Almudi.org
  • Inicio
  • Libros
  • Películas
    • Estrenos de CINE
    • Estrenos de DVD - Streaming
    • Series de TV
  • Recursos
    • Oración y predicación
    • La voz del Papa
    • Infantil
    • Documentos y libros
    • Opus Dei
    • Virtudes
    • Kid's Corner
  • Liturgia
    • Misal Romano
    • Liturgia Horarum
    • Otros Misales Romanos
    • Liturgia de las Horas
    • Calendario Liturgico
    • Homilías de Santa Marta
  • Noticias
  • Almudi
    • Quiénes somos
    • Enlaces
    • Voluntariado
    • Diálogos de Teología
    • Biblioteca Almudí
  • Contacto
    • Consultas
    • Colabora
    • Suscripciones
    • Contactar
  • Buscador
  • Noticias
  • ‘A hora vella’

‘A hora vella’

  • Imprimir
  • PDF
Escrito por Paco Sánchez
Publicado: 01 Agosto 2016

Con hora nueva o vieja, me parece imprescindible recuperar esos tiempos de estar juntos y contar, sin interferencias de cacharros ni de unas prioridades personales algo desquiciadas

Las dudas sobre la conveniencia de cambiar la hora retornan cada primavera. Sin embargo, comparecen con menos frecuencia, aunque también son antiguas, las dudas sobre nuestro peculiar horario de trabajo y comidas, casi único en el mundo. Hace muchos años comentaba con Alejandro Llano esa anomalía relojera y le decía que deberíamos adoptar un horario como el de todo el mundo: adelantar la jornada laboral y recortar el almuerzo, de modo que se pudiera salir antes de trabajar. No sé si pensará lo mismo ahora, pero me contestó entonces que, siendo como somos, aunque mi propuesta tenía sentido, probablemente terminaríamos entrando más temprano a la oficina, comiendo rápido y mal, y saliendo a la misma hora de siempre. Me entró la risa, porque tenía razón. Al asunto no le falta enjundia, porque en el horario nos jugamos muchas cosas.

Hay algo razonable en plegarse a los ritmos que marca el sol, de los que España se ha apartado hace más de setenta años. En los pueblos, por lo menos aquí, en Galicia, se notaba más. Hasta el punto de que la gente se regía por dos horarios: el oficial a partir de 1940 y el anterior, al que llamaban «a hora vella». Se oían frases como «Salimos a las cuatro de la hora vieja». Porque esta se arrimaba más a la del sol, y en el campo no había sintonía de mayor eficacia tanto para el trabajo como para el descanso. En invierno como en verano, la salida y la caída del sol marcaban lo que se podía hacer y lo que no. 

Mi madre recuerda con ilusión indescriptible las noches largas de invierno, con los diez hermanos reunidos con sus padres y la abuela en torno al fuego del hogar, la repisa de piedra con brasas en el centro sobre el que pendía poderosa la cadena del pote. Las mujeres calcetaban, mi abuelo hilaba y no queda muy claro qué hacían mis tíos, salvo contar muchas cosas y acaso aguantar madejas o devanar ovillos. Quizá por eso mis tíos son grandes narradores criados en la escuela de la lareira.

A menudo se acercaban algunos hijos de los vecinos y, de entre todos, preferían a Ricardo do Carpinteiro −así llamaban a los de su casa, aunque no había ningún carpintero en ella−, porque contaba mejor y con más gracia. También ellos iban a las casas vecinas, pero por lo visto debían estar todos de vuelta a la hora del rosario. Lo rezaban y se iban a la cama. Mi bisabuela, entonces, pasaba por las habitaciones para rociar con agua bendita las camas. En la de los chicos, mi tío Ricardo siempre le gastaba la misma broma: «Toda el agua cayó del lado de Pepe, y yo me he quedado sin nada». Entonces mi bisabuela, riéndose, repetía la operación cargando la mano hacia Ricardo.

En casa de mi padre ocurría lo mismo. Había siesta obligatoria en verano, algo dolorosísimo para mí y para los demás niños, y no quedaba tiempo para ella en invierno. Las noches se parecían en todo a las de la casa de mi madre, salvo en que se dirigía el rosario por turno y los pequeños nos alegrábamos −también alguno de los mayores− cuando le tocaba a mi abuelo, porque siempre llegaba rendido a la noche, cabeceaba de sueño y, en cada cabeceo, se saltaba algún misterio o media letanía.

Supongo que ya se me adivina la intención. Quiero decir que, con hora nueva o vieja, me parece imprescindible recuperar esos tiempos de estar juntos y contar, sin interferencias de cacharros −la televisión, los teléfonos móviles− ni de unas prioridades personales algo desquiciadas. También porque mejoraría nuestra salud física y literaria.

Paco Sánchez, en Nuestro Tiempo.

  • Anterior
  • Siguiente

Colabora con Almudi

Quiero ayudar
ARTÍCULOS
  • El concilio ecuménico Vaticano II: características de la recepción de un concilio singular (VaticanoII_II)
    Joaquín Perea González
  • El concilio ecuménico Vaticano II: características de la recepción de un concilio singular (I)
    Joaquín Perea González
  • La inculturación de la fe, desafío para una educación cristiana de calidad
    José María Barrio Maestre
  • Catolicismo y conquista del nuevo mundo. Función, apogeo y decadencia
    Felipe Pérez Valencia
  • El problema de la debilidad del espíritu
    Rafael Alvira
  • La ignorancia responsable en Aristóteles
    Mario Spangenberg Bolívar
  • EL VALOR DE LA AMISTAD EN LA VIDA DEL HOMBRE La libertad de ser uno mismo con el otro
    Melisa Brioso, Blanca Llamas, Teresa Ozcáriz, Arantxa Pérez-Miranda Alejandra Serrano
  • La guerra de Rusia contra Ucrania: ¿cómo hemos llegado hasta aquí?
    Javier Morales Hernández
  • El deseo en la cultura de la seducción
    Manuel Cruz Ortiz de Landázuri
  • Tolkien, maestro de la esperanza
    Benigno Blanco Rodríguez
  • La educación democrática en el contexto de la deliberación y el agonismo político
    Sergio Luis Caro Arroyo
  • La Virgen María y el culto mariano en el arte y la literatura de la España de la edad de plata
    Javier García-Luengo Manchado
  • La Asunción de María
    José Ignacio Munilla
  • La familia de Dios padre: la fraternidad de los hijos de Dios
    Jean-Louis Brugues
  • La educación emocional, el auto-concepto, la autoestima y su importancia en la infancia
    Ana Roa García
MÁS ARTÍCULOS

Copyright © Almudí 2014
Asociación Almudí, Pza. Mariano Benlliure 5, entresuelo, 46002, Valencia. España

  • Aviso legal
  • Política de privacidad