Homilía I: con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II
Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva
Homilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
(Sab 9,13-18) "¿Qué hombre conoce el designio de Dios?
(Flm 9-10.12-17) "Recíbelo a él como a mí mismo"
Lc 14,25-33 "El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser mi discípulo"
Homilía I: con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II
Homilía en Valletri (7-IX-1980)
--- Jesucristo, centro de la existencia
--- Proteger y cuidar a la familia
--- Trabajar para el bien común
--- Jesucristo, centro de la existencia
Las lecturas bíblicas, que nos propone la liturgia de este domingo se centran en torno al concepto de la Sabiduría cristiana que cada uno de nosotros está invitado a adquirir y profundizar. Por esto el versículo del salmo 89 dice: "Danos, Señor, la Sabiduría del corazón. Sin ella, ¿cómo sería posible plantear dignamente nuestra vida, afrontar sus muchas dificultades y, más aún, conservar siempre una actitud profunda de paz y serenidad interior? Pero para hacer eso, como enseña la primera lectura, es necesaria la humildad, es decir, el sentido auténtico de los propios límites, unido al deseo intenso de un don de lo alto, que nos enriquezca desde dentro. El hombre de hoy, en efecto, por una parte encuentra arduo abrazar y entender todas las leyes que regulan el universo material, que también son objeto de observación científica, pero, por otra parte, se atreve a legislar con seguridad sobre las cosas del espíritu, que por definición escapan a los datos físicos: “Si apenas adivinamos lo que hay sobre la tierra y con fatiga hallamos lo que está a nuestro alcance; ¿quién, entonces, ha rastreado lo que está en los cielos?
Y ¿quién habría conocido tu voluntad, si tú no le hubieses dado la Sabiduría y no le hubieses enviado de lo alto tu espíritu santo?” (Sab 9,16-17).
Aquí se configura la importancia de ser verdaderos discípulos de Cristo porque, mediante el bautismo, Él se ha convertido en nuestra sabiduría (cfr. 1 Cor 1,30), y por lo mismo la medida de todo lo que forma el tejido concreto de nuestra vida. El Evangelio pone en evidencia que Jesucristo es necesariamente el centro de nuestra existencia. Lo refleja con tres frases:1) Si no lo ponemos a Él por encima de nuestras cosas mas queridas.2) Si no nos disponemos a ver nuestras cruces a la luz de la suya. 3) Si no tenemos el sentido de la realidad de los bienes materiales. Entonces no podemos ser sus discípulos, esto es, llamarnos cristianos. Se trata de interpelaciones esenciales a nuestra identidad de bautizados; sobre ellos debemos reflexionar siempre mucho.
--- Proteger y cuidar a la familia
La familia es el primer ambiente vital que encuentra el hombre al venir al mundo, y su experiencia es decisiva para siempre. Por esto es importante cuidarla y protegerla, para que pueda realizar adecuadamente las tareas específicas que le son reconocidas y confiadas por la naturaleza y por la revelación cristiana. La familia es el lugar del amor y de la vida, más aún, el lugar donde el amor engendra la vida, porque ninguna de estas dos realidades sería auténtica si no estuviese acompañada también por la otra. He aquí por qué el cristiano y la Iglesia las defienden desde siempre y las colocan en mutua correlación. A este respecto sigue siendo verdadero lo que mi predecesor, el gran Papa Pablo VI, proclamaba ya en su primer radiomensaje de Navidad de 1963: se está “a veces tentado a recurrir a remedios que se deben considerar peores que la enfermedad, si consisten en atentar contra la fecundidad misma de la vida con medios que la ética humana y cristiana ha de calificar de ilícitos: en vez de aumentar el pan en la mesa de la humanidad hambrienta, como lo puede hacer hoy el desarrollo productivo, moderno, piensan algunos en disminuir, con procedimientos contrarios a la honradez, el número de los comensales. Esto no es digno de la civilización”. Hago plenamente mías estas palabras.
--- Trabajar para el bien común
En segundo lugar... la Iglesia, como sabéis, dedica sus atenciones más solícitas a los problemas del trabajo y de los trabajadores. En mis viajes apostólicos no he dejado de trazar las líneas maestras de esta primera solicitud pastoral; y vosotros recordáis además cómo el Concilio Vaticano II ha afirmado que el trabajo “procede inmediatamente de la persona, la cual marca con su impronta la materia sobre la que trabaja y la somete a su voluntad” (Gaudium et Spes 67). Jamás será lícito, desde un punto de vista cristiano, someter a la persona humana ni a un individuo ni a un sistema, de modo que se la convierta en mero instrumento de producción. En cambio, siempre es considerada superior a todo provecho y a toda ideología; jamás al revés.
DP-232 1980
Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva
Una de las cosas que separa al cristianismo de cualquier ideología es la adhesión a la persona de Jesucristo, prefiriéndola a cualquier otra criatura, incluso a la propia vida. Mientras los que siguen la doctrina de Aristóteles, Kant, Hegel, o cualquier otro pensador, la persona de éste no interesa, o interesa en la medida en que pueda ayudar a una mejor comprensión de sus propuestas, en el cristianismo la persona de Jesucristo es lo nuclear, la verdad, el camino, la vida (Cf Jn 14,6). Dios ha salido al encuentro del hombre para establecer una alianza con él. Dios busca un trato de corazón a corazón.
"Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre..., no puede ser discípulo mío". Preguntémonos: ¿Qué lugar ocupa Dios en mi corazón y en mi actuación diaria? ¿Cumplo los mandamientos? ¿Procuro no dispensarme de acudir con frecuencia a la Eucaristía y los demás Sacramentos con excusas de falta de tiempo, de ganas o de cualquier otra índole? ¿Realizo mi trabajo con honestidad y sentido de la justicia? ¿Tengo a Dios presente a lo largo del día como tiene presente quien ama a los suyos aún en medio de sus afanes, viajes, etc.? ¿Vuela mi pensamiento de modo espontáneo hacia el Señor como quien ama a su mujer, su marido, sus hijos? ¡Pidamos a Dios en esta celebración dominical que esa naturalidad con la que los que se quieren bien piensan en sus seres queridos en toda circunstancia, sea también un hábito nuestro!
¿De qué serviría la fatiga de toda una vida si ella no nos lleva a construir la torre que nos permita alcanzar la vida eterna? Esa persona -dice el Señor- "empezó a construir y no ha sido capaz de acabar". Hay que dar a Dios la prioridad en todo porque Él es quien nos ha dado la vida y quien nos ha rescatado de la muerte. ¡Señor!, pedimos hoy en el Salmo Responsorial, "enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato" y " haga prosperar las obras de nuestras manos".
Si nos esforzamos a diario en leer unas páginas del Evangelio y tratamos de incorporar esas enseñanzas a nuestra vida: si rezamos con devoción el Rosario contemplando los misterios; si nos confesamos con dolor sincero de los pecados y nos determinamos, con la ayuda de Dios, a enmendar la vida; si participamos con frecuencia en la Santa Misa y procuramos hacer de nuestra vida una Misa, esto es: nos sacrificamos por los demás viviendo la caridad, llegaremos a amar a Dios por encima de todo y seremos amados eternamente por Él.
Nadie ha hecho y sigue haciendo por nosotros más que Dios. Él nos ha dado la vida temporal que disfrutamos ahora y nos dará una eternidad dichosa. Cuando preferimos a Dios sobre todas las cosas estamos dando al corazón lo que él va buscando aún cuando no siempre lo sepa. “Nos hiciste, Señor, para Ti -confiesa S. Agustín después de haber buscado la felicidad en otras fuentes-, y nuestro corazón estará inquieto hasta que no descanse en Ti”.
Homilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
«Déjalo todo... Sígueme»
I. LA PALABRA DE DIOS
Sb 9, 13-19: ¿Quién comprende lo que Dios quiere?
Sal 89, 3-4.5-6.12-13.14 y 17: Señor, tus has sido nuestro refugio de generación en generación
Flm 9b-10.12-17: Recíbelo no como esclavo, sino como hermano querido
Lc 14, 25-33: El que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío
II. LA FE DE LA IGLESIA
«La Ley evangélica entraña la elección decisiva entre ``los dos caminos' y la práctica de las palabras del Señor; está resumida en la regla de oro: ``Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros; porque esta es la Ley y los porfetas' (Mt 7,12).» (1970).
«Más allá de sus preceptos, la ley nueva contiene los consejos evangélicos» (1973). «Los consejos evangélicos manifiestan la plenitud de una caridad que nunca se sacia» (l974)
III. TESTIMONIO CRISTIANO
«Dios no quiere que cada uno observe todos los consejos, sino solamente los que son convenientes según la diversidad de las personas, los tiempos, las ocasiones, y las fuerzas, como la caridad lo requiera. Porque es ésta la que, como reina de todas las virtudes, de todos los mandamientos, de todos los consejos, y en suma de todas las leyes y de todas las acciones cristianas, la que da a todos y a todas rango, orden, tiempo y valor» (San Francisco de Sales) (1974).
IV. SUGERENCIAS PARA EL ESTUDIO DE LA HOMILÍA
A. Apunte bíblico-litúrgico
En el camino hacia Jerusalén, Jesús hizo un alto para clarificar a sus muchos seguidores las condiciones que pedía para aceptarlos como discípulos: debían estar dispuestos a renunciar a todo: familia, riquezas y al propio egoísmo. Dura renuncia para quienes confiaban en Jesús como el futuro rey que los llenaría de prosperidad y libertad, pero que es posible comprender,...
... como señala la primera lectura cuando se es iluminado por la fe con la gracia del Espíritu Santo.
Sólo este domingo se lee un pasaje de la carta más breve de San Pablo; en ella se exhorta a tratar a los esclavos como hermanos, poniendo las bases para la abolición de ese sistema degradante, pero tan arraigado en la antigüedad.
B. Contenidos del Catecismo de la Iglesia Católica
La fe:
La ley nueva o ley evangélica: 1965-1972.
La respuesta:
Los consejos evangélicos: 1973-1974; 915-919.
C. Otras sugerencias
Seguir a Jesucristo es la ley del cristiano, ley nueva o ley evangélica: cumple, supera y lleva a su perfección la ley antigua. Es ley de amor, de gracia y de libertad. Exige renuncia: vivir en Cristo.
No es una invitación sólo para religiosos. Cada uno, en la medida de sus distintas condiciones ha de vivir como Cristo y en Cristo, sin más intereses absolutos: riquezas, reconocimiento social, gratificación afectiva...
En la pluralidad de carismas, ministerios y servicios en la Iglesia se expresa una comunidad que sigue al Señor, único Camino, Verdad y Vida.
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