Domingo de la semana 18 de tiempo ordinario; ciclo C

Homilía I: con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II
Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva
Homilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica 

(Eccle 1,2. 2,21-23) "Vanidad de vanidades dijo el Eclesiastés.
(Col 3,1-5.9-11) "Buscad las cosas de arriba donde está Cristo sentado a la diestra de Dios".
(Luc 12,13-21) "Esta noche te vuelven a pedir el alma".

Homilía I: con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II

Homilía en Castengandolfo (3-VIII-1980)

--- Lo caduco. Jerarquía de valores
--- Volar alto. Pobreza cristiana
--- Alegría y sentido de la vida

--- Lo caduco. Jerarquía de valores

En el conjunto de las lecturas de la liturgia de hoy está contenida una profunda paradoja, la paradoja entre “la vanidad y el valor”. Las primeras palabras del libro del Cohelet hablan de la vanidad de todas las cosas; en cierto sentido, de la vanidad de los esfuerzos, de las actividades del hombre en esta vida, de la vanidad de todas las criaturas en cierto modo; de la vanidad del hombre, él también una criatura a pasar y a la muerte.

En este Salmo que cantamos en la liturgia de hoy, escuchamos, inmediatamente después, el elogio a lo creado. Por otra parte, ese elogio es un lejano eco primogénito contenido en todo el Génesis, del elogio a la creación: cuando Dios dijo que toda su obra fue un bien, o más aún, vio que fue un bien del hombre, creado a su imagen y semejanza, dijo que era muy bueno. Vio que era muy bueno. Por tanto nos encontramos ante un interrogante: ¿por qué la vanidad y por qué el valor? ¿Qué relación los une entre sí? La respuesta, al menos la principal, se encuentra en el Evangelio que hemos leído hoy. No se trata de dar un juicio sobre lo creado. Se trata del camino de la sabiduría. No olvidemos que el Génesis es, ante todo, un libro (tengo presente sus primeros capítulos). Es pues un libro sobre el mundo, en cierto sentido un libro-manual teológico sobre la cosmología y la creación. El libro del Cohelet, en cambio, es un libro sobre la sabiduría. Enseña cómo vivir. Y lo que dice Cristo en el Evangelio de hoy es una prolongación de esa sabiduría del Antiguo Testamento. Cristo habla a través de ejemplos y parábolas: habla del hombre que ha limitado el sentido de su vida a los bienes de este mundo. Los ha poseído en tan cantidad que ha tenido que construir nuevos graneros para poder contenerlos todos. El programa de la vida, pues, es acumular y usar. Y a esto debe limitarse la felicidad. A un hombre así, Cristo le contesta: “necio, esta misma noche pedirán tu alma”.

--- Volar alto. Pobreza cristiana

Si has interpretado así el sentido del valor, entonces se volverá contra ti la ley de la vanidad. Y ésta es ya una respuesta. No se trata, pues, de juicio sobre el mundo, sino de sabiduría del hombre; de su manera de actuar. Es necesario establecer, en la propia vida, una jerarquía de valores. Cristo, a través de todo lo que ha dicho y, sobre todo, a través de todo lo que Él ha sido, a través de todo el misterio pascual, ha establecido la jerarquía de valores en la vida del hombre.

En la segunda lectura de hoy, San Pablo enlaza precisamente con esta Jerarquía cuando dice que debemos buscar lo que está en lo alto. Por tanto, el hombre no puede encerrar el horizonte de su vida en la temporalidad; no puede reducir el sentido de su vida al usufructo de los bienes que le han sido concedidos por la naturaleza, por la creación, que lo rodean y se encuentran también dentro de él. No puede encerrar así la primacía de su existencia, sino que tiene que ir más allá de sí mismo. Estando hecho a imagen y semejanza de Dios, debe verse a sí mismo en un lugar más alto y debe buscar para sí mismo un sentido en aquello que está por encima de él.

El Evangelio contiene la verdad sobre el hombre porque contiene todo aquello que está por encima del hombre y que, al mismo tiempo, el hombre puede alcanzar en Cristo colaborando con la acción de Dios que actúa dentro del hombre. Este es el camino de la sabiduría. Y sobre este camino de la sabiduría se resuelve la paradoja entre la vanidad y el valor; la paradoja que a menudo vive el hombre.

