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El que dijera que hoy no es posible un matrimonio para siempre le estaría negando al ser humano gran parte de la grandeza que tiene
Cenábamos un grupo, que seríamos unas 10 personas. El ambiente que reinaba era agradable y entrañable. Y, por eso, les comenté que me habían invitado a hablar a un grupo de mujeres por la solidaridad, intervención que iría precedida de una comida en la sede de un hotel y seguida de un coloquio con las participantes. Por su interés, el grupo promotor no había dudado en elegir como título para mi conferencia: ‘Hoy, ¿es posible un matrimonio para siempre?’, habiéndolo elegido de entre varios que les ofrecí.
«Hoy, ¿es posible un matrimonio para siempre?», repitió despacito una de las presentes en la cena, y a continuación se apresuró a responder por sí misma: «va a ser que sí...». Yo me quedé pensando un instante para concluir: «yo no lo diría ni tan alegremente, ni tan deprisa, basta ver la triste realidad que nos rodea».
Hace poco me decía un matrimonio que ya habían celebrado sus bodas de plata: «somos el único matrimonio que perdura de nuestro inmueble». Pues ya, ni ellos.
En cuestión de unos instantes pensé en la situación personal de la que lo había afirmado con tanta facilidad y consideré que ella era una mujer soltera y, por tanto, que poco o muy poco sabe de la buena o triste realidad en que consiste un matrimonio. Como, además, es física de profesión, tampoco tiene unos conocimientos profesionales sobre la realidad matrimonial. Y me reafirmé: yo no lo diría ni tan deprisa, ni tan superficialmente.
Pero, si bien es verdad todo lo anterior, hay que reconocer que el que dijera que hoy no es posible un matrimonio para siempre le estaría negando al ser humano gran parte de la grandeza que tiene. Pues el matrimonio es exclusivo del hombre y de la mujer. El hombre y la mujer pueden si quieren casarse, los animales no, los animales se aparean, algo bien distinto. Los vegetales y los minerales no se casan. Los ángeles tampoco. Sólo el ser humano, hombre y mujer, se casan.
El matrimonio, la unión de un hombre y una mujer, unión única y exclusiva, fiel e indisoluble, en la que entra en juego la potencia sexual del hombre y de la mujer para engendrar, es un bien para los esposos, para la sociedad, para la Iglesia, para el mundo. Claro, el matrimonio es un bien cuando es un buen matrimonio.
A la pregunta: “hoy, ¿es posible un matrimonio para siempre?”, yo respondería: Sí, es posible, pero es difícil, incluso puede llegar a ser muy difícil, pero la grandeza de la obra hace que valga la pena la dificultad que pueda conllevar. Es como una gran obra de arte que, cuando la ha terminado, el artista la contempla gozoso.
Hoy, ¿es posible un matrimonio para siempre? Sí, es posible, pero es difícil, hay que cuidarlo. El matrimonio, y con el matrimonio la familia, está en las raíces de la propia existencia. Es posible que no haya nada más enriquecedor y más autorealizante en la propia vida que conseguir el éxito en nuestro matrimonio.
A modo de reflexión: «sin mi trabajo no soy yo, pero sin él y sin ellos, yo no soy nada».
La otra noche vi una película que acaban de estrenar. Al terminar dije: esta película es una monada. Muy posiblemente, Tentación en Manhattan no pasará a la historia pero, al menos yo, pasé 89 minutos agradables viendo la vida de una mujer muy de hoy: trabajo, marido, hija pequeña que le reclama unas atenciones que no tiene tiempo para darle y un pequeñín al que le da achuchones.
Kate corre y corre y hace lo que puede y, la verdad, lo hace bastante bien: hasta consigue aportar la tarta de cumpleaños comprando el molde y poniendo de su parte solo la decoración.
De pronto, le llega el trabajo de su vida y, entonces, el marido, arquitecto, suple en la casa y con los hijos lo que ella ya no puede hacer porque está fuera dedicada a las finanzas, trabajo que, poco a poco, le va cada vez mejor.
Las críticas: fíjate, qué pelo lleva... le vienen de otras mujeres que dedican muchas horas al gimnasio, porque tienen mucho tiempo para ellas. De pronto la frase que, para mí, es lo central de esos 89 minutos: «Sin mi trabajo, no soy yo; pero sin él y sin ellos dos, yo no soy nada». Cuanta verdad puede haber dentro de estas palabras, ¿verdad?
Rosa Corazón
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