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El enfado de Loriga y la mística de Paz Vega

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Ray Loriga se ha picado. Está molesto con la Conferencia Episcopal. Esperaba más. Esperaba más bronca, quiero decir. Supongo. Porque no podía esperar otra cosa. No podía pensar que le nombraran defensor de la fe, como a Enrique VIII cuando era bueno.

Ray Loriga se ha picado. Está molesto con la Conferencia Episcopal. Esperaba más. Esperaba más bronca, quiero decir. Supongo. Porque no podía esperar otra cosa. No podía pensar que le nombraran defensor de la fe, como a Enrique VIII cuando era bueno. Y no, no ha habido bronca. El especialista de cine se ha limitado a decir que su película sobre santa Teresa “roza el límite de lo aceptable”; que “no acaba de sintonizar con la vida y el pensamiento de santa Teresa”; y que “la actriz no entiende de qué trata” la mística.

Y claro, está enfadado. Se puede pasar a la historia del cine despertando el mayor de de los entusiasmos o montando el mayor escándalo del mundo, con boicots y manifestaciones. Pero no se puede pasar si a uno le dicen, suavemente, que no comprende al personaje y que lo trata de una manera grosera. O sea, que es una mala película sobre santa Teresa, aunque pueda tener valores de fotografía o vestuario. Así ni sube la fama ni sube la taquilla.

Bueno ¿y qué pensaba? Imaginen que intentamos hacer una película sobre Ronaldinho y contratamos a un bonzo con coleta para hacer el personaje principal. Los aficionados se pondrían bastante nerviosos y con razón, si el bonzo en lugar de correr por el lateral y chutar en el área, se pusiera a hacer la flor de loto en medio del campo con los ojos en blanco y sin dar pie con bolo durante toda la película. Saldrían irritados del cine y pensarían con razón, que un bonzo es lo menos apropiado para representar a un futbolista. ¿Cómo lo va a representar si procede de una experiencia totalmente distinta?

Pues ése el caso. Lo más parecido a la mística que se le ocurre a Ray Loriga es poner a Paz Vega tal como vino al mundo, pero con unos años más, rozándose con un crucifijo. Se suele decir que de lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso. Pues aquí no se da. Lo sublime no se alcanza y entonces todo queda en el terreno de lo ridículo. Esto sin pensar que es de mal gusto y escaso ingenio herir los sentimientos profundos de los demás.

Es evidente que Ray Loriga y Paz Vega tienen dificultades para imaginarse lo sublime. Ray Loriga es un novelista urbano, experto en narraciones de barrios bajos y pandillas de navajeros. Sabe mucho de ambientes sórdidos y es capaz de transmitirlos con un realismo de vómito. Y Paz Vega, por lo visto, también está muy preparada para algún tipo de papeles, después de hacer Al otro lado de la cama y ser premiada en Lucía y el sexo. Pero con estos antecedentes es difícil afrontar un personaje como santa Teresa, sentir su espíritu y expresar lo sublime del misticismo.

La mística tiene que ver con el espíritu, pero la metáfora más cercana que se le ocurre a Ray Loriga es una alusión erótica. Es todo un síntoma. No de la época de santa Teresa, sino de la nuestra. Ray Loriga y Paz Vega no pasan de ser exponentes de una época con muchísimo cuerpo y escasísimo espíritu. Y poca experiencia de Dios, al que es difícil comprender con esta combinación de bulimia corporal y anorexia espiritual.

No sé qué pensaría Freud si los tuviera en el diván declarando. Pero, de momento, la mística les viene grande y el espíritu también. Son personas jóvenes y quizá conozcan otras épocas más profundas en su vida. Entretanto, paciencia. No es ni la primera ni la última película desafortunada sobre temas cristianos. Estamos de moda.

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