Continúan la marcha a través del bosque. Varios días después, tras una larga noche de camino, es domingo. El Padre se prepara para celebrar la Santa Misa sobre una gran piedra, casi plana, que le sirve de altar. Don Josemaría reza sin prisa y con atención. Con el corazón, como es su costumbre. Todos los asistentes, muy conmovidos, se contagian de su amor a Jesucristo.
Un estudiante catalán escribe en su diario:
—Nunca he oído Misa como hoy. Este sacerdote es un santo.
Durante la tercera noche encuentran una carretera. La cruzan con mucho cuidado para no ser descubiertos. Caminan después por el centro de un río, con el agua a media pierna. Están agotados. El frío es cada vez más intenso. Al fin oscurece y empieza la última noche. En silencio avanzan hacia Andorra. Suben una sierra. Bajan después por la ladera opuesta y de pronto: —¡Chist! —el guía hace gestos con las manos.
—¡Cuidado! Son señales de que existe peligro.
—Escondámonos entre las rocas.El guía acaba de descubrir un puesto de soldados que guardan la frontera. Pasan cerca del control y ¡los perros huelen a los fugitivos y empiezan a ladrar! Se paran. El silencio es absoluto. Suben después una pequeña y difícil montaña y atraviesan un riachuelo.
—¡Lo hemos conseguido! —grita entonces el guía—.¡Estamos en Andorra!
Aún es de noche. De repente oyen disparos a sus espaldas. Son los soldados que han descubierto su huida. Gracias a Dios están fuera de su alcance. Todos oran con alegría y cariño a la Madre de Dios. Ya es diciembre.
Unos días después entran en España por San Sebastián. Aún quedan muchos meses de guerra.
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