Las lágrimas de Jesús

Homilía del Papa Francisco en Santa Marta

https://youtu.be/LRS3Kxqn1-M

Monición de entrada

Pienso en tanta gente que llora: gente aislada, gente en cuarentena, ancianos solos, gente ingresada y personas en terapia, padres que ven que, como no hay salario, no logran dar de comer a sus hijos. Tanta gente llora. También nosotros, desde nuestro corazón, les acompañamos. Y no nos vendrá mal llorar un poco con el llanto del Señor por todo su pueblo.

Homilía

Jesús tenía amigos. Quería a todos, pero había amigos con los que tenía un trato especial –como se hace con los amigos– de más amor, de más confianza… Y muchas, muchas veces se quedaba en casa de estos hermanos: Lázaro, Marta, María. Y Jesús sintió dolor por la enfermedad y la muerte de su amigo. Llega al sepulcro y se emociona profundamente, y muy turbado preguntó: «¿Dónde lo habéis enterrado?» (Jn 11,34). Y Jesús se echó a llorar. Jesús, Dios, pero hombre, lloró. Otra vez en el Evangelio se dice que Jesús lloró: cuando lloró sobre Jerusalén (Lc 19,41-42). ¡Y con cuánta ternura lloró Jesús! Lloró de corazón, lloró con amor, lloró con los suyos que lloran. ¡El llanto de Jesús! Quizá, lloró otras veces en la vida –no sabemos–; seguramente en el Huerto de los Olivos. Pero Jesús lloró por amor, siempre.

Se conmovió profundamente y, muy turbado, lloró. Cuántas veces hemos oído en el Evangelio esa emoción de Jesús, con aquella frase que se repite: “Viendo, tuvo compasión” (cfr. Mt 9,36; Mt 13,14 ). Jesús no puede ver a la gente y no sentir compasión. Sus ojos miran con el corazón; Jesús ve con los ojos, pero ve con el corazón y es capaz de llorar.

Hoy, ante un mundo que sufre tanto, ante tanta gente que sufre las consecuencias de esta pandemia, yo me pregunto: ¿soy capaz de llorar, como seguramente lo habría hecho Jesús y lo hace ahora Jesús? ¿Mi corazón se parece al de Jesús? Y si es demasiado duro, aunque sea capaz de hablar, de hacer el bien, de ayudar, si el corazón no entra, ni soy capaz de llorar, debo pedir esa gracia al Señor. Señor, que yo llore contigo, llore con tu pueblo que en este momento sufre. Tantos lloran hoy. Y nosotros, desde este altar, desde este sacrificio de Jesús, de Jesús que no se avergonzó de llorar, pidamos la gracia de llorar. Que hoy sea para todos como el domingo del llanto.

Comunión espiritual

Jesús mío, creo que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas y te deseo en mi alma. Como ahora no puedo recibirte sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si hubieras venido, te abrazo y me uno del todo a ti. No permitas que jamás me separare de ti.