Domingo de la semana 20 de tiempo ordinario; ciclo C

Homilía I: con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II
Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva
Homilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica 

Jer (38,4-6.8-10) "Tomaron a Jeremías y lo echaron en el lago de Melquías"
Hb (12,1-4) "Corramos con paciencia a la batalla que se nos está propuesta"
Lc (12,49-53) "Fuego he venido a traer a la tierra, ¿y qué quiero, sino que arda?"

Homilía I: con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II

Catequesis de Juan Pablo II sobre el Espíritu Santo (Audiencia general, 6-IX-1989):

--- El fuego como manifestación de la acción de Dios
--- El fuego en el Antiguo Testamento

--- El fuego como manifestación de la acción de Dios

"En la tradición judía el fuego era signo de una especial manifestación de Dios que hablaba para instruir, guiar y salvar a su pueblo.

 Así encuentra su realización el anuncio mesiánico de Juan en el Jordán: "Él os bautizará en el Espíritu Santo y fuego" (Mt 3,11; cfr Lc 3,16). Aquí encuentra también su realización el simbolismo bíblico, con el que Dios mismo se manifestó como la columna de fuego que guiaba a su pueblo a través del desierto (cfr Ex 13,21-22), como palabra de fuego por la que la montaña (del Sinaí) ardía en llamas hasta el mismo cielo (Det 4,11), como luz en el fuego (Is 10,17), como fuego de ardiente gloria en el amor de Israel (cfr Det 4,24). Encuentra realización lo que Cristo mismo prometió cuando dijo que había venido a encender fuego sobre la tierra (cfr Lc 12,49), mientras que el Apocalipsis dirá de Él que sus ojos son como llamas de fuego (Ap 1,14). Se explica así que el Espíritu Santo sea enviado en el fuego (cfr Hch 2,3). Todo esto sucede en el misterios pascual, cuando Cristo en el sacrificio de la cruz recibe el bautismo con el que Él mismo debía ser bautizado (cfr Mc 10,38) y en el misterio de Pentecostés, cuando Cristo resucitado y glorificado comunica su Espíritu a los Apóstoles y a la Iglesia.

Por el bautismo de fuego recibido en su sacrificio, según San Pablo, Cristo en su resurrección se convierte, como "último Adán", en espíritu que da vida (1 Cor 15,45). Por esto, Cristo resucitado anuncia a los Apóstoles: "Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días" (Hch 1,5). Por obra del último Adán, Cristo, será dado a los Apóstoles y a la Iglesia "el Espíritu que da vida" (Jn 6,63).

Las lenguas de fuego que acompañan al acontecimiento de Pentecostés en el Cenáculo de Jerusalén, son el signo de aquel fuego que Jesucristo trajo y encendió sobre la tierra (cfr Lc 12,49): el fuego del Espíritu Santo.

--- El fuego en el Antiguo Testamento

En el Antiguo Testamento se presentaba el fuego como el medio usado por Dios para purificar las conciencias (Is 1,25; 6,5-7; Za 13,9; Ml 3,2-3; Si 2,5 etc).

Bautizar en el Espíritu Santo significa regenerar la humanidad con el poder del Espíritu de Dios.   El Mesías Jesús puede dar el nuevo bautismo en el Espíritu del que está lleno (Jn 1,33; Hch 1,5). De su humanidad glorificada, como de un manantial de agua viva, el Espíritu se difundirá por el mundo (Jn 7,37.39; 19,34).

El Espíritu Santo desarrolla en el creyente todo el dinamismo de la gracia que da la vida nueva, y de las virtudes que traducen esta vitalidad en frutos de bondad. El Espíritu Santo actúa también desde el seno del creyente como fuego, según otra semejanza que utiliza el Bautista a propósito del bautismo: “Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mt 3,11); y Jesús mismo sobre su misión mesiánica: “He venido a arrojar un fuego sobre la tierra” (Lc 12,49). Por ello, el Espíritu suscita una vida animada por aquel fervor que San Pablo recomendaba en la Carta a los Romanos: “sed fervorosos en el Espíritu” (12,11). Es la llama viva de amor que purifica, ilumina, abrasa y consume, como tan bien explicó San Juan de la Cruz.

El Espíritu Santo es, pues, el inspirador de la predicación apostólica. Lo dice claramente San Pedro en su carta: “Predican el Evangelio en el Espíritu Santo enviado desde el cielo” (1 Pe 1,12).

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Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva

"Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!". Todo la vida de Cristo gravita sobre este momento, la hora, su hora, como le gustaba llamarla, de dar la vida por la Humanidad. Representa un consuelo inmenso saber que somos amados con toda la energía de un Dios. Cuando no se olvida que una sola gota de su sangre, un mero deseo, hubiese bastado para redimir a la humanidad de todas sus culpas y, no obstante, Cristo la vertió toda en el atroz suplicio de la Cruz, estamos en condiciones, al menos, de intuir cuál es la seriedad con que Dios nos ama.

