El reino de Dios ha llegado a vosotros
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él.
Y les decía:
«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.
¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino.
Cuando entréis en una casa, decid primero: «Paz a esta casa».
Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa.
Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: «El reino de Dios ha llegado a vosotros». (Lc 10, 1-9)
I. ¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva, que pregona la victoria!.
Hemos de agradecer hoy a San Lucas que sea para nosotros un buen mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva, pues fue un fiel instrumento en manos del Espíritu Santo. Nos ha transmitido un precioso Evangelio y la historia de la primitiva Cristiandad en los Hechos de los Apóstoles, movido por la gracia de la inspiración divina, pero a la vez con el esfuerzo humano de un trabajo bien hecho, pues la ayuda de Dios no suplanta lo humano. Él mismo nos indica que redactó su obra después de haberse informado con exactitud de todo desde los comienzos, y que lo hizo de forma ordenada, no de cualquier manera. Esto le debió suponer buscar cuidadosamente fuentes de primera mano, muy probablemente la Virgen, los Apóstoles, incluso las mismas personas que aún vivían y que fueron protagonistas de los milagros, sucesos y narraciones... Nos señala expresamente que recoge esas noticias conforme nos las transmitieron quienes desde el principio fueron testigos oculares. Incluso su mismo estilo literario, como hace notar San Jerónimo, indica la seguridad de las fuentes de las que se nutre. Gracias a este esfuerzo y a su correspondencia a las gracias que recibió del Espíritu Santo, hoy podemos leer, maravillados, los relatos de la infancia de Jesús, algunas bellísimas parábolas que solo él recoge, como la del hijo pródigo, la del buen samaritano, la del administrador infiel, la del pobre Lázaro y el mal rico... Propio también de San Lucas es el relato de los dos caminantes de Emaús, lleno de finura y acabado hasta en sus menores detalles.
II. En el Evangelio de San Lucas encontramos la doctrina fundamental del Señor sobre la humildad, la sinceridad, la pobreza, la penitencia, la aceptