Homilía I: con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II
Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva
Homilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
(Habac 1,2-3;2,2-4) "El que es incrédulo no tendrá en sí mismo un alma recta"
(2 Tim 1,6-8.13-14) "Te amonesto que avives la gracia de Dios que hay en ti"
(Lc 17,5-10) "Auméntanos la fe"
Homilía I: con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II
Homilía de Fernández Carvajal, en Hablar con Dios, Tomo V
--- Avivar continuamente el amor a Dios
--- Pedir al Señor una fe firme, que influya en todas nuestras obras
--- Actos de fe
--- Avivar continuamente el amor a Dios
La liturgia de este domingo se centra en la virtud de la fe. En la Primera lectura, el Profeta Habacuc (Habac 1,2-3; 2,2-4) se lamenta ante el Señor del triunfo del mal, tanto en el pueblo castigado por medio del invasor, como por los mismos escándalos de éste.
"¿Hasta cuando clamaré, Señor...? (...). ¿Por qué me haces ver desgracias, me muestras trabajos, violencias y catástrofes...?", se queja el Profeta. El Señor le responde al fin con una visión en la que le exhorta a la paciencia y a la esperanza, pues llegará el día en que los malos serán castigados: "la visión espera su momento, se acerca su término y no fallará; si tarda, espera, porque ha de llegar sin echarse atrás”. Sucumbirá quien no tenga su alma recta, "pero el justo vivirá por la fe". Aun cuando en ocasiones pueda parecer que triunfa el mal y quienes lo llevan a cabo, como si Dios no existiera, llegará a cada uno su día y se verá que realmente ha salido vencedor quien ha mantenido su fidelidad al Señor. Vivir de fe es entender que Dios nos llama cada día y en cada momento a vivir, con alegría, como hijos suyos, siendo pacientes y teniendo puesta la esperanza en Él.
--- Pedir al Señor una fe firme, que influya en todas nuestras obras
En la Segunda lectura (2 Tim 1,6-8; 13-14), San Pablo exhorta a Timoteo a mantenerse firme en la vocación recibida y a llenarse de fortaleza para proclamar la verdad sin respetos humanos: "Aviva el fuego de la gracia de Dios...; porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio. No tengas miedo de dar la cara por nuestro Señor y por mí, su prisionero. Toma parte en los duros trabajos del Evangelio"... Santo Tomás comenta que "la gracia de Dios es como un fuego, que no luce cuando lo cubre la ceniza"; y así ocurre cuando la caridad está cubierta por la tibieza o por los respetos humanos. La fortaleza ante un ambiente adverso y la capacidad de dar a conocer, en cualquier lugar, la doctrina de Cristo, de participar en los duros combates del Evangelio, viene determinada por la vida interior, por el amor a Dios, que hemos de avivar continuamente, como una hoguera, con una fe cada vez más encendida. Esto es lo que pedimos al Señor.
¡Qué diferencia entre esos hombres sin fe, tristes y vacilantes en razón de su existencia vacía, expuestos como veletas a la "variabilidad" de las circunstancias, y nuestra vida confiada de cristianos, alegre y firme, maciza, en razón del conocimiento y del convencimiento absoluto de nuestro destino sobrenatural! ¡Qué fuerza comunica la fe! Con ella superamos los obstáculos de un ambiente adverso y las dificultades personales, con frecuencia más difíciles de vencer.
Existe una fe muerta, que no salva: es la fe sin obras, que se muestra en actos llevados a cabo a espaldas de la fe, en una falta de coherencia entre lo que se cree y lo que se vive. Existe también una "fe dormida", "esa forma pusilánime y floja de vivir la existencia de la fe que todos conocemos con el nombre de tibieza. En la práctica, la tibieza es la insidia más solapada que puede hacerse a la fe de un cristiano, incluso de los que muchos llamarían un buen cristiano" (Pedro Rodríguez, Fe y vida de fe). Necesitamos una fe firme, que nos lleve a alcanzar metas que están por encima de nuestras fuerzas y que allane los obstáculos y supere los "imposibles" en nuestra tarea apostólica.
