Los humanos no pueden querer muchísimo solamente durante un minuto, dice D. Francisco Gil Hellín<br />"La entrega mutua de los esposos constituye la<br />naturaleza del matrimonio" afirmó Mons. Gil Hellín en la apertura de III<br />Diálogos de Teología organizados por la Biblioteca Almudí. El Secretario del<br />Consejo Pontificio para la Familia, ante casi un centenar de sacerdotes afirmó<br />que "el matrimonio no lo hace el amor, sino el consentimiento entre un<br />hombre y una ... 
"La entrega mutua de los esposos constituye la         naturaleza del matrimonio" afirmó Mons. Gil Hellín en la apertura de III         Diálogos de Teología organizados por la Biblioteca Almudí. El Secretario del         Consejo Pontificio para la Familia, ante casi un centenar de sacerdotes afirmó         que "el matrimonio no lo hace el amor, sino el consentimiento entre un         hombre y una mujer de donarse el uno al otro en totalidad de por vida. Si a unos         casados se les apagara el amor, no por eso dejaría de existir el matrimonio,         tendríamos, llamémosle así, un "cadáver" de matrimonio, un árbol         seco, un matrimonio sin vida. Sin embargo este "cadáver" exige         siempre ser vivificado de nuevo por el amor. El hombre y la mujer pueden decidir         unirse mediante la donación del uno al otro, pero una vez unidos ya no pueden         "no unirse"".
Con fuerza sostuvo que la necesidad de la santidad         matrimonial "que no se construye con buenos deseos, sino viviendo la         realidad humana del matrimonio y por la gracia el sacramento cristiano".         Por eso un planteamiento adecuado y serio de la moral, requiere que los         cónyuges se den cuenta de que sólo renovando cotidianamente su vocación y su         entrega mutua, sólo situando el centro de su lucha en lo que son, encontrarán         con la gracia de Dios, las fuerzas para vivir las exigencias derivadas de su         entrega. La vida moral del matrimonio consiste en la llamada a vivir una         entrega, y a realizarla a lo largo de sus vidas.
A la Iglesia no le preocupa la "debilidad" humana,         que tiene remedio en la penitencia, sino que el problema está en darse cuenta         de lo que supone el matrimonio. Y por eso -continuó diciendo- cuando el         matrimonio se da cuenta de que no cumple las exigencias de entrega mutua en el         matrimonio, acaba pidiendo auxilio.
En su exposición se percibió no sólo el gran conocimiento         que por su cargo tiene de la realidad matrimonial. Sino también la larga         experiencia de atención a matrimonios y novios que adquirió durante sus años         de ministerio en Valencia. Por eso pudo transmitir una visión llena de gran         esperanza ante el futuro de la familia y del papel que está llamada a         desempeñar en la construcción de la sociedad. Terminó presentando el gran         desafío del hombre contemporáneo que se encuentra en que sienta la necesidad         de ser ayudado.