Almudi.org
  • Inicio
  • Libros
  • Películas
    • Estrenos de CINE
    • Estrenos de DVD - Streaming
    • Series de TV
  • Recursos
    • Oración y predicación
    • La voz del Papa
    • Infantil
    • Documentos y libros
    • Opus Dei
    • Virtudes
    • Kid's Corner
  • Liturgia
    • Misal Romano
    • Liturgia Horarum
    • Otros Misales Romanos
    • Liturgia de las Horas
    • Calendario Liturgico
    • Homilías de Santa Marta
  • Noticias
  • Almudi
    • Quiénes somos
    • Enlaces
    • Voluntariado
    • Diálogos de Teología
    • Biblioteca Almudí
  • Contacto
    • Consultas
    • Colabora
    • Suscripciones
    • Contactar
  • Buscador
  • Noticias
  • Amor y compromiso

Amor y compromiso

  • Imprimir
  • PDF
Escrito por Javier Vidal-Quadras
Publicado: 07 Marzo 2018

Cuando me he comprometido para siempre, me hago capaz de amar porque sitúo al otro, al amado, en el centro de la relación y contemplo a esta, la relación, como término y meta de mi vida

En la última entrada hablé de la incapacidad de la convivencia para contrastar el amor. Y ya avancé que, por razones de espacio, dejaba muchos aspectos de la cuestión en el tintero para futuras ocasiones, aspectos que, dado el interés que el tema suscita, voy a ir abordando en esta y sucesivas entradas.

Una pregunta que enseguida viene a la mente es qué diferencia hay entre convivir estando casado y no estándolo. Aparentemente, todo es igual. Si no es porque se lo dicen, nadie podría distinguir una pareja que convive more uxorio (según la costumbre de los casados) sin estarlo de otra que convive estando casada. ¿No hacen ambas lo mismo? ¿No se quieren y están igual de enamoradas? ¿A qué este empeño en comprometerse?

Y, en efecto, mecánica y externamente, todo es igual. A mí me sucede algo parecido con mi cuñado. Los dos tenemos una edad parecida. Los dos salimos a correr varias veces a la semana. Mecánica y externamente, los dos damos las mismas zancadas y movemos los mismos músculos. Pero él es capaz de correr maratones y yo no.

¿Cuál es la diferencia? El compromiso. Él se ha comprometido consigo mismo −y con los demás, que también lo saben− a correr una maratón. Yo, no. Por eso, sus zancadas no son exactamente las mismas que las mías. Son más comprometidas, más entregadas, si se me permite hablar así de una zancada. Tienen otra proyección. Responden a un entrenamiento específico, a unos tiempos, a unos ritmos, a unas frecuencias orientadas a una meta: poder correr la distancia del maratón en un tiempo determinado. Mientras corre, su mente está concentrada en lograr el objetivo, la mía divaga en mil ocupaciones. Y, cuando no corre, su inconsciente también tiene presente esa meta que se ha propuesto, de modo que mantiene su cuerpo y su mente dispuestos para lograrla. Mi inconsciente, en cambio, sigue siendo tal, no recibe ningún estímulo que le recuerde reto ni objetivo algunos en lo que a correr se trata.

Los besos, las llamadas, la distribución de los tiempos y tareas domésticas, la gestión del ocio, las decisiones logísticas y profesionales, la organización del deporte, la relación con nuestros compañeros de trabajo, las copas con nuestros amigos, hasta las oraciones…, toda nuestra vida se proyecta de manera diferente según hayamos prometido un amor para siempre o no.

Los actos y gestos del amor parecen iguales, y lo son externamente, pero contienen un significado y un alcance muy distintos. Si de verdad hemos decidido amar sin condiciones, cada vez que besamos, fregamos, hacemos la cama, llevamos al niño al cole, acabamos el informe, cogemos la raqueta, bebemos una cerveza con un amigo, chateamos o rezamos, aunque no lo percibamos, estamos preparando nuestro músculo personal para poder correr la maratón del amor sin retorno. Tenemos la convicción −tantas veces inconsciente en el momento− de que esos actos ya no son solo nuestros, sino que forman parte de un proyecto nuevo que no es ya de cada uno, sino que nos pertenece a los dos, al matrimonio.

Tomás Melendo lo expresa con palabras más precisas: el sí incondicionado y para siempre “me capacita para amar”, afirma. Me sitúa, podríamos decir, en un nivel de predisposición, de preparación −forma física, emocional, volitiva y mental− que difícilmente alcanzaré sin una “determinada determinación” (según expresión de santa Teresa) de amar para siempre. Es como el valor para tirarse en paracaídas. Puedo intentar entrenarme para adquirirlo, pero llega un momento, el momento de la verdad, en que todo depende de la decisión, de la voluntad: salto o no salto. Si salto, tengo el valor; si no salto, no lo tengo. Si salto, no hay vuelta atrás. No tiene sentido mirar arriba como queriendo volver y recuperar la seguridad perdida del avión, he de concentrarme en el futuro, que me abre un nuevo horizonte de libertad, de nuevas sensaciones y experiencias que formarán ya parte de mí para siempre. Y es que, como explica Melendo, hay grados de virtud que no se alcanzan mediante la repetición de actos, sino con una determinación irrevocable en un momento preciso.

Cuando me he comprometido para siempre, me hago capaz de amar porque sitúo al otro, al amado, en el centro de la relación y contemplo a esta, la relación, como término y meta de mi vida. Naturalmente, la decisión me capacita, pero no me asegura el éxito; después, he de trabajarla durante toda la vida, haciéndome experto en amores, que en esto del amor no puede uno despistarse, pues la cabra tira siempre al monte como el ‘yo’ tira siempre a sí mismo.

Javier Vidal-Quadras, en javiervidalquadras.com.

  • Anterior
  • Siguiente

Colabora con Almudi

Quiero ayudar
ARTÍCULOS
  • Revolución de la ternura: un nuevo paradigma eclesial en el pontificado de Francisco
    Amparo Alvarado Palacios
  • La confesión sacramental, un camino de libertad y de amor a Dios
    Redaccion opusdei.org
  • El hombre como relación a Dios según Kierkegaard
    Juan F. Sellés
  • El juicio final en la teología de santo Tomás de Aquino
    Leo Elders
  • La «cooperación orgánica» del sacerdocio común y del sacerdocio ministerial en las Prelaturas personales
    José R. Villar
  • Eucaristía y sacerdocio
    Fernando Ocáriz
  • La Pedagogía del Amor y la Ternura: Una Práctica Humana del Docente de Educación Primaria
    César Enrique López Arrillaga
  • Mons. Álvaro del Portillo y el Concilio Vaticano
    Card. Julián Herranz
  • Una nueva primavera para la Iglesia
    Benedictus.XVI
  • El mensaje y legado social de san Josemaría a 50 años de su paso por América
    Mariano Fazio
  • El pecado: Negación consciente, libre y responsable al o(O)tro una interpretación desde la filosofía de Byung-Chul Han
    Juan Pablo Espinosa Arce
  • El culto a la Virgen, santa María
    Gaspar Calvo Moralejo
  • Ecumenismo y paz
    José Carlos Martín de la Hoz
  • Verdad y libertad I
    Eudaldo Forment
  • La razón, bajo sospecha. Panorámica de las corrientes ideológicas dominantes
    Benigno Blanco
MÁS ARTÍCULOS

Copyright © Almudí 2014
Asociación Almudí, Pza. Mariano Benlliure 5, entresuelo, 46002, Valencia. España

  • Aviso legal
  • Política de privacidad