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Juan Pablo II y su devoción por el Rosario

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Escrito por arguments.es
Publicado: 12 Octubre 2019

Examinamos algunas de las críticas más habituales al rezo del Rosario y cómo San Juan Pablo II responde a ellas

El Papa San Juan Pablo II es uno de los papas que tiene más relevancia cuando hablamos de rezar el Rosario en el siglo XXI. Fue él quien en 2002 escribió la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, en la que repropone a la sociedad del nuevo milenio el rezo del Santo Rosario, con dos intenciones importantes: la familia y la paz.

A continuación examinamos algunas de las críticas más habituales al rezo del Rosario y cómo San Juan Pablo II responde a ellas a lo largo de este texto sobre el Rosario de la Virgen. Enumeramos la crítica y exponemos un punto de la Rosarium Virginis Mariae que trata ese problema.

1. No es para los jóvenes. Es una devoción de abuela

Se puede objetar que el Rosario parece una oración poco adecuada para los gustos de los chicos y los jóvenes de hoy. Pero quizás esta objeción se basa en un modo poco esmerado de rezarlo. Por otra parte, salvando su estructura fundamental, nada impide que, para ellos, el rezo del Rosario ─tanto en familia como en los grupos─ se enriquezca con oportunas aportaciones simbólicas y prácticas, que favorezcan su comprensión y valorización. ¿Por qué no probarlo? Una pastoral juvenil no derrotista, apasionada y creativa ─¡las Jornadas Mundiales de la Juventud han dado buena prueba de ello!─ es capaz de dar, con la ayuda de Dios, pasos verdaderamente significativos. Si el Rosario se presenta bien, estoy seguro de que los jóvenes mismos serán capaces de sorprender una vez más a los adultos, haciendo propia esta oración y recitándola con el entusiasmo típico de su edad. (punto 42)

En su sencillez y profundidad, sigue siendo también en este tercer Milenio apenas iniciado una oración de gran significado, destinada a producir frutos de santidad. (punto 1)

2. Es una oración aburrida y repetitiva

El Rosario propone la meditación de los misterios de Cristo con un método característico, adecuado para favorecer su asimilación. Se trata del método basado en la repetición. Esto vale ante todo para el Ave Maria, que se repite diez veces en cada misterio. Si consideramos superficialmente esta repetición, se podría pensar que el Rosario es una práctica árida y aburrida. En cambio, se puede hacer otra consideración sobre el Rosario, si se toma como expresión del amor que no se cansa de dirigirse a la persona amada con manifestaciones que, incluso parecidas en su expresión, son siempre nuevas respecto al sentimiento que las inspira. (punto 26).

El Rosario, precisamente a partir de la experiencia de María, es una oración marcadamente contemplativa. Sin esta dimensión, se desnaturalizaría, como subrayó Pablo VI: «Sin contemplación, el Rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas y de contradecir la advertencia de Jesús: «Cuando oréis, no seáis charlatanes como los paganos, que creen ser escuchados en virtud de su locuacidad» (Mt 6, 7). Por su naturaleza el rezo del Rosario exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso, que favorezca en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del corazón de Aquella que estuvo más cerca del Señor, y que desvelen su insondable riqueza». (punto 12)

3. No está centrado en Dios sino en la Virgen María

Recitar el Rosario, en efecto, es en realidad contemplar con María el rostro de Cristo. (punto 3)

El Rosario, en efecto, aunque se distingue por su carácter mariano, es una oración centrada en la cristología. En la sobriedad de sus partes, concentra en sí la profundidad de todo el mensaje evangélico, del cual es como un compendio. (punto 1)

4. Es preconciliar. No está alineada con las novedades del Concilio Vaticano II

«Hay quien piensa que la centralidad de la Liturgia, acertadamente subrayada por el Concilio Ecuménico Vaticano II, tenga necesariamente como consecuencia una disminución de la importancia del Rosario. En realidad, como puntualizó Pablo VI, esta oración no sólo no se opone a la Liturgia, sino que le da soporte, ya que la introduce y la recuerda, ayudando a vivirla con plena participación interior, recogiendo así sus frutos en la vida cotidiana» (punto 4).

5. No es ecuménico. Aleja a los católicos de las otras confesiones cristianas

«Hay también quien teme que pueda resultar poco ecuménica por su carácter marcadamente mariano. En realidad, se coloca en el más límpido horizonte del culto a la Madre de Dios, tal como el Concilio ha establecido: un culto orientado al centro cristológico de la fe cristiana, de modo que «mientras es honrada la Madre, el Hijo sea debidamente conocido, amado, glorificado». Comprendido adecuadamente, el Rosario es una ayuda, no un obstáculo para el ecumenismo. (punto 4)

6. Existe el riesgo de que se convierta en un fin en sí mismo y el que lo reza se convierta en rígido

En efecto, el Rosario es un método para contemplar. Como método, debe ser utilizado en relación al fin y no puede ser un fin en sí mismo. Pero tampoco debe infravalorarse, dado que es fruto de una experiencia secular. La experiencia de innumerables Santos aboga en su favor. Lo cual no impide que pueda ser mejorado. (punto 28)

7. Quita tiempo a la lectura del Evangelio, que es lo realmente importante

El enunciado de los varios misterios del Rosario se corresponde también con esta exigencia de concreción. Es cierto que no sustituyen al Evangelio ni tampoco se refieren a todas sus páginas. El Rosario, por tanto, no reemplaza la lectio divina, sino que, por el contrario, la supone y la promueve. (punto 29)

Para que pueda decirse que el Rosario es más plenamente ‘compendio del Evangelio’, es conveniente pues que, tras haber recordado la encarnación y la vida oculta de Cristo (misterios de gozo), y antes de considerar los sufrimientos de la pasión (misterios de dolor) y el triunfo de la resurrección (misterios de gloria), la meditación se centre también en algunos momentos particularmente significativos de la vida pública (misterios de luz). (punto 19)

Fuente: arguments.es

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