(Is 66,6-14c) "Festejad a Jerusalén, gozad con ella"
(Gal 6,14-18) "Yo llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús"
(Lc 10,1-12.17-20) "Está cerca de vosotros el reino de Dios"
Homilía I: con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II
Homilía en la Misa celebrada en Bucaramanga (Colombia) (6-VII-1986)
--- Los laicos convocados a una nueva evangelización
--- En íntima unión con Cristo
--- Los laicos convocados a una nueva evangelización
“La gracia y la paz sea con vosotros de parte de Dios Padre y de Nuestro Señor Jesucristo” (Gal 1,3).
En la narración del evangelista San Lucas que acabamos de oír, el Señor designa y envía setenta y dos discípulos a todos los pueblos y lugares donde Él pensaba ir. Además de los Apóstoles y siguiendo su testimonio, muchos otros son llamados y enviados por el Señor para que, a lo largo de los siglos y hasta nuestros días, fueran precursores, mensajeros y testigos que anuncien la presencia y llegada de Cristo y proclamen el advenimiento del Reino de Dios.
Vosotros formáis parte de esa multitud ininterrumpida de discípulos que, de generación en generación, y en todos los pueblos y ciudades, en todas las culturas, ambientes y naciones, son testigos y pregoneros de la cercanía de ese reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz (cfr. Lumen Gentium, 36).
“La mies es mucha y los obreros pocos” (Lc 10,2). El campo de labor que se abre hoy ante los ojos del Apóstol es inmenso. No faltan las ciudades que, ayer como hoy, no escuchan y rechazan a los discípulos del Señor, enviados “como corderos en medio de lobos” (Lc 10,3). El materialismo, el consumismo, el secularismo han obnubilado y endurecido el corazón de muchos hombres. Pero hay muchas casas y ciudades que viven en la ley del Señor, que reciben “como río de paz”, según las palabras del profeta Isaías (Is 66,12). ¡La mies es abundante! ¡Se necesitan muchos brazos que trabajen en la construcción del reino de Dios!
Por eso el Concilio Vaticano II destacó con claridad y fuerza particulares, que toda vocación cristiana es, por su misma naturaleza, vocación al apostolado (cfr. Apostolicam actuositatem,3), invitando a todos los laicos a redescubrir su dignidad bautismal de discípulos del Señor, de obreros de la mies, y a reavivar su responsabilidad apostólica ante la magnitud de la tarea.
--- En íntima unión con Cristo
Por el bautismo y la confirmación, por la participación en el sacerdocio de Cristo, como miembros vivos de su Cuerpo, los laicos participan en la comunión y en la misión de la Iglesia. La Iglesia quiere y necesita laicos santos que sean discípulos y testigos de Cristo, constructores de comunidades cristianas, transformadores del mundo según los valores del Evangelio.
La formación cristiana de los laicos requiere una pedagogía pastoral que ilumine y oriente con la luz y la fuerza de la fe. La fe profesada tiene que convertirse en vida cristiana. “Desead la paz a Jerusalén” (Sal 122,6) rezábamos en el Salmo responsorial; que la nueva Jerusalén, que es la iglesia, sea “como una ciudad bien unida y compacta” (Sal 122,3) en la fraternidad y el amor.
DP-149 1986
Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva
En el trasfondo del Evangelio de hoy palpita la experiencia, ardua y gozosa a la vez, del apostolado de los primeros discípulos de Jesús que comprobaban cómo el Evangelio era acogido con entusiasmo por muchos aunque se produjeran también rechazos. Esta esperanzadora alegría que no se desanima ante las resistencias que la ceguera y debilidad humana presentan, acompañó y acompañará siempre a los cristianos de todos los tiempos.
Jesús se alegra con los suyos pero les dice: "no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo". La alegría que debemos tener, pues, no debe ser tanto el resultado de que vemos los frutos de nuestra actuación apostólica cuanto porque, si difundimos la doctrina cristiana, tenemos asegurado el cielo. Es como si el Señor nos dijera: me interesas tú, tu animosa colaboración, tu alegría y felicidad eterna, aunque no siempre veas el resultado de tu empeño por darme a conocer.
