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Frente a las violencias: ir, aún más, a la raíz

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Escrito por José Iribas
Publicado: 28 Mayo 2018

Hoy considero necesario un revulsivo: centrarme en esta parte sombría, frente a la que estoy convencido de que podemos hacer mucho más

Sé −como tú− que cada día se producen muchas buenas noticias. ¡En alguna ocasión incluso se publican!

Las mismas se deben, frecuentemente, a pequeñas acciones de personas que, sin mayores alharacas, las llevan a cabo. Las más de las veces, desde la discreción o incluso el anonimato.

Te hablaba de esto en distintos posts. Por ejemplo, entre otros, en:

▪ Las buenas noticias dependen de ti

▪ Tú sigues siendo Superman

▪ Un compromiso ladrillo a ladrillo

▪ Ingenieros del bien común

« Pero no soy un incauto

En cuanto a noticias, se nos presentan más las malas. Tanto, que se suele decir eso de “No news, good news”.

Si hoy has escuchado la radio o echado una ojeada a un periódico, sé que, vivas donde vivas, te habrás encontrado con noticias malas. Algunas, terribles: las que nos hablan de un mundo sobrado de violencias; de ataques a la dignidad, a la vida o a la integridad física, psíquica o moral de las personas.

Hay ocasiones en que parecemos estar un pelín anestesiados ante todo ello. Como si nos estuviéramos acostumbrando a que forme parte del paisaje: nos puede ocurrir como a esa rana que, adormecida y calentita, iba cociéndose a fuego lento en un perol (hasta morir hervida). La rana de la que te hablé en uno de los posts más visitados de Dame tres minutos.

Hoy, pues, considero necesario un revulsivo: centrarme en esta parte sombría −bad news−, frente a la que estoy convencido de que podemos hacer mucho más.

« Leía el pasado día 5, en Opiniones de ABC, al doctor Enrique Rojas afirmar lo siguiente:

“Los psiquiatras rastreamos el origen del comportamiento, yendo a las causas y motivos. En medicina hay dos tipos de tratamiento: sintomático, que va a la sensación que tiene el paciente; si hay dolor, un analgésico; si hay fiebre, un antipirético; si hay molestias digestivas, un protector gástrico. El otro tratamiento es etiológico, que es el mejor, porque va a la raíz de lo que lo ha producido, tratando de poner remedio a ese origen”.

Y yo −quien te escribe el post− creo que abordamos muchas de las “enfermedades” que padecemos como sociedad centrándonos más en lo sintomático que en lo etiológico. Y hay que ir a las causas, a la raíz, además de a las consecuencias.

Mientras no sanemos el cuerpo y acabemos con el mal no habremos logrado el objetivo: gozar de plena salud. Por mucho que bajemos la fiebre o tapemos el dolor. Lo que, naturalmente, hemos de intentar. Sin olvidar −eso sí− que fiebre y dolor nos alertan de que algo no va bien. Y, precisamente, es en ese algo donde está el problema.

Llevo mucho tiempo rumiando este post. Lo reconozco.

De hecho, hay un cierto “aperitivo” del mismo en algún otro ya publicado (p.ej. en Mujeres, no objetos, en Llueve sangre o en Más vale prevenir que curar).

Hoy podría sacar a colación ciertas conductas repugnantes, actos deplorables e inadmisibles. Totalmente condenables. Impropios de la condición humana. Llevados a cabo por individuos sobre los que espero −seguro que como tú− que caiga todo el peso de la ley: que se haga justicia.

Pero quiero hablarte, desde otro enfoque, sobre la actitud que se da en relación con las barbaridades que se perpetran.

Si sigues leyendo, lo entenderás.

« Comentaba recientemente otra eminencia médica, el cardiólogo Valentín Fuster: Hay que promover la salud, más que prevenir la enfermedad

Y, sin embargo, me venía a la cabeza (y te estoy hablando de conductas envenenadas, no de virus o bacterias) que en ocasiones:

  • Ni promovemos la salud (conductual) suficiente y adecuadamente
  • Ni siquiera sabemos prevenir de forma eficaz la enfermedad. Y, así, nos damos de bruces con ella: con que ya ha hecho acto de presencia, con que ya se ha consumado una conducta grave que atenta contra la dignidad humana.
  • Y, entonces, sí, intentamos reaccionar: con el justo castigo contra el injusto crimen. Actuar a toro pasado. Cuando −terrible− ya se han producido graves cornadas: violencia física hasta el asesinato, salvajes agresiones sexuales… Delitos ante los que, lógicamente, hay que actuar de forma punitiva: penal. La última ratio: cuando ha fracasado cualquier otro modo de protección. Erradicar la enfermedad es ineludible. No faltaba más. No hemos favorecido suficientemente la salud; ni siquiera hemos prevenido adecuadamente la enfermedad; y nos toca reaccionar con el −naturalmente− justo castigo.

Pero alguien, con buen juicio, se preguntará: ¿No se debería haber evitado una parte de eso antes? ¿Y fomentar la salud? ¿Y precaverse ante una potencial enfermedad? ¿O evitar más contagios?

Me estoy refiriendo, por ejemplo, a la cosificación de la mujer. A su utilización como mero objeto de posesión, de exhibición, o de uso y disfrute. O a desalmados y criminales que creen eso de “la maté (o la violé) porque era mía”.

Trágicamente, así ocurre. Y no de forma ciertamente esporádica.

La mujer, toda persona, merece el máximo y el más escrupuloso respeto. Código Penal en mano. Pero no solo −que, desde luego, también− a base de la aplicación de dicha ley, cada vez que proceda.

Son importantes las reacciones legislativas, políticas, sociales, las partidas presupuestarias, sí… Pero ¿podemos ir, más aún, a la raíz?

« Una mujer, Ana Sánchez de la Nieta, publicaba el 30 de abril un artículo con una importante reflexión:

“… A lo mejor hay que repensar a fondo algunas cuestiones y reflexionar sobre los modelos relacionales que estamos ofreciendo en la literatura, el cine, la televisión, la moda o las redes sociales. Y poner en tela de juicio muchos discursos políticamente correctos, que atentan sin embargo directamente contra el sentido común”.

No parece mala idea: lo de repensar, nunca está de más. Y no es previsible que ello nos condujera a nada peor que lo que hoy vivimos.

Ana, por cierto, traía a colación en su artículo (publicado en Aceprensa), a José Antonio Marina, quien aseveraba:

“El machismo permanece porque intentamos erradicarlo con una mano, y lo fomentamos con otra. Todo el mundo sabe que la pornografía fomenta el machismo, pero la solución que se da es fomentar la pornografía femenina, que fortalece el modelo”.

Podría añadirte muchas otras consideraciones. Pero con las que han hecho las personas que te he traído al blog, creo que es suficiente por hoy.

No escribo más. Prefiero invitarte a que meditemos. Para, coherentemente, actuar.

Concluyo. O, mejor dicho, le dejo hacerlo al Dr. Rojas, que en su artículo de ABC señalaba:

“Termino. Ese binomio de la permisividad y el relativismo hace estragos. Como Saturno devorando a sus hijos, esta es una sociedad que fomenta lo que luego condena”.

¿Nos estaremos haciendo trampas al solitario? Y tú, ¿cómo lo ves?

Si quieres hacer pensar −solo pensar− a más personas… basta un simple clic.

Te animo a difundir. Harás bien.

José Iribas, en dametresminutos.wordpress.com.

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