En la Audiencia general de hoy, en Santo Padre ha reflexionado sobre cómo San Pablo no cesó de predicar el Evangelio a pesar de estar prisionero en Roma
Queridos hermanos y hermanas:
Concluimos hoy el ciclo de catequesis sobre los Hechos de los Apóstoles reflexionando sobre la última etapa misionera de san Pablo en Roma, a donde llega después de un largo viaje, lleno de amenazas y de peligros, pero también de la hospitalidad de los cristianos y de la consolación del Señor. Este es también el viaje del Evangelio, que desde Jerusalén llega a Roma, de donde se extenderá al mundo entero.
En esta ciudad, aun siendo prisionero, Pablo recibió de la autoridad el beneficio de vivir por cuenta propia, en una casa particular, “bajo custodia militar”. Esta situación le permitía recibir libremente a todos los que venían a encontrarlo, a quienes anunciaba el Reino de Dios e instruía en el conocimiento de Cristo Jesús. Entre ellos había también algunos judíos, a quienes trataba de mostrar, a partir de la Ley y los Profetas, la continuidad entre la «esperanza de Israel» y la novedad de Cristo, en quien Dios cumplió sus promesas al Pueblo elegido.
Los Hechos de los Apóstoles no se cierran con el martirio de Pablo, sino con la siembra abundante de la Palabra de Dios. La casa romana del Apóstol, abierta a todos los que buscaban y querían recibir el anuncio del reino y conocer a Jesús, es imagen de la Iglesia, que no obstante perseguida, incomprendida y encadenada, no se cansa de acoger con corazón de madre a todo hombre y mujer, para anunciarles el amor del Padre que se hizo visible en Jesús.
Pidamos al Espíritu Santo que estimule en todos nosotros la llamada a ser evangelizadores valientes y decididos para que, como san Pablo, vivamos la alegría del Evangelio y convirtamos nuestros hogares en cenáculos de fraternidad abiertos a todos los hermanos. Que Dios los bendiga.
Concluimos hoy la catequesis sobre los Hechos de los Apóstoles, con la última etapa misionera de San Pablo: Roma (cfr. Hch 28,14).
El viaje de Pablo, que se identifica con el del Evangelio, es la prueba de que las rutas de los hombres, si se viven con fe, pueden convertirse en espacio de tránsito de la salvación de Dios, a través de la Palabra de la fe que es un fermento activo en la historia, capaz de transformar las situaciones y de abrir vías siempre nuevas.
Con la llegada de Pablo al corazón del Imperio termina el relato de los Hechos de los Apóstoles, que no se cierra con el martirio de Pablo, sino con la siembra abundante de la Palabra. El final del relato de Lucas, centrado en el viaje del Evangelio por el mundo, contiene y recapitula todo el dinamismo de la Palabra de Dios, Palabra imparable que quiere correr para comunicar la salvación a todos.
En Roma, Pablo encuentra sobre todo a sus hermanos en Cristo, que lo reciben y le infunden ánimo (cfr. Hch 28,15) y cuya cálida hospitalidad hace pensar cuán esperada y deseada era su llegada. Luego se le permite vivir por su cuenta bajo custodia militaris, es decir con un soldado que le hace de guardia, estaba bajo arresto domiciliario. A pesar de su condición de prisionero, Pablo puede recibir a los notables judíos para explicar cómo se vio obligado a apelar al César y hablarles del reino de Dios. Intentaba convencerles respecto a Jesús, partiendo de las Escrituras y mostrando la continuidad entre la novedad de Cristo y la «esperanza de Israel» (Hch 28,20). Pablo se reconoce profundamente hebreo y ve en el Evangelio que predica, o sea en el anuncio de Cristo muerto y resucitado, el cumplimento de las promesas hechas al pueblo elegido.
Tras este primer encuentro informal en el que los Judíos parecen bien dispuestos, sigue uno más oficial en el cual, durante todo el día, Pablo anuncia el reino de Dios e intenta abrir a sus interlocutores a la fe en Jesús, a partir «de la ley de Moisés y los Profetas» (Hch 28,23). Como no todos están convencidos, denuncia el endurecimiento del corazón del pueblo de Dios, causa de su condena (cfr. Is 6,9-10), y celebra con pasión la salvación de las naciones que se sí muestran sensibles a Dios y capaces de escuchar la Palabra del Evangelio de la vida (cfr. Hch 28,28).
