LaVanguardia.com (Entrevista de Víctor M. Amela )
¿Qué le pasó a Einstein para pasar a ser genial? Cuando por primera vez notó que creían en él, comenzó a crecer…
¡Ocho hijos! Algo sabrá de crianza y educación este hombre: «A partir del cuarto hijo todo es fácil, pues entre ellos lo hacen todo: ponen la mesa, se hacen la cama, los mayores bañan a los pequeños...», me explica.
Llega acompañado de su hija mayor (en la foto), «cuya inteligencia es normal, pero lee en 15 segundos una página de un libro». Alberca supo motivarla: «Los niños quieren leer desde los dos años... pero los frenan hasta los seis años. ¡Qué pena! Yo los incito, se sienten gratificados... y hoy leen mucho».
Seguro que la chica ya ha leído Todos los niños pueden ser Einstein, libro en que Fernando Alberca aboga por el afecto en vez de la amenaza y la sanción para acabar con el fracaso escolar.
¿Todos los niños pueden ser Einstein?
Tus hijos pueden alcanzar cualquier logro intelectual.
Pero Einstein... ¡eso es picar muy alto!
Einstein fue carne de fracaso escolar hasta los 15 años. "Mortalmente lerdo", diagnosticó de él una profesora. "No está preparado para aprender, no llegará a nada", dijo otro.
¿Tan desastroso era?
Su propia madre decía que era retrasado mental. Hasta los nueve años no habló bien.
¿Qué le pasó para pasar a ser genial?
Lo que puede pasarle a cualquiera: motivación y método. Motivación: pese a haber suspendido, un profesor le invitó a asistir gratis a sus clases. Por primera vez, sintió que le valoraban, que creían en él. ¡Sintió cariño!
¿Asistió Einstein a esa clase?
Tuvo que irse a otra escuela. Pero allí un profesor de historia hizo lo que nadie antes: pedirle opinión sobre las cosas.
¿Esto motivó a Einstein?
Sí. Si sientes que confían en ti, ¡te creces, para ser merecedor!
¿Y qué es eso del método?
Usó el hemisferio derecho para resolver problemas del izquierdo. Visualizaba una solución, y su esposa le ayudaba a formularla matemáticamente. Pero era el hemisferio derecho, el intuitivo y creativo, el que resolvía, no el izquierdo, el matemático.
Yo lo pasé fatal con las matemáticas.
Tus profesores no valoraron el uso de tu hemisferio derecho: podrías haber acabado encontrando la solución, pero no te dieron tiempo. Todos los escolares pueden ser motivados y todos pueden triunfar.
Cada uno nace con su inteligencia...
El coeficiente de inteligencia es innato, permanece inalterable... y no sirve para nada. ¡Lo determinante es la motivación!
¿Cómo motiva usted a sus alumnos?
Les digo que todos pueden sacar un 10 conmigo. A partir de ahí, ¡un 5 les parece poco!
¿Tan fácil?
La escuela pone el foco en la sanción, fomenta el miedo al error. Debería ponerlo en el acierto. Y en la creatividad. Pregunté a mis alumnos: "De ocho caracoles de una cesta, salen tres, ¿cuántos quedan?".
Cinco, le dirían.
"Ocho —respondió uno—, porque han salido del caparazón, ¡pero no de la cesta!". ¡Es una respuesta que no debería ser penalizada!
Entre tanto, 30% de fracaso escolar.
Nuestra escuela parece reñida con la inteligencia. ¡Es imposible que haya un 30% de tontos! Desconfiamos de los alumnos, los educamos para evitar el fracaso y no para tener éxito. ¡Aprendamos a jugar al éxito!
¿A usted le funciona?
Desde 1993 sólo he tenido que suspender a dos alumnos. Me han reñido por aprobar tanto. ¿Por qué? ¿No está bien lograr estimular a los alumnos para que triunfen?
Pues aconseje a sus colegas profesores.
Sabed ser el jefe de la camada. Alguien a quien los alumnos quieran seguir. Que noten que tú les ayudarás a mejorar.
¿Algo más?
Sí: no olvidéis la grandeza de este oficio. Centraos en los por qué y para qué más que en los cómo. Y usad lo que hoy se sabe acerca del aprendizaje.
¿Qué se sabe?
Que somos animales emocionales, y que una simple mirada aprobatoria de un profesor... estimulará al alumno. ¡Sólo educa quien quiere a alguien! Si queréis a vuestros alumnos, educaréis. Si no, no.
Nada estimula más a un alumno que el afecto, me quiere decir.
Es así. Sonríe... y exige. Si tu hijo detecta que confías en él, querrá superarse. A los niños les atrae el reto, la heroicidad.
Los padres, ¿debemos ayudarles o no a hacer los deberes?
Si tu niño puede abrocharse el abrigo, no se lo abroches tú. Oriéntale en los deberes, pero dile que sabes que él los resolverá. Si se los resuelves tú, le enseñas a ser incapaz.
Si pudiera imponer una sola reforma escolar, ¿cuál sería?
Dedicaría toda la primaria a una sola y única cosa: ¡aprender bien a leer y escribir!
¿Y nada más?
¡Nada hay más decisivo! Si están bien avezados en la lectura, podrán estudiar lo que quieran: se abren la puerta a todos los conocimientos. Y cuantas más cosas aprendan leyendo, ¡más inteligentes serán!
¿No es al revés?
"El aprendizaje es experiencia, el resto es información", dijo Einstein. No aprendes cosas porque eres inteligente: aprender cosas te hace inteligente.
¿Y feliz?
Si de verdad eres inteligente, serás feliz.
¿Ah, sí?
La inteligencia consiste en resolver problemas, y el problema más difícil es ser feliz.
¿Puedo enseñarles a mis hijos cómo vivir felices?
Enséñales a superar obstáculos. A ver lo extraordinario en lo ordinario. A que todo acto tiene consecuencias. Y a amar de verdad.
¿Cómo se ama de verdad?
Sin esperar nada a cambio. Nada reporta tanta felicidad como hacer feliz al otro sin que siquiera se entere.
¿Haciendo eso nuestros hijos sean inteligentes y felices?
Dependerán menos de los azares y serán capaces de lo que se propongan. Y lo inteligente podría ser proponerse no estudiar una carrera.
Fernando Alberca es profesor de secundaria
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