Muchas veces el hombre es propenso a mirar su vida desde el punto de vista de la vanidad. Sin embargo Cristo quiere que la veamos desde el punto de vista del valor, pero teniendo siempre cuidado de utilizar la justa jerarquía de valores, la justa escala de valores.

Y cuando la liturgia de hoy, junto con la palabra aleluya, nos recuerda también la bienaventuranza “Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos”, resume en ella ese programa de vida.

Cristo ha exhortado al hombre a la pobreza, a adquirir una actitud que no le haga encerrarse en la temporalidad, que no le haga ver en ella el fin último de la propia existencia y no le haga basar todo en el consumo, en el goce. Un hombre así es pobre en este sentido, porque está continuamente abierto. Abierto a Dios y abierto a estos valores que nos vienen de su acción, de su gracia, de su creación, de su redención y de su Cristo.

--- Alegría y sentido de la vida

Es éste el breve resumen de los pensamientos encerrados en la liturgia de hoy; pensamientos siempre importantes. Nunca pierden su significado; permanecen perpetuamente actuales.

En cierto sentido buscábamos siempre una contestación a la pregunta: ¿qué quiere decir ser un cristiano? ¿Qué quiere decir ser un cristiano en el mundo moderno?: ¿ser cristiano cada día, siendo, al mismo tiempo, un profesor de universidad, un ingeniero, un médico, un hombre contemporáneo y, antes aún, un o una estudiante?

¿Qué quiere decir ser cristiano? Y descubriendo este valor y, sobre todo, este contenido de la palabra “cristiano” y el valor congénito en ella, encontrábamos también la alegría. No sólo un consuelo inmediato, sino una afirmación continua. Y aquí encuentra su afirmación una respuesta a la pregunta sobre si vale la pena vivir. Con tal comprensión de la jerarquía de valores vale la pena vivir. Y vale la pena esforzarse y padecer, porque la vida humana no está libre de ello.

En esta perspectiva vale la pena esforzarse y padecer, porque “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos”.

“Así se formaba la Iglesia en sus comienzos, así empezó a formarla Cristo mismo, y así ella se formaba gracias al ministerio de los Apóstoles y de sus Sucesores, y así se forma aún hoy. Construid la Iglesia en esta dimensión de la vida de la que sois partícipes”.

DP-211 1980

Subir

Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva

Si este hombre del que nos habla Jesús en el Evangelio viviera hoy, muchos lo tendrían por un triunfador, un number one, un pez gordo. El Maestro sin embargo le llamó necio; no por el dinero ganado sino por el uso egoísta al que pensaba destinarlo. Víctima de la enfermedad cancerosa del egoísmo no se daba cuenta de que sus ganancias no eran el fruto de su trabajo sólo, sino también de todo un patrimonio de experiencias, ideas y esfuerzos que le transmitieron generaciones anteriores a él y que alumbraron una civilización que ahora le permitían enriquecerse.

Hablaba como si pudiera construir los graneros él solo y como si no le hicieran falta la tierra, las semillas, el clima, la lluvia y el sol que Dios pone a disposición de todos. En su horizonte laboral y vital, Dios y los demás no existen. Por otra parte, cuando pensaba echarse a dormir y disfrutar de todo lo ganado, le sorprendió la muerte. El hecho de morir en ese momento pone indudablemente una nota dramática en su trayectoria vital, pero, en realidad, el final de la enseñanza de Jesús hubiese sido el mismo aunque hubiera vivido más años que Matusalén. Aunque no hubiera muerto, física y espiritualmente era un cadáver que, al descomponerse, contaminará todo el tejido social.

El trabajo no es sólo un deber sino un derecho. De ahí que se considere el paro como uno de los graves problemas de nuestro tiempo. Con todo, el hombre no debe caer prisionero del mal contrario: el activismo. El paro es como un tumor que destruye al hombre; pero el desbordamiento en el trabajo -la profesionalitis- no debe destruirlo también convirtiéndolo en una máquina, y con él a la familia.

