Almudi.org
  • Inicio
  • Libros
  • Películas
    • Estrenos de CINE
    • Estrenos de DVD - Streaming
    • Series de TV
  • Recursos
    • Oración y predicación
    • La voz del Papa
    • Infantil
    • Documentos y libros
    • Opus Dei
    • Virtudes
    • Kid's Corner
  • Liturgia
    • Misal Romano
    • Liturgia Horarum
    • Otros Misales Romanos
    • Liturgia de las Horas
    • Calendario Liturgico
    • Homilías de Santa Marta
  • Noticias
  • Almudi
    • Quiénes somos
    • Enlaces
    • Voluntariado
    • Diálogos de Teología
    • Biblioteca Almudí
  • Contacto
    • Consultas
    • Colabora
    • Suscripciones
    • Contactar
  • Buscador
  • Noticias
  • La lógica de la Misericordia

La lógica de la Misericordia

  • Imprimir
  • PDF
Escrito por Blanca Castilla de Cortázar
Publicado: 08 Febrero 2016

La lógica de la misericordia amplía el don convirtiéndolo en perdón, llena de estupor y gratitud

En el año Jubilar que celebramos recordemos que etimológicamente misericordia significa “sentir la desdicha de otros” o bien “el corazón que se da al que está lejos del amor o es enemigo del amor”.

Como todo amor, también la misericordia procede de Dios. Ahora bien, Dios en su intimidad es ante todo amor, comunión. Sólo en Él se dan de modo pleno las palabras de san Bernardo: «El amor se basta por sí mismo, agrada por sí mismo y a causa de sí mismo. Se fruto es experiencia. Amo porque amo, amo para amar». Por esta razón hay autores que advierten que en su intimidad Dios es amor, pero no misericordia.

Sin embargo, hay una característica del amor de especial interés: se basta a sí mismo pero nada es bastante para el amor. El amor es efusivo, fecundo, desea compartir sus bienes y su felicidad con otros, con muchos: en este sentido Dios crea por amor: «para tener en quien depositar sus bienes» dice san Ireneo. Este amor derramado podría no existir, es condescendencia gratuita. Es hesed, es decir, misericordia, pues la mayor indigencia es el no existir. De ahí que el predicador del Papa, Cantalamessa comenta que la misericordia de Dios es anterior al pecado.

Tras el pecado entra el mal en el mundo. Frente a la falta de correspondencia de las criaturas que eligen impedir que su amor se haga creador en ellos, Dios no se impone, respeta con infinita medida su libre opción: los dejará hacer. Pero su misericordia inventiva le llevará a amar todavía más, otorgando nuevos y aún mayores dones. De ahí que la misericordia de Dios, que comenzó como donación se amplía a la misericordia como perdón, dando lugar a la lógica de la Redención. La Redención, es presentada por Juan Pablo II, ya desde su primera Encíclica, como la Creación renovada. Lo diremos con palabras de su texto inédito: «La Redención es, tal vez antes que nada, la nueva donación al hombre y a la entera humanidad de lo bueno y bello, que se otorga en el misterio de la Creación. Con la Redención todo se hace nuevo (cfr. Ap 21, 5).

Esa lógica manifiesta, ya en el proto-evangelio, su voluntad salvadora a través de un nuevo don, su propio Hijo: «Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16). Lógica del amor de Dios, que san Pablo no duda en calificar como excesivo (Ef 2, 4-5), que aporta nuevas ventajas, como aquella de ser hijos en el Hijo, lo que hace clamar a la liturgia: ¡Felix culpa! El pecado fue redimido por la misericordia y de un modo sorprendente, a través del dolor. Ciertamente, no era necesario llegar hasta ahí, pero si Dios dio ese paso fue por había más ventajas, pues si Cristo no hubiera muerto en la cruz no conoceríamos hasta qué punto Dios nos ama. La pasión de Cristo tiene la ventaja también de aumentar más nuestra dignidad humana.

La lógica de la misericordia amplía el don convirtiéndolo en perdón, llena de estupor y gratitud. Cristo se convierte en el rostro de la Misericordia de Dios, y lleva a cabo la Redención no sólo con el dolor sino sobre todo con el amor, porque sufre por amor, y transforma el dolor provocado por el odio, borrándolo y haciéndolo desaparecer, ahogando el mal en abundancia de bien. Él mismo dice: «No hay amor más grande que dar la vida por los amigos» (Jn 15,13), y el colmo del amor es que Él la da, cuando aún nosotros éramos enemigos (Rom 5,8).

Blanca Castilla de Cortázar
Doctora en Filosofía y Teología, de la Real Academia de Doctores de España

Fuente: religionconfidencial.com.

  • Anterior
  • Siguiente

Colabora con Almudi

Quiero ayudar
ARTÍCULOS
  • Cristo hombre perfecto. Naturaleza y gracia en la Persona Divina de Cristo
    Ignacio Andereggen
  • Revolución de la ternura: un nuevo paradigma eclesial en el pontificado de Francisco
    Amparo Alvarado Palacios
  • La confesión sacramental, un camino de libertad y de amor a Dios
    Redaccion opusdei.org
  • El hombre como relación a Dios según Kierkegaard
    Juan F. Sellés
  • El juicio final en la teología de santo Tomás de Aquino
    Leo Elders
  • La «cooperación orgánica» del sacerdocio común y del sacerdocio ministerial en las Prelaturas personales
    José R. Villar
  • Eucaristía y sacerdocio
    Fernando Ocáriz
  • La Pedagogía del Amor y la Ternura: Una Práctica Humana del Docente de Educación Primaria
    César Enrique López Arrillaga
  • Mons. Álvaro del Portillo y el Concilio Vaticano
    Card. Julián Herranz
  • Una nueva primavera para la Iglesia
    Benedictus.XVI
  • El mensaje y legado social de san Josemaría a 50 años de su paso por América
    Mariano Fazio
  • El pecado: Negación consciente, libre y responsable al o(O)tro una interpretación desde la filosofía de Byung-Chul Han
    Juan Pablo Espinosa Arce
  • El culto a la Virgen, santa María
    Gaspar Calvo Moralejo
  • Ecumenismo y paz
    José Carlos Martín de la Hoz
  • Verdad y libertad I
    Eudaldo Forment
MÁS ARTÍCULOS

Copyright © Almudí 2014
Asociación Almudí, Pza. Mariano Benlliure 5, entresuelo, 46002, Valencia. España

  • Aviso legal
  • Política de privacidad