El Señor, como a sus primeros discípulos, nos envía también a cada uno para que, a través del trato con familiares, amigos y conocidos, extendamos su verdad liberadora por todos los rincones del mundo. "Los primeros cristianos -dice J. Mullor- fueron más fermento que masa. El interés que les acuciaba se imantaba hacia los que le rodeaban en la familia, en el trabajo, en la vida pública... El idealismo de los primeros cristianos -id al mundo entero y predicad el evangelio a toda criatura- era un idealismo realista, que comenzaba el trabajo apostólico, no en el finis terrae, sino en la tierra misma que pisaban. Sabían que, para llegar a los últimos extremos de la tierra, habían de recorrerla toda palmo a palmo y que, para anunciar el Evangelio a la humanidad, habían de anunciarlo antes de hombre a hombre, de comunidad a comunidad".
Cuando la amistad es tan humana como cristiana, de ordinario, no es preciso ni siquiera provocar el tema de Dios y sus exigencias. La confidencia surge en numerosos momentos y encuentros. Entre amigos es fácil una corriente de intercambios de puntos de vista, se confían modos de pensar, de ver las cosas, unos y otros se corrigen, se emulan, en un apostolado tan delicado y amable como eficaz y natural. "Esas palabras deslizadas tan a tiempo en el oído del amigo que vacila; aquella conversación orientadora, que supiste provocar oportunamente..., y la discreta indiscreción que te hace sugerirle insospechados horizontes de celo... Todo eso es ‘apostolado de la confidencia’" (S. Josemaría Escrivá). ¡Cuánto podemos hacer a nuestro alrededor no olvidando que hay un hambre y una sed de Dios que sólo Él puede calmar, una enfermedad -la del pecado- que sólo Él puede curar, si colaboramos en su misión evangelizadora! Vale la pena considerarlo.
Homilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
«Llamados a evangelizar»
I. LA PALABRA DE DIOS
Is 66, 10-14: Yo haré derivar hacia ella, como un río, la paz
Sal 65, 1-3a.4-5.6-7a.16 y 20: Aclamad al Señor, tierra entera
Ga 6, 14-18: Yo llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús
Lc 10, 1-12, 17-20: Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. Vuestra paz descansará sobre ellos
II. LA FE DE LA IGLESIA
Los cristianos, por ser miembros del Cuerpo, cuya Cabeza es Cristo, contribuyen a la edificación de la Iglesia mediante la constancia de sus convicciones y de sus constumbres. La Iglesia aumenta, crece y se desarrolla por la santidad de sus fieles «hasta que lleguemos al estado del hombre perfecto, a la madurez de la plenitud en Cristo» (2045).
«La fidelidad de los bautizados es una condición primordial para el anuncio del Evangelio y para la misión de la Iglesia en el mundo» (2044).
III. TESTIMONIO CRISTIANO
«Jesucristo ordena a cada fiel que ora que lo haga universalmente por toda la tierra. Porque no dice "Que tu voluntad se haga" en mí o en vosotros, sino "en toda la tierra"; para que el error sea desterrado de ella, que la verdad reine en ella, que la virtud vuelva a florecer en ella y que la tierra ya no sea diferente del cielo» (S. Juan Crisóstomo) (2825).
«La sangre de los mártires es semilla de cristianos» (Tertuliano) (852).
IV. SUGERENCIAS PARA EL ESTUDIO DE LA HOMILÍA
A. Apunte bíblico-litúrgico
En la primera lectura escuchamos una profecía que proyecta una luz de entusiasmo, fe y esperanza ante una dura realidad basada en la seguridad de la cercanía con su pueblo.
Jesús, en el Evangelio, además de a los doce apóstoles, envió a un grupo más numeroso de discípulos para anunciar la llegada del Reino de Dios. Jesús les instruye de forma semejante a como lo hizo con los apóstoles.
La segunda lectura, de la carta a los Gálatas, concluye con un resumen del tema principal de la misma: la vida nueva ha comenzado en Cristo Crucificado.
B. Contenidos del Catecismo de la Iglesia Católica
La fe:
La misión y exigencia de la catolicidad de la Iglesia: 849-851.
Vida moral y testimonio misionero: 2044-2046.
La respuesta:
Los caminos de la misión: 852-856.
C. Otras sugerencias
La misión dada a un grupo numeroso de los discípulos proyecta una dimensión de universalidad. Todos estamos llamados a anunciar el Evangelio por todo el mundo.
El evangelizador ejercita su misión como Jesús: con las palabras y con el testimonio de su vida y obras.
Las actitudes del evangelizador: pobreza, valentía profética, confianza en el Señor...
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