Dejémonos mirar por Jesús

Homilía en Santa Marta

El Evangelio de hoy (Jn 21,15-19) nos propone el diálogo entre Jesús y Pedro. Jesús resucitado prepara la comida a sus discípulos y, después de comer, comienza un intenso diálogo con Pedro. Durante la oración, me ha venido al corazón cómo sería la mirada de Jesús sobre Pedro. Y encuentro tres miradas del Señor al Apóstol: la mirada de la elección, la del arrepentimiento y la de la misión.

Al principio del Evangelio de Juan, cuando Andrés va a su hermano Pedro y le dice: ¡Hemos encontrado al Mesías! (Jn 1,41), hay una mirada de entusiasmo. Jesús fija su mirada en él y le dice: Tú eres Simón, hijo de Juan, pero serás llamado Cefas, que significa Pedro (Jn 1,42). Es la primera mirada, la vocación, pero ya con el anuncio de la misión. Así pues, la primera mirada de la vocación y el primer anuncio de la misión. Y, ¿cómo estaba el alma de Pedro en aquella primera mirada? ¡Entusiasta! ¡La primera vez que va con el Señor!

Luego, miramos adelante hasta la noche dramática del Jueves Santo, cuando Pedro negó a Jesús tres veces. ¡Lo ha perdido todo! Perdió su amor y, cuando el Señor se cruza en su mirada, llora. El Evangelio de Lucas dice: Pedro lloró amargamente (Lc 22,62). Aquel entusiasmo de seguir a Jesús se convirtió en llanto, porque pecó: ha negado a Jesús. Esta mirada cambia el corazón de Pedro más que la primera. El primer cambio fue el cambio de nombre y de vocación. Pero esta segunda mirada cambia el corazón, que es un cambio de conversión al amor.

Y después está la mirada del encuentro tras la Resurrección. Sabemos que Jesús encontró a Pedro, dice el Evangelio (Lc 24,34), pero no sabemos qué se dijeron. El encuentro del Evangelio de hoy es la tercera mirada: la mirada que es confirmación de la misión, pero también confirmación del amor de Pedro. Tres veces el Señor le pide a Pedro manifestación de su amor, y le exhorta a apacentar sus ovejas. A la tercera pregunta, Pedro se entristeció (Jn 21,17), casi llora. Dolido porque por tercera vez le preguntase ¿Me quieres?, le dice: Señor, Tú lo sabes todo. Tú sabes que te quiero. Respondió Jesús: Apacienta mis ovejas. Es la tercera mirada, la mirada de la misión. O sea, la primera, la mirada de la elección, con el entusiasmo de seguir a Jesús; la segundo, la mirada del arrepentimiento en el momento de aquel pecado tan grave de haber negado a Jesús; la tercera mirada es la mirada de la misión: Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas.

Pero, no acaba ahí. Jesús va más allá, y dice a Pedro: Tú haces todo eso por amor, ¿y luego? ¿Serás coronado rey? No. Jesús predice a Pedro que tendrá que seguirlo por la vía de la Cruz. Podemos pensar: ¿Cuál es hoy la mirada de Jesús sobre mí? ¿Cómo me mira Jesús? ¿Con una llamada? ¿Con un perdón? ¿Con una misión? Porque todos estamos bajo la mirada de Jesús: nos mira siempre con amor, nos pide algo, nos perdona algo y nos da una misión.

Jesús viene al altar. Que cada uno piense: Señor, Tú estás aquí, entre nosotros. Fija tu mirada en mí y dime qué debo hacer; cómo debo llorar mis errores, mis pecados; cómo es mi valentía con la que debo ir adelante por el camino que Tú recorriste antes. En esta jornada nos vendrá bien releer este diálogo con el Señor y pensar en la mirada de Jesús sobre mí.