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El dolor es mucho más que una estadística, por Alonso

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“El sufrimiento que el SIDA produce en los  enfermos  y  en  sus  seres queridos, es la sombra que una sociedad hedonista como la nuestra, oculta”   ....”Se  hace  el  silencio.  Es  la  una  de la   madrugada   y   las  puertas   de   las habitaciones  están  cerradas  como  si todo  estuviera en  orden.  El  personal sanitario  e...

“El sufrimiento que el SIDA produce en los  enfermos  y  en  sus  seres queridos, es la sombra que una sociedad hedonista como la nuestra, oculta”

 

....”Se  hace  el  silencio.  Es  la  una  de la   madrugada   y   las  puertas   de   las habitaciones  están  cerradas  como  si todo  estuviera en  orden.  El  personal sanitario  está  reunido  en  el  control  de la planta charlando y descansando del ajetreo que han tenido de 10 a 12. Son gente joven, con buen humor y una total entrega a los enfermos. De repente, se oye  un  grito  desgarrador,  es  un  chico joven que sufre y está solo, sin familia, sin un amigo que le acompañe, con la única compañía de  una   enfermedad que ya no le permite vocalizar bien. Su grito es más bien un alarido, pero cuando se pone atención se puede distinguir con dificultad ¡enfermera!...

 

Se oye correr por el pasillo, es la enfermera que intenta paliar con su cariño y con alguna pastilla un sufrimiento para el  que  no  hay  remedio porque  en  él, está unido el dolor físico y   la angustia de querer ahuyentar a la única compañera que no le abandona nunca, la sombra de la muerte. SON  ENFERMOS DE SIDA.

 

A partir de ese momento los timbres no dejan de sonar, es como si se hubiera encendido una alarma y todo el dolor de todos  se  activase. Uno  siente  en  esos momentos  como  si tuviera  que pedir perdón  por  estar  sano. Mi  reacción  inmediata  es  rezar  por cada  uno  de  los que  gritan,  para  que  Dios  les  dé  consuelo, para que haga un gran milagro y les cure tanto dolor, para que perdone sus errores y para que –cuando se los lleve–  les  dé directamente el cielo. No se puede sufrir más, no hay una enfermedad  que  produzca tanta angustia, en el enfermo y en sus seres queridos. Y  encima  ¡hay  tantos que  no  tienen  a nadie!...

 

No  era  la  primera  vez  que  mi  hijo  ingresaba en el hospital. Llevábamos así muchos  meses  y  –sin  embargo–  cada noche sentía los mismos sobresaltos, y las mismas  angustias porque no tienen una  madre que  les  cuide. Duele  tanto, que a veces parece que el corazón no puede más, que estalla, que se rompe. Me  encomiendo  a  Dios  y  pido  por  mi hijo  y  por  todos  los  demás,  para  que tengan un sueño reparador de tanto sufrimiento, e intento dar una cabezada.”

 

Mi hijo fue tratado muy bien por la  Seguridad Social y, sobre todo, con  un gran cariño  y  respeto  por  todo  el personal sanitario.  No  le  faltó  ningún  medicamento  por  nuevo  que fuera,  pero... los medicamentos contra esta enfermedad son  bombas  que  a la  vez  que  destruyen –una parte– del virus, destruyen el cuerpo del enfermo.

 

No  es  un  relato. Es  la  realidad  de  una enfermedad  de  la  que solamente    se habla con números y porcentajes, como si no afectara a personas. Se minimizan los riesgos de contagio y se  la mete en el cajón de sastre de las enfermedades crónicas. ¡Dios quiera que así sea!, pero no puedo evitar un sentimiento de rebeldía ante lo que se calla nuestro sistema de sanidad: el aumento de la enfermedad por la promiscuidad, el avance rapidísimo entre heterosexuales y, -sobre todo- el empeño de no sé quién de anular los valores fundamentales que rigen la   vida   humana, independientemente de  sus  ideas  religiosas  o  morales. Parece  hoy, que  lo  único  importante  es fomentar el placer, despertando -cuanto antes  mejor-  sensaciones  en  los  adolescentes  y  en  los  niños. Sin  barreras, sin respetar los ciclos de la vida que... !hasta los animales respetan!.

 

¿Por qué tanto ahínco en convencernos de lo malo que es el tabaco?, supongo que para evitar el cáncer que –además de matar– cuesta un montón de dinero a  la  Seguridad  Social. Para  ello,  y  me parece  bien,  las autoridades  no  han dudado   en   hacer   leyes   que   coartan nuestra  libertad,  pasando  del  consejo a  la  acción.  NO  SE  PUEDE FUMAR. Es  una  orden,  para  nuestro  bien,  por supuesto.

 

Y yo me pregunto: ¿por qué no se hace una campaña adecuada y efectiva contra  la  plaga  del  SIDA?: pues  muy  fácil. Se  lucha  contra  la  droga como  medio de contagio, pero no interesa hablar de fidelidad y de abstinencia porque puede dar una imagen ¿retrógada? que incida en las urnas. Eso  es  lo  que  realmente importa. Para esto no hay leyes ni prohibiciones, ni edades... démosles fútbol y TV carroñera, démosle lo que el cuerpo  pide  y  luego  ya  lamentaremos  que existan   tantas violaciones,   crímenes pasionales, etc.

 

¿Saben  cuanto  cuesta  el  tratamiento del  SIDA?  ¿Saben  cuantos enfermos hay   en   España?   ¿Se   imaginan   que pasaría si todas las personas “tan liberales”, que prueban de todo, se hicieran la prueba de la enfermedad? Ojalá aparezca  pronto  algo  que  de  verdad  cure esta plaga,  pero  entretanto  se  debe saber la verdad. No podemos hablar del preservativo  como  si  fuera  la  solución del  problema,  primero  porque no  es seguro y segundo porque lo único que conseguimos  es  adelantar situaciones en  los  adolescentes  ¡y  en  los  niños! que  –ante  el bombardeo  de  la  desinformación-  son  incapaces  de  controlar sus impulsos  y,  lo  más  importante,  les inutilizan para desarrollar cualquier otro valor de tipo espiritual.

 

REVISTA La Caja, Nº 13 SEPTIEMBRE 2005

 

www.revistalacaja.com

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