Homilía I: con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II
Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva
Homilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
(Ex 17,8-13) "Cuando Moisés alzaba las manos vencía Israel"
(2 Tim 3,14-4,2) "Persevera en las cosas que has aprendido"
(Lc 18,1-8) "Es menester orar siempre y no desfallecer"
Homilía I: con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II
Homilía en la beatificación de Teresa María de la Cruz, en Florencia (19-X-1986)
--- La llamada de Dios por medio de la Palabra
--- Llamados a la santidad
--- Confianza y seguridad en Dios
--- La llamada de Dios por medio de la Palabra
“Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?” (Lc 18,8).
Las palabras pronunciadas por Cristo, al formular esta pregunta, contienen una especie de desafío a la Iglesia de todos los tiempos.
La Iglesia es misionera cuando acoge con fe, con esperanza y con caridad la Palabra de Dios: esta palabra que es “viva, eficaz y escruta los sentimientos y los pensamientos del corazón” (cfr. Hb 4,12).
La Iglesia vive a la luz de esta Palabra. Vive y se renueva con el poder de esta Palabra.
El poder de la Palabra de Dios se funda en la Verdad -en la Verdad definitiva, porque es también la primera-. En la Verdad absoluta, es decir, en una verdad en la que “se recapitulan” todas las verdades que derivan de ella, las verdades humanas. En la verdad como tal, absolutamente sencilla y límpida, que resulta accesible a los “pequeños”, que se revela a todos los hombres “puros de corazón” y de buena voluntad, como Jesús nos ha enseñado en su Evangelio...
¡El poder de la Palabra de Dios está en la verdad y está en la misión! Aunque está por encima de las inteligencias y de los corazones, ella es la verdad salvífica, es la Buena Nueva.
Dios llega con ella hasta la Creación. Llega hasta el hombre. Dios confía esta verdad salvífica al Hijo y al Espíritu Santo, que son de la misma naturaleza que el Padre, y enviados por Él.
La Iglesia permanece “in statu missionis” encontrándose incesantemente con esta divina Mensajera -es decir, la Verdad- y con la misión del Hijo en el Espíritu Santo de parte del Padre.
--- Llamados a la santidad
La santidad es ese “levantar los ojos hacia los montes”, de que habla el Salmo responsorial (cfr. Sal 120/121,1): es la intimidad con el padre que está en los cielos; la intimidad con el Espíritu Santo mediante Cristo.
En esta intimidad vive el hombre, consciente de su camino, que tiene sus límites y sus dificultades: el hombre que mira con confianza hacia Dios.
--- Confianza y seguridad en Dios
Santidad es la conciencia de estar “custodiados”. Custodiados por Dios. El Santo conoce muy bien su fragilidad, la precariedad de su existencia, de sus capacidades. Pero no se asusta. Se siente igualmente seguro.
Confía en el hecho de que Dios “no permitirá que resbale su pie, que lo guardará a su sombra, que lo guardará de todo mal” (cfr. Sal 120/121,3.5.7.8).
No obstante los santos sienten muchas tinieblas en sí mismos, sienten que están hechos para la Verdad. Para Dios-Verdad. Y ciertamente, en su vida dan cada día más espacio a esta Verdad. De aquí nace esta seguridad que los distingue: donde los otros vacilan, ellos resisten. Donde los otros dudan, ellos ven claro.
La santidad quiere decir también tener las manos alzadas en plegaria a Dios, mientras alrededor se desarrolla un combate, mientras continúa la lucha entre el bien y el mal.
A primera vista puede parecer que el compromiso de la contemplación y de la oración nos aleja de las luchas de la vida, como si fuese una renuncia a combatir. Pero quien piensa así no conoce el poder de la oración, tal como aparece claramente en la Primera lectura de la Misa.
DP-198 1986
Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva
La insistencia sin desmayos en la oración nos es propuesta por el Señor con la expresiva parábola que acabamos de oír, porque Dios nos escucha siempre y da lo que "es bueno a quienes se lo piden" (Cf Mt 7,11).
Cristo nos ha dado ejemplo de la confianza con que debemos acudir siempre a Dios. "Ora antes de los momentos decisivos de su misión: antes de que el Padre dé testimonio de Él en su Bautismo (Cf Lc 3,21) y de su Transfiguración (Cf Lc 9,28), y antes de dar cumplimiento con su Pasión al designio de amor del Padre (Cf Lc 22,41-44); Jesús ora también ante los momentos decisivos que van a comprometer la misión de sus apóstoles: antes de elegir y de llamar a los Doce (Cf Lc 6,12)... La oración de Jesús ante los acontecimientos de salvación que el Padre le pide que cumpla, es una entrega humilde y confiada de su voluntad humana a la voluntad amorosa del Padre" (C.E.C.,2600).
