En nuestra generación nos están enseñando a vivir como si Dios no existiera y así nos va...
Pregunta: Somos un matrimonio joven y tenemos tres hijos, el mayor de 7 años. Recientemente ha muerto mi padre. Nos está haciendo muchas preguntas en relación con la muerte de su abuelo, al que quería mucho. Nosotros, con intención de decirle la verdad más adelante, no le hemos dicho que se ha muerto, sino que se ha ido y ya volverá. Él ve a mi madre y sabe que algo pasa, ¿me puede aconsejar cómo hacerlo?
Recuerdo que no hace mucho tiempo, me decía un médico dedicado a Geriatría, quien como es lógico ve muchos fallecimientos de ancianos, que muchos niños no entienden por qué el abuelo o la abuela, si tanto le querían se han ido y lo han dejado, además, sin decirle adiós.
Estamos en una sociedad rodeada de muerte. Las noticias de la televisión y la radio están llenas de sangre y defunciones. Los hombres estamos fabricando leyes que hacen que haya más fallecimientos: aborto, eutanasia, etc.
Es más, muchos filósofos y expertos en ciencia están diciendo que vivimos en un ambiente que fomenta la cultura de la muerte. Sin embargo, por otro lado, se nos pide que vivamos de espaldas a la muerte, como si esta no existiese.
Va uno a un entierro –sobre todo en las grandes ciudades– y es probable que ni vea al difunto. Se da el pésame a los familiares y se va uno de tertulia con los otros conocidos, probablemente al bar. Cualquier tanatorio que se precie tiene bar.
De lo que se trata es de que no pensemos, y en la muerte, menos. Si piensa uno en ella se dará cuenta que tendrá que cambiar conductas, que algo habrá que hacer. Nos preocupan muchas cosas, menos la única realidad cierta de futuro que tenemos: vamos a fenecer.
Ese pensamiento no interesa, ni otros muchos relacionados con la conducta humana. Si uno piensa en serio llega a conclusiones: a lo mejor consume menos, da menos caprichos a los niños, ayuda más en casa, llega antes del trabajo, etc. Y estas cosas no interesan.
No sé si será su caso, pero en nuestra sociedad el hecho de hablar de la muerte es un problema. No porque a los niños les vaya a dar un trauma, ellos son más sencillos que nosotros y entienden perfectamente la vida y la muerte. A quienes nos da un trauma es a los padres, porque después los niños preguntan y hay que ser coherente con las contestaciones que les va a dar. No con la teoría, sino con la vida nuestra de cada día; eso cuesta y va contracorriente.
El niño no va a entender que si el abuelo ha sido bueno se muera y ya está. Eso no es justo, en cambio, sí entiende perfectamente que el abuelo esté en el cielo, y que se lo haya ganado con las obras que hizo en esta vida.
Somos nosotros quienes no queremos pensar en las últimas preguntas de la vida, cosa que ellos se hacen con toda la naturalidad.
La existencia de Dios se la han planteado todas las culturas, todas las generaciones desde que la Tierra existe. Si el hombre ha buscado a Dios desde que el mundo es mundo, quiere decir que es innato a la naturaleza del ser humano. Eso es lo natural, algo que nos preocupa en exceso hoy en día. En nuestra generación nos están enseñando a vivir como si Dios no existiera y así nos va...
Además, hay padres que se empeñan en que sus hijos no se hagan las últimas preguntas del hombre, porque para ellos son molestas y piensan que también lo serán para el hijo.
En definitiva, están educando a su hijo para que sea infeliz. Así de claro. Y es que renunciar a hacerse las preguntas de la vida es –en el fondo– renunciar a ser libre. Y el que no es libre está incapacitado para amar.
El tema no es una tontería. Dígale a su hijo la verdad y ayúdele a pensar sin miedo. Haciéndolo así, le está dando una buena educación.
José María Contreras Luzón en eldebate.com
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