El Padre se queda a vivir en Roma. Muy pronto necesita un edificio que pueda llegar a ser la casa central del Opus Dei. Como no tiene dinero, acude a Dios para que resuelva el problema.
Una tarde, don álvaro sale de casa para hacer gestiones para adquirir un edificio que reúne las condiciones necesarias.
Ya entrada la noche regresa don álvaro.
—Padre —le dice lleno de alegría— todo está solucionado. —continúa don álvaro— quiere que le paguemos en dinero suizo y en el plazo de dos meses.
—Eso no tiene importancia, hijo mío. Nosotros no tenemos dinero italiano ni suizo, y al Señor le da igual darnos una moneda u otra.
Meses después viven ya en la portería de aquella vivienda. Poco a poco se va consiguiendo el resto y comienzan las obras de otros edificios, que servirán para dirigir el Opus Dei.
Con frecuencia el Padre se acerca a un mapa del mundo pintado sobre un globo de cartón. Coloca sus dedos sobre él y lo hace girar. Ante sus ojos pasan lentos los continentes y las naciones del mundo a las que se extenderá el Opus Dei. Como eso parecía muy difícil, decía:
—Hijos míos, ¡soñad y os quedaréis cortos!
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