Señales de la comunidad cristiana

Homilía de la Misa en Santa Marta

Acabamos de leer, en los Hechos de los Apóstoles, cómo era la vida de la primera comunidad cristiana. ¿Qué frutos aporta el Espíritu Santo a una comunidad? Hay dos señales claras en el renacer de una comunidad. La primera es la armonía. La comunidad renacida —o de los que renacen en el Espíritu— tiene la gracia de la unidad, de la armonía. Y el único que puede darnos esa armonía es el Espíritu Santo, que es la armonía entre el Padre y el Hijo, es el don que hace la armonía. La segunda señal es el bien común, es decir: ninguno pasaba necesidad (Hch 4,34), y ninguno consideraba suyo lo que poseía (Hch 4,32); lo ponían todo al servicio de la comunidad. Sí, algunos eran ricos, pero en el servicio. Estas son dos señales de la comunidad que vive en el Espíritu.

Es curioso porque, justo después, comienzan los problemas en el seno de la comunidad, por ejemplo con la llegada de Ananías y Safira, que intentan engañar a la comunidad. Son los “patronos” de esos benefactores que se acercan a la Iglesia, aparentemente para ayudarla, pero que utilizan la Iglesia para sus negocios. Y luego están las persecuciones, que ya había anunciado Jesús en la última de las bienaventuranzas de Mateo: Bienaventurados seréis cuando os insulten y os persigan por mi causa… Alegraos... (cfr. Mt, 5,11-12). ¡Sufre tantas persecuciones la primera comunidad! Jesús promete muchas cosas bonitas —la paz, la abundancia—, es verdad, pero con persecuciones: Recibiréis cien veces más, con persecuciones (Mc 10,30). Pues en la primera comunidad renacida del Espíritu Santo hay todo eso: pobreza, bien común…, y también problemas, dentro y fuera. Problemas dentro, como esa pareja de negociantes, y fuera, las persecuciones. Sin embargo, Pedro les dice que no se asusten de las persecuciones, porque es el fuego que les purifica. Sí, la comunidad renacida del Espíritu Santo es purifica precisamente en medio de dificultades y persecuciones. Así, pues, podemos señalar una tercera señal en la comunidad renacida: la paciencia: paciencia para soportar problemas, dificultades, maledicencias, calumnias, enfermedades, el dolor por la pérdida de un ser querido…

En definitiva, la comunidad cristiana demuestra que ha renacido del Espíritu Santo cuando busca la armonía —no la división interna—; cuando busca la pobreza —no acumular riquezas para sí, porque las riquezas están para el servicio—, y cuando no se enfada ante las dificultades, ni se ofende, sino que es paciente como Jesús.

En esta segunda semana de Pascua nos vendrá bien pensar en nuestras comunidades —sean diocesanas, parroquiales, familiares o tantas otras—, y pedir la gracia de la armonía —que es más que unidad: la unidad armónica, la armonía como don del Espíritu—, pedir la gracia de la pobreza —no de la miseria, sino de la pobreza; ¿qué significa? Que si tengo lo que tengo, debo gestionarlo para el bien común y con generosidad—, y pedir la gracia de la paciencia. Que el Señor nos haga entender que no solo individualmente, en el Bautismo, recibimos la gracia de renacer en el Espíritu, sino también nuestras comunidades.