creado el mundo, cuando, como Dios que era, se hallaba junto al Padre, y que hubiese imperado sobre el mundo, cuando era hombre como nosotros—, sino que dijo:  «Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo»" (San Agustín, Serm Güelferb. 3).

Quien, pudiendo servir domina, es de este mundo; quien pudiendo dominar, sirve, es de Cristo.

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