«Alegría del testimonio»

Las lecturas de hoy me sugieren tres iconos: el primero es el amor de Jesús por la gente, su atención por los problemas de las personas. El Señor no se preocupa de cuántos le siguen, ni se le pasa  por la cabeza, por ejemplo, hacer un censo para ver si crece la Iglesia. ¡No! Habla, predica, ama, acompaña, hace el camino con la gente, manso y humilde. Y habla con autoridad, es decir, con la fuerza del amor.

El segundo icono son los celos de las autoridades religiosas de aquel tiempo: ¡No toleran que la gente vaya tras Jesús! ¡No lo soportan! Tenían celos: una fea actitud. Y de los celos pasan a la envidia, porque sabemos que el padre de la envidia es el demonio, por cuya envidia entró el mal en el mundo. Ellos sabían perfectamente quién era Jesús: ¡lo sabían! ¡Eran los mismos que pagaron a los guardias para que dijeran que los apóstoles habían robado el cuerpo de Jesús! ¡Pagaron para silenciar la verdad! ¡Qué mala es esa gente! Porque cuando se paga para esconder la verdad, estamos ante una maldad muy grande. El pueblo sabe quiénes son, y no les siguen, aunque los toleran porque tenían autoridad: la autoridad del culto, la autoridad de la disciplina eclesiástica de aquel tiempo, la autoridad sobre el pueblo… Jesús dice de ellos que ataban pesos enormes sobre los fieles y los hacían cargar sobre los hombros de la gente. No toleran la mansedumbre de Jesús, no toleran la mansedumbre del Evangelio, no toleran el amor. Y pagan por envidia, por odio.

Ahí tenemos los dos primeros iconos: Jesús que se conmueve al ver a la gente sin pastor, y las autoridades religiosas, con sus maniobras políticas, con sus maniobras eclesiásticas para continuar dominando al pueblo. Durante la reunión del Sanedrín hay un hombre prudente, Gamaliel, que invita a los jefes religiosos a liberar a los apóstoles. Así que, después de que hable ese hombre sabio, vuelven a llamar a los apóstoles, les hacen flagelar y les ordenan que no hablen en el nombre de Jesús. Finalmente, les dejan en libertad. “Pero, algo habrá que hacer: ¡les damos una buena paliza y después a casa!” Injusto, pero lo hicieron. Porque eran los “dueños de las conciencias”, y se sentían con el poder de hacerlo. ¡Dueños de las conciencias! También hoy, en el mundo, hay tantos. Yo he llorado al ver noticias de cristianos crucificados en cierto país no cristiano. Incluso hoy existe gente que, en nombre de Dios, mata y persigue. Pero también vemos a tantos que, como los apóstoles, están felices de haber sido hallados dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jesús. Y este es el tercer icono de hoy: la alegría del testimonio.

Así pues, primer icono: Jesús con la gente, el amor, el camino que nos ha enseñado, por el que debemos ir. Segundo icono: la hipocresía de los dirigentes religiosos del pueblo, que lo tenían aprisionado con tantos preceptos, con su legalidad fría y dura, y que llegaron a pagar para esconder la verdad. Tercer icono: la alegría de los mártires cristianos, alegría de tantos hermanos y hermanas nuestros que, a lo largo de la historia, han sentido la alegría y el gozo de haber sido dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jesús. ¡Y hoy hay muchos! Pensad que en algunos países, solamente por llevar el Evangelio, vas a la cárcel. No puedes llevar ni una cruz: te ponen una multa. Pero su corazón está alegre.

Los tres iconos: mirémoslos hoy. Son parte de nuestra historia de salvación.

N.B. Traducción libre del original italiano de Radio Vaticano. Como el Papa habla sin papeles, no se debe –y muchas veces, no se puede– transcribir literalmente todo lo que dice (porque hay repeticiones, medias palabras, gestos imposibles de transcribir…). Por eso, lo adapto para ser escrito y leído. Por tanto, no se deben tomar como palabras literales del santo Padre, aunque sí recogen fielmente sus enseñanzas. (N. del T.)