Con ocasión del 26 de junio, 40 aniversario de la marcha al Cielo de san Josemaría, el Prelado del Opus Dei recuerda algunos de sus consejos para las familias " target="_blank">40 años desde el 26 de junio de 1975
Estamos recorriendo el año mariano que se ha convocado en la Prelatura. Es muy importante que se desarrolle en todos los sitios una preocupación para que la familia tenga cada vez más importancia en la vida de la sociedad. Tendrá importancia en tanto en cuanto el marido y la mujer, y con ellos los hijos, se acerquen a Dios.
San Josemaría, que amó tanto la institución familiar, recomendaba tanto a la mujer como al marido que tuviesen presencia de la familia precisamente para tener presencia de Dios.
Vuestros hijos van a aprender a querer de verdad, como el Señor nos pide por el mandato supremo de la caridad, por cómo os queréis vosotros dos, por cómo os buscáis, por cómo os saludáis, por cómo cuando llegáis a casa os preocupáis el uno del otro y después de vuestros hijos.
Recuerdo cómo san Josemaría hablaba de esa heroicidad santa, alegre, riquísima, de los padres cuando tienen que atravesar la dificultad de algún hijo que está enfermo. No ponen ninguna pena por estar horas y horas al pie de la cama de ese hijo o hija que tiene necesidad de su sustento espiritual y humano. Lo hacen con verdadero garbo aunque noten y perciban el cansancio. Pero es un cansancio que es también oración.
Ruego a todas las familias, a todas, que no solamente se preocupen de ser felicísimos en su propio ambiente sino que tengan la necesidad cristiana de llevar la alegría de Dios a todos los hogares.
Sigamos los consejos del Papa Francisco. Es interesante que todos lean las catequesis tan llenas de ternura, y al mismo tiempo de exigencia, que ha hecho sobre la familia.
Para que sintamos que somos Iglesia, y para ser Iglesia hay que ser una sola cosa con el Romano Pontífice, para ser una sola cosa con Dios. Pues vivamos en la familia lo que san Josemaría recomendaba: Omnes cum Petro −siempre con Pedro−, ad Iesum per Mariam!
Si queremos poner a Cristo en nuestros hogares, acudamos a María; y además de acudir a María tengamos en cuenta las enseñanzas del Papa, tan fecundas, para que nos santifiquemos y santifiquemos nuestro hogar y los hogares de los demás.