Almudi.org
  • Inicio
  • Libros
  • Películas
    • Estrenos de CINE
    • Estrenos de DVD - Streaming
    • Series de TV
  • Recursos
    • Oración y predicación
    • La voz del Papa
    • Infantil
    • Documentos y libros
    • Opus Dei
    • Virtudes
    • Kid's Corner
  • Liturgia
    • Misal Romano
    • Liturgia Horarum
    • Otros Misales Romanos
    • Liturgia de las Horas
    • Calendario Liturgico
    • Homilías de Santa Marta
  • Noticias
  • Almudi
    • Quiénes somos
    • Enlaces
    • Voluntariado
    • Diálogos de Teología
    • Biblioteca Almudí
  • Contacto
    • Consultas
    • Colabora
    • Suscripciones
    • Contactar
  • Buscador
  • Articulos
  • El éxtasis de la intimidad

El éxtasis de la intimidad

  • Imprimir
  • PDF
Escrito por Javier Vidal-Quadras Trías de Bes
Publicado: 20 Abril 2021

Para poder amar es necesario desarrollar una intimidad propia, única, no duplicable

Ayer tuve la ocasión de compartir un buen rato con un nutrido grupo de universitarias en el Colegio Mayor Bonaigua, gracias a los buenos oficios de Almu Martínez y Júlia Boher. Hablamos de la intimidad, el amor, los sentimientos y muchas otras cosas. No podía decir muchas tonterías porque mi sobrina Elena, una universitaria con ambición de saber y de formarse, estaba ahí para controlar qué decía su tío.

Uno de los temas que salió fue el del título de este post, tomado de un libro homónimo de Juan Cruz Cruz y una de las más bellas definiciones del amor que he leído. Sí, el amor es el éxtasis de la intimidad. Cuando nuestra intimidad personal, aquello que somos en lo más profundo, sale de sí (en esto consiste el éxtasis) y se centra en el amado, cristaliza el amor, que es siempre una persistencia afectiva en el ser amado, una vivencia alterocéntrica, fuera de sí.

Estuvimos de acuerdo en que para poder amar es necesario desarrollar una intimidad propia, única, no duplicable. Y dimos con la gran paradoja: el desarrollo de esa intimidad depende, a su vez, del mismo amor. Es como una pescadilla que se muerde la cola. Cuanta más intimidad tengo más puedo amar y ser amado; cuanto más amo y soy amado, más agrando mi intimidad.

El compromiso del amor solo se puede entregar a una intimidad única (como, en realidad, lo son todas), porque lo que es estandarizable, medible, cuantificable es, por naturaleza, sustituible. En cambio, la intimidad, lo que yo soy, nadie más puede dártelo, afirma el verdadero amante.

Por eso es siempre una traición a la intimidad aislar un hábito o un defecto de la persona e identificarlo con su personalidad. Los rasgos personales (alto, inteligente, enérgico) no son la persona y, como se pueden medir, siempre podremos encontrar a alguien que los tenga en mayor grado. Por este camino, acabaremos transformando al amado en un objeto, un dato estadístico que admite comparación.

En cambio, cuando descubrimos quién es y accedemos al núcleo de su personalidad, no al hábito, sino a la unidad vivida de todos sus hábitos personales, al centro de operaciones, a su intimidad, no hay posible comparación porque no hay otro como él, como ella.

La paradoja a que antes aludía es que el crecimiento de la intimidad que será objeto de nuestro amor se logra a través del mismo amor. Primero, del amor de nuestros padres, que lograron con su mirada amorosa despertar en nosotros la convicción de que nuestra valía radica en el hecho de existir, de ser y no en el de tener; la certeza de recibir un amor incondicionado, que no depende de los talentos o de los bienes que poseamos, sino del mero hecho de ser hijos suyos.

Y, después, del amor de todos cuantos nos han visto como personas y no como medios o instrumentos para sus propios fines. Como el autor citado exclama: ¡Cuántas posibilidades de amor y ternura íntimos quedarían en nosotros inéditas si no viniera el otro a despertarlas! Cuando alguien nos ama como personas, activa lo mejor de nosotros, lo que nos hace únicos e insustituibles, dignos de ser amados, activa la capacidad de amar.

Y esta fue una de las conclusiones: la intimidad que necesitamos para amar se alimenta del amor, que la hace crecer hasta que siente la necesidad de salir de sí, de extasiarse, y hacerse amor, entrega, compromiso con otra intimidad que será ya para siempre el lugar en el que habite, la fuerza que le impulse y el camino que le guíe.

El amor es, en verdad, ¡el éxtasis de la intimidad!

Javier Vidal-Quadras Trías de Bes, en javiervidalquadras.com

 

Colabora con Almudi

Quiero ayudar
ARTÍCULOS
  • La Virgen María y el culto mariano en el arte y la literatura de la España de la edad de plata
    Javier García-Luengo Manchado
  • La Asunción de María
    José Ignacio Munilla
  • La familia de Dios padre: la fraternidad de los hijos de Dios
    Jean-Louis Brugues
  • La educación emocional, el auto-concepto, la autoestima y su importancia en la infancia
    Ana Roa García
  • El problema de la prohibición en la ética
    Roberto Gutiérrez Laboy
  • Legalidad y legitimidad
    Luis Legaz Lacambra
  • Eficacia de la Sagrada Escritura en la configuración de la vida cristiana
    Bernardo Estrada
  • Aprender a amar: amor y libertad
    Teresa Cid
  • Cristo hombre perfecto. Naturaleza y gracia en la Persona Divina de Cristo
    Ignacio Andereggen
  • Revolución de la ternura: un nuevo paradigma eclesial en el pontificado de Francisco
    Amparo Alvarado Palacios
  • La confesión sacramental, un camino de libertad y de amor a Dios
    Redaccion opusdei.org
  • El hombre como relación a Dios según Kierkegaard
    Juan F. Sellés
  • El juicio final en la teología de santo Tomás de Aquino
    Leo Elders
  • La «cooperación orgánica» del sacerdocio común y del sacerdocio ministerial en las Prelaturas personales
    José R. Villar
  • Eucaristía y sacerdocio
    Fernando Ocáriz
MÁS ARTÍCULOS

Copyright © Almudí 2014
Asociación Almudí, Pza. Mariano Benlliure 5, entresuelo, 46002, Valencia. España

  • Aviso legal
  • Política de privacidad