En esto punto de la narración, Lucas concluye su obra mostrándonos no la muerte de Pablo sino el dinamismo de su predicación, de una Palabra que «no está encadenada» (2Tm 2,9) −Pablo no tiene la libertad de moverse pero es libre de hablar porque la Palabra no está encadenada− es una Palabra dispuesta a dejarse sembrar a manos llenas por el Apóstol. Pablo lo hace «con toda libertad y sin impedimento» (Hch 28,31), en una casa donde acoge a cuantos quieren recibir el anuncio del reino de Dios y conocer a Cristo. Esa casa abierta a todos los corazones en búsqueda es imagen de la Iglesia que, aunque perseguida, malentendida y encadenada, nunca se cansa de acoger con corazón materno a cada hombre y mujer para anunciarles el amor del Padre que se ha hecho visible en Jesús.
Queridos hermanos y hermanas, al término de este itinerario, vivido juntos siguiendo la carrera del Evangelio en el mundo, que el Espíritu reavive en cada uno la llamada a ser evangelizadores valientes y alegres. Que nos haga capaces también a nosotros, como a Pablo, de impregnar nuestras casas del Evangelio y hacerlas cenáculos de fraternidad, donde acoger a Cristo vivo, que «viene ahora a nuestro encuentro en cada hombre y en cada acontecimiento» (cfr. II Prefacio de Adviento).
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua francesa, especialmente a los jóvenes de Lyon. Con Pablo, estamos invitados a impregnar nuestras casas del Evangelio y a transformarlas en cenáculos de fraternidad. Que el Espíritu Santo reavive en cada uno la llamada a ser evangelizadores valientes y alegres. Dios os bendiga.
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en esta audiencia, especialmente a los grupos provenientes de Finlandia y Estados Unidos de América. Sobre vosotros y vuestras familias invoco la alegría y la paz del Señor Jesucristo. Dios os bendiga.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua alemana. El camino de la Palabra de Dios prosigue, también en nuestros días. El Señor nos llama como testigos, a pesar de nuestras limitaciones. Que el Espíritu Santo os acompañe.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y Latinoamérica −a los paraguayos, uruguayos, nicaragüenses, argentinos, españoles−. Pidamos al Espíritu Santo que estimule en todos nosotros la llamada a ser evangelizadores valientes y decididos para que, como san Pablo, vivamos la alegría del Evangelio y convirtamos nuestros hogares en cenáculos de fraternidad abiertos a todos los hermanos. Que Dios los bendiga.
De corazón saludo a los peregrinos brasileños de la parroquia Nostra Signora di La Salette, a los grupos de salesianos de Saõ Paolo y de los Focolares, y a todos los presentes de lengua portuguesa. ¡Bienvenidos! ¡Que nada os impida vivir y crecer en la amistad del Señor Jesús, y manifestar a todos su gran bondad y misericordia! Que descienda generosamente su bendición sobre vosotros y vuestras familias.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua árabe, en particular a los que vienen de Oriente Medio. Queridos hermanos y hermanas, la alegría del Evangelio surge del encuentro con Jesús. Cuando encontramos al Señor somos inundados por ese amor del que solo Él es capaz, y ahí está la fuente de la acción evangelizadora. Así pues, que no os retenga el temor a equivocaros ni el miedo a recorrer senderos nuevos, porque nuestras pobrezas no son obstáculos, sino instrumentos preciosos, porque a la gracia de Dio le gusta manifestarse en la debilidad. El Señor os bendiga.
Saludo cordialmente a los peregrinos polacos. Queridos hermanos y hermanas, que el Espíritu reavive en cada uno la llamada a ser evangelizadores valientes y alegres. Os haga capaces de impregnar vuestras casas del Evangelio y de hacerlas cenáculos de fraternidad, donde acoger a Cristo vivo, que viene al encuentro de nosotros en cada hombre y en cada momento. Os bendigo de corazón.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. En particular, saludo a las Hermanas Franciscanas Alcantarinas −¡hacen ruido estas monjas!−, que celebran su Capítulo General, y las animo a poner cada vez más su propio carisma al servicio de la Iglesia. Saludo además al Grupo de Oración Padre Pío de Pariana, de San Carlo Terme y de Antona; a los participantes en el Encuentro promovido por BMW Italia; a la Sociedad Oftalmológica Italiana; y a la Asociación Kim.
Saludo finalmente a los jóvenes, ancianos, enfermos y recién casados. Abrid vuestro corazón a las necesidades de la Iglesia y, siguiendo el ejemplo de Jesús, estad cerca de los hermanos, construyendo un mundo más justo.
Fuente: vatican.va / romereports.com.
Traducción de Luis Montoya.
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