¡Somos gente intensamente querida incluso en las horas de mayor ingratitud o en las que hemos cometido los pecados más grandes! Este amor se llevó a cabo en la Cruz y se nos hace presente en la celebración del Santo Sacrificio de la Misa. Si queremos tener en el corazón idénticos sentimientos que Cristo Jesús (Cf Flp 2, 5), hemos de amar la Santa Misa y hacer de nuestra vida una Misa, esto es una entrega también de nuestra vida a los demás.

"La Eucaristía -enseña Juan Pablo II- nos educa en el amor de un modo más profundo; en efecto, demuestra qué valor debe tener a los ojos de Dios todo hombre, nuestro hermano y hermana, si Cristo se ofrece a Sí mismo bajo las especies del pan y del vino...Así mismo debemos hacernos particularmente sensibles a todo sufrimiento y miseria humana, a toda injusticia y ofensa, buscando el modo de repararlos de manera eficaz. Aprendamos a descubrir con respeto la verdad del hombre interior, porque precisamente este interior del hombre se hace morada de Dios presente en la Eucaristía".

"He venido a prender fuego en el mundo. ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!" El cristiano debe ser como una brasa encendida que, como solía decir de mil maneras S. Josemaría Escrivá, debe quemar lo que toca o, al menos, levantar la temperatura espiritual del ambiente que le rodea. ¡Dar a conocer a Jesucristo! ¡A los familiares y amigos, a los vecinos y compañeros de profesión! ¡No debería pasar nadie a nuestro lado que, de un modo u otro, con la palabra o el ejemplo, con ciertos silencios -el silencio también habla-, no sintiera el calor de Cristo!

Así debe ser porque, en realidad, la Misa no termina cuando volvemos a nuestras ocupaciones habituales. "Después de haber participado en la Misa, enseña Pablo VI, cada uno ha de ser solícito en agradar a Dios y vivir rectamente, practicando lo aprendido y progresando en el servicio de Dios, trabajando por impregnar el mundo del espíritu cristiano y siendo testigo de Cristo en toda circunstancia".

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Homilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica

El combate espiritual: La accesis

I. LA PALABRA DE DIOS

Jr 38,4-6.8-10: Me engendraste hombre de pleitos para todo el país
Sal 39, 2.3.4.18: Señor, date prisa en socorrerme
Hb 12, 1-4: Corramos la carrera que nos toca, sin retirarnos
Lc 12,49-53: No he venido a traer paz, sino división

II. LA FE DE LA IGLESIA

«Todos los fieles, de cualquier estado o régimen de vida son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad; todos son llamados a la santidad: `Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto'» (Mt.5,48) (2013).

«El camino de la perfección pasa por la Cruz. No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual. El progreso espiritual implica la ascesis y la mortificación que conducen gradualmente a vivir en la paz y el gozo de las bienaventuranzas» (2015).

III. TESTIMONIO CRISTIANO

«El que asciende no cesa nunca de ir de comienzo en comienzo mediante comienzos que no tienen fin. Jamás el que asciende deja de desear lo que ya conoce» (S. Gregorio de Niza) (2015).

«Para alcanzar esta perfección, los creyentes han de emplear sus fuerzas, según la medida del don de Cristo, para entregarse totalmente a la gloria de Dios y al servicio del prójimo. Lo harán siguiendo las huellas de Cristo» (Vaticano II, LG, 40) (2013).

IV. SUGERENCIAS PARA EL ESTUDIO DE LA HOMILÍA

A. Apunte bíblico-litúrgico

Los verdaderos profetas como Jeremías crearon a su alrededor fuertes divisiones y contradicciones pues no halla lo que se quiere escuchar, sino lo que Dios le dice.

Jesús anuncia las divisiones y contradicciones que cercan a los verdaderos profetas cuando su mensaje, que es de Dios, se extiende entre las familias y los pueblos.

El ejemplo de los antiguos patriarcas es propuesto en la carta a los Hebreos a quienes saben con certeza hacia donde se encaminan, gracias a la nueva fe que comenzó y termina en Cristo.

B. Contenidos del Catecismo de la Iglesia Católica

La fe:

El Verbo se encarnó para ser nuestro modelo de santidad: 459; 2012.

La vocación a la santidad: 2013.

El progreso espiritual: 2014.

La respuesta:

El camino del combate espiritual: 2015-2016.

C. Otras sugerencias

El combate espiritual es un combate de oración (Domingo anterior), es un combate cultural (primera lectura y evangelio) es un combate total de la vida del que solo en Dios tiene su meta y en Cristo su Camino, Verdad y Vida.

La ascesis, la mortificación, la lucha del cristiano no son palabras de moda. Jesús es muy claro: como los profetas verdaderos sus discípulos crean divisiones a su alrededor y su vida es una lucha continua.

Bien vale la pena la meta: la santidad, aunque sea duro el camino.

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