“Cercanía y compasión que siembran la esperanza”

Homilía de la Misa en Santa Marta

El Evangelio (Lc 7,11-17) cuenta que Jesús se acerca a un cortejo fúnebre: una viuda de Naím ha perdido a su único hijo. El Señor hace el milagro de devolver la vida al joven, pero hace algo más: es cercano. “Dios –dice la gente– ha visitado a su pueblo”. Cuando Dios visita hay algo más, algo nuevo, quiere decir que su presencia está especialmente ahí. Jesús era cercano a la gente. Un Dios cercano que es capaz de entender el corazón de la gente, el corazón de su pueblo. Ve ese cortejo, y el Señor se acerca. Dios visita a su pueblo, está en medio de su pueblo, y se acerca. Cercanía. Es la modalidad de Dios. Y hay una expresión que se repite en la Biblia muchas veces: “El Señor, al verlo, le dio lástima”, sintió compasión, la misma compasión que, dice el Evangelio, tenía cuando vio a tanta gente como ovejas sin pastor. Cuando Dios visita a su pueblo, está cerca, se le acerca y siente compasión: se conmueve.

El Señor está profundamente emocionado, como lo estuvo ante la tumba de Lázaro, como se emociona aquel Padre cuando ve volver a casa al hijo pródigo. Cercanía y compasión: así el Señor visita a su pueblo. Y si nosotros queremos anunciar el Evangelio, llevar adelante la Palabra de Jesús, ése es el camino. El otro camino, el de los maestros y predicadores de la época (doctores de la ley, escribas, fariseos), está lejos del pueblo: hablaban bien, enseñaban bien la ley. Pero eran lejanos. Y esa no era una visita del Señor: era otra cosa. El pueblo no lo sentía como una gracia, porque faltaba la cercanía, faltaba la compasión, es decir, padecer con el pueblo.

Hay otra palabra que es propia cuando el Señor visita a su pueblo: “El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús lo entregó a su madre”. Cuando Dios visita a su pueblo, devuelve al pueblo la esperanza. Siempre. Se puede predicar la Palabra de Dios brillantemente: ha habido en la historia muy buenos predicadores. Pero si esos predicadores no logran sembrar esperanza, esa prédica no sirve. Es vanidad.

Mirando a Jesús que devuelve a su madre al hijo vivo, podemos entender lo que significa una visita de Dios a su pueblo. Y pedir la gracia de que nuestro ejemplo de cristianos sea testimonio portador de la visita de Dios a su pueblo, es decir, de cercanía que siembra la esperanza.