Y otro tanto habría que decir de los primeros discípulos que "todos ellos perseveraban unánimes en la oración, en compañía de algunas mujeres, y con María, la Madre de Jesús, y sus hermanos" (Hch 1,14).
La confianza en Dios se prueba justamente en la constancia a la hora de rezar. Hay quien deja de orar porque piensa que su petición no es escuchada. Pero, ¿qué pedimos nosotros tantas veces sino la solución que juzgamos mejor para nuestros problemas o, incluso, piedras en lugar de pan? "Nosotros no sabemos pedir como conviene", asegura S. Pablo (Rm 8,26). En cambio, nuestro Padre Dios sabe bien lo que nos hace falta antes de que se lo pidamos (Cf Mt 6,8). "No te aflijas, dice S. Agustín, si no recibes de Dios inmediatamente lo que pides: es Él quien quiere hacerte más bien todavía mediante tu perseverancia con Él en oración. Él quiere que nuestro deseo sea probado en la oración. Así nos dispone para recibir lo que Él está dispuesto a darnos".
En este mes que la Iglesia dedica al Santo Rosario debemos dirigirnos a Dios a través de María, "la orante perfecta, figura de la Iglesia... Podemos orar con ella y a ella. La oración de la Iglesia está sostenida por la oración de María" (C.E.C.,2679). En el Rosario pedimos, entre otras cosas importantes, que se acuerde de nosotros ahora, en el hoy de nuestra vida, y en la hora de la muerte, como lo estuvo en la muerte de su Hijo en la Cruz y nos acoja para conducirnos a la gloria del Señor.
Homilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
«Pedid»
I. LA PALABRA DE DIOS
Ex 17, 8-13: Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel
Sal 120, 1-2, 3-4, 5-6, 7-8: El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra
2 Tim 3,14-4,2: El hombre de Dios estará perfectamente equipado para toda buena obra
Lc 18, 1-8: Dios hará justicia a sus elegidos, que claman a él
II. LA FE DE LA IGLESIA
«Mediante la oración de petición mostramos la conciencia de nuestra relación con Dios: por ser criatura, no somos ni nuestro propio origen, ni dueños de nuestras adversidades, ni nuestro fin último; pero también, por ser pecadores, sabemos, como cristianos, que nos apartamos de nuestro Padre. La petición ya es un retorno a El» (2629).
«La petición de perdón es el primer movimiento de la oración de petición» (2631)... «La petición cristiana está centrada en el deseo de Dios y en la búsqueda del reino que viene...» (2632) «...Toda necesidad puede convertirse en objeto de petición» (2633).
III. TESTIMONIO CRISTIANO
«A los que buscan el Reino y la justicia de Dios, El les promete darles todo por añadidura. Todo en efecto pertenece a Dios: el que posee a Dios, nada le falta, si él mismo no falta a Dios» (S. Cipriano) (2830).
«La oración de Moisés es la figura cautivadora de la oración de intercesión que tiene su cumplimiento en el único Mediador entre Dios y los hombres, Cristo-Jesús» (1 Tm 2, 5) (2574).
IV. SUGERENCIAS PARA EL ESTUDIO DE LA HOMILÍA
A. Apunte bíblico-litúrgico
La enseñanza de Jesús sobre la oración insiste en que debe practicarse con fe y constancia, sin desanimarse por el momento de silencio de Dios. Moisés fue un gran ejemplo de orante. Su plegaria hecha con perseverancia fue eficaz.
Sigue la exhortación de S. Pablo a Timoteo: La Palabra de Dios contenida en la Sagrada Escritura es el principal instrumento para que los sucesores de los apóstoles ejerzan su ministerio.
B. Contenidos del Catecismo de la Iglesia Católica
La fe:
La oración de petición: 2629-2630.
El modelo del Padrenuestro: las site peticiones: 2803-2806.
La respuesta:
La oración de petición cristiana: 2631-2633.
El modelo de Moisés: 2574-2577.
C. Otras sugerencias
El ejemplo de Moisés y la parábola del Evangelio nos animan a orar con confianza. La oración es eficaz.
Muchas veces oramos pidiendo a Dios por nuestras necesidades. ¿Cómo es nuestra oración de petición?
Quien pide es un necesitado. Quien pide a Dios es un necesitado radical. Por eso:
pide perdón
pide que El le llene
pide «todo lo demás» por añadidura.
El modelo del Padre Nuestro. Petición central: venga a nosotros tu Reino, y luego las otras peticiones de la segunda parte de la oración del Señor.
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