"Gran cosa es el trabajo-recuerda Juan Pablo II-. Pero el hombre es incomparablemente mayor. El hombre es sagrado. Y esta sacralidad exige ser reconocida y profesada en toda circunstancia... La sacralidad humana es inviolable, irrenunciable". El trabajo debe enriquecernos y enriquecer a los demás en todos los órdenes de la existencia. Cuando el quehacer diario nos deja tiempo para Dios, para la familia y los amigos; cuando lo hacemos a conciencia, sin chapuzas y con sentido de la justicia, entonces la persona no sólo labora sino que colabora con Dios en su incesante obrar en el mundo.

Que Dios no tenga que dirigirnos nunca este reproche: "Tú dices: 'Soy rico, tengo reservas y nada me falta'. Aunque no lo sepas eres desventurado y miserable, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que compres oro refinado en el fuego, y así serás rico; y un vestido blanco..., y no se vea tu vergonzosa desnudez; y colirio para untártelo en los ojos y ver" (Ap 3,17-19). Purifiquemos nuestra jornada laboral de todo lo relacionado con el egoísmo, la vanidad, la soberbia, la pereza, para que esa tarea nos haga "ricos ante Dios".

Subir

Homilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica

«En todo, dad gracias»

I. LA PALABRA DE DIOS

2 R 5, 14-17: Volvió Naamán a Eliseo, y alabó al Señor
Sal 97, 1.2-3ab.3cd-4: El Señor revela a las naciones su salvación
2 Tm 2, 8-13: Si perseveramos, reinaremos con Cristo
Lc 17, 11-19: ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?

II. LA FE DE LA IGLESIA

«Toda alegría y toda pena, todo acontecimiento y toda necesidad pueden ser motivo de oración de acción de gracias, la cual, participando de la de Cristo, debe llenar la vida entera: "En todo dad gracias" (I Tes. 5,18)» (2648).

«La Eucaristía es un sacrificio de acción de gracias al Padre, una bendición por la cual la Iglesia expresa su reconocimiento a Dios por todos sus beneficios, por todo lo que ha realizado mediante la creación, la redención y la santificación. "Eucaristía" significa, ante todo, acción de gracias» (1360).

«La acción de gracias caracteriza la oración de la Iglesia que, al celebrar la Eucaristía, manifiesta y se convierte más en lo que ella es. En efecto, en la obra de salvación, Cristo libera a la creación del pecado y de la muerte para consagrarla de nuevo y devolverla al Padre, para su gloria. La acción de gracias de los miembros del Cuerpo participa de la de su Cabeza» (2637).

III. TESTIMONIO CRISTIANO

«El presidente los toma (el pan y el vino) y eleva alabanza y gloria al Padre del universo, por el nombre del Hijo y del Espíritu Santo y da las gracias largamente porque hayamos sido juzgados dignos de estos dones» (S. Justino) (1345).

IV. SUGERENCIAS PARA EL ESTUDIO DE LA HOMILÍA

A. Apunte bíblico-litúrgico

En los tres evangelios sinópticos la vida pública de Jesús termina con su viaje a Jerusalén donde dio su último testimonio y vida. En ese camino el Señor cura a diez leprosos, solo uno y extranjero, es agradecido. El sirio Naamán, un extranjero, es modelo de persona agradecida por los bienes recibidos de Dios por medio del profeta Eliseo.

La segunda lectura presenta el evangelio anunciado por Pablo, y confiado a su sucesor Timoteo consiste en la proclamación del Misterio pascual.

B. Contenidos del Catecismo de la Iglesia Católica

La fe:

La acción de gracias y la alabanza al Padre por medio de Jesucristo: 1359-1361.

La respuesta:

La oración de acción de gracias: 2637-2638; 2648.

C. Otras sugerencias

La acción de gracias a Dios que es la forma más común de oración de la Iglesia, no lo es tan usual en la vida de los cristianos. ¿Acaso seremos como los nueve leprosos? Sólo el extranjero, quien se reconoce indigno de la bondad de Dios, es agradecido.

Dad gracias a Dios. La Eucaristía es la Acción de gracias por excelencia. Unidos a Jesucristo en su Muerte y Resurrección todo se agradece a Dios Padre, por Cristo, con El y en El.

Acción de gracias por los beneficios recibidos.

Acción de gracias por todo acontecimiento...¡Sólo Dios sabe!.

Acción de gracias en la necesidad y en la pena: En Dios confiamos.

Subir