--- Actos de fe
En ocasiones el Señor llama a los Apóstoles "hombres de poca fe" pues no están a la altura de las circunstancias. En el Evangelio de la Misa los Apóstoles le piden a Jesús: "Auméntanos la fe". Así lo hizo el Señor, pues todos terminarían dando su vida, por atestiguar su firme adhesión a Cristo y a sus enseñanzas. Se cumplió las palabras del Señor: "Si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a este árbol: arráncate y plántate en el mar, y os obedecería". La transformación de las almas de quienes se cruzaron en su camino fue un milagro aún mayor.
Muchos actos de fe hemos de hacer en la oración y en la Santa Misa. Muchos fieles tienen la costumbre de repetir devotamente con la mirada puesta en el Santísimo Sacramento, aquella exclamación del Apóstol Tomás: “¡Señor mío y Dios mío!” De cualquier forma, no podemos dejar que pase esa oportunidad sin manifestar al Señor nuestra fe y nuestro amor.
A pesar del afán por formarnos, por conocer cada vez mejor a Cristo, es posible que alguna vez nuestra fe vacile o tengamos temores y respetos humanos para manifestarla. La fe es un don de Dios que nuestra poquedad a veces no puede sostener. En ocasiones es tan pequeña como un grano de mostaza. No nos sorprendamos por nuestra debilidad, pues Dios cuenta con ella. Imitemos a los Apóstoles cuando se dan cuenta de que todo aquello que ven y oyen les supera.
Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva
"Auméntanos la fe". También nosotros hacemos nuestra esta petición de los discípulos de Jesús porque hoy son muchas las cosas que invitan al pesimismo o, al menos, a un optimismo moderado. La desconfianza hacia todo programa político, social, económico, jurídico..., se va extendiendo en la conciencia de muchos y un sordo escepticismo, incluso cierta indiferencia, se apodera de mucha gente joven que ve con preocupación su futuro laboral y familiar.
Nos falta fe, y aunque la grandiosidad del Universo y el prodigio de la vida nos hablan constantemente de Dios -"lo invisible de Él es conocido desde la creación del mundo mediante las criaturas" (Rm 1,20)-, la consternación por la presencia abrumadora del mal y el silencio de Dios lleva a muchos a preguntarse si Dios existe y se ocupa de los hombres.
¿Cómo lograr tener más fe? Parece claro que, aunque la fe en Dios tiene una componente racional innegable, sólo se llega a creer si se quiere. Nemo credit nisi volens, "nadie cree sino queriendo, libremente". "La unanimidad de las opiniones sobre este punto es asombrosa, dice J. Pieper, y la coincidencia alcanza desde San Agustín y Santo Tomás hasta Kierkegaard, Newman y André Gide". Todos los argumentos a favor de la fe se estrellan contra una voluntad mal dispuesta. "Sólo se puede ver correctamente con el corazón; lo esencial permanece invisible para el ojo", dice A. Saint-Exupéry en El Principito. Se trata de que un frío análisis racional no convierta al hombre en una máquina ciega y sorda, inhumana. La formula más concisa de esta aseveración se debe a J. H. Newman: "creemos porque amamos".
Fides ex auditu, "la fe viene por el oído, dice S. Pablo, y lo que se oye por la palabra de Cristo" (Rm 10,17). En consecuencia, alimentamos y hacemos crecer la fe si escuchamos asiduamente la Palabra de Dios atendiendo en la Sta Misa, leyendo con frecuencia en Santo Evangelio y algún buen libro espiritual. De hecho, ¿cómo se llega a creer y confiar en alguien? Tratándole y llegando al convencimiento, mediante ese trato, que se carece de motivos para desconfiar. Tratar al Señor leyendo el Santo Evangelio "pues la justicia de Dios se revela en él por la fe y para la fe, según está escrito: el justo vivirá por la fe" (Rm 1,17).
Cuando ese conocimiento de Dios se va haciendo más rico, la confianza en Él se va también incrementando porque, ¿qué duda puede asaltar ante quien nos ha dado la vida, nos ha redimido con su sangre en el atroz tormento de la Cruz y perdona una y otra vez, y siempre, nuestras infidelidades? ¡Tratar a Jesucristo para conocerle a fondo, y llegaremos a la conclusión de S. Pablo: "yo sé bien de quién me he fiado"! (2 Tim 1,12).
Homilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
La fe mueve montañas
I. LA PALABRA DE DIOS
Ha l,2-3; 2,2-4: El justo vivirá por su fe
Sal 94, 1-2.6-7.8-9: Ojalá escuchéis la voz del Señor: No endurezcáis vuestro corazón
2 Tm l,6-8.13-14: No tengáis miedo de dar la cara por nuestro Señor
Lc l7, 5-10: !Si tuvierais fe...!
II. LA FE DE LA IGLESIA
«La fe es un don sobrenatural de Dios: Para creer, el hombre necesita los auxilios interiores del espíritu Santo» (179). «Este don inestimable podemos perderlo... Para vivir, crecer y perseverar hasta el fin en la fe debemos alimentarla con la Palabra de Dios; debemos pedir al Señor que la aumente; debe actuar por la caridad, ser sostenida por la esperanza y estar enraizada en la fe de la Iglesia» (162).
«El hombre, al creer, debe responder voluntariamente a Dios; nadie debe estar obligado contra su voluntad a abrazar la fe» (160). «Creer en Cristo Jesús y en Aquel que lo envió para salvarnos es necesario para obtener esa salvación» (161).
III. TESTIMONIO CRISTIANO
«La Virgen María realiza de la manera más perfecta la obediencia de la fe...» (148) «Durante toda su vida, y hasta su última prueba, cuando Jesús, su hijo, murió en la cruz, su fe no vaciló. María no cesó de creer en el ``cumplimiento' de la palabra de Dios. Por todo ello, la Iglesia venera en María la realización más pura de la fe» (149).
«El Antiguo Testamento es rico en testimonios acerca de esta fe. La carta a los Hebreos proclama el elogio de la fe ejemplar de los antiguos, por la cual fueron alabados» (Hb 11,2.39) (147).
IV. SUGERENCIAS PARA EL ESTUDIO DE LA HOMILÍA
A. Apunte bíblico-litúrgico
La frase del profeta Habacuc: «El justo vivirá por su fe», fue citada por S. Pablo como argumento fundamental en su carta a los Romanos.
El Evangelio recoge la enseñanza de Jesús a sus discípulos sobre la actitud definitoria del creyente: es un hombre de fe que busca solo hacer la voluntad de Dios.
La segunda carta pastoral a Timoteo recuerda el don del espíritu que éste recibió en su ordenación como sucesor de los Apóstoles; espíritu de gobierno y de fortaleza para mantener con fidelidad el tesoro de la fe cristiana.
B. Contenidos del Catecismo de la Iglesia Católica
La fe:
La obediencia de la fe: 144-152.
La características de la fe: 153-165.
La respuesta:
La fe, virtud teologal: 1814-1816.
La fe, respuesta del hombre a Dios: 2087-2089.
C. Otras sugerencias
«La fe que mueve montañas». ¿Quien la tiene?. Es un don de Dios que hay que reconocer y por el que darle gracias, pues todos «hemos movido montañas» gracias a Dios.
Es un don que hay que pedir: !Señor, auméntanos la fe!
Es un don que hay que conservar y hacer crecer.
Es un don que es necesario para subsistir.
Descripción de un hombre y un mundo sin fe en Dios.
Descripción de María, la primera peregrina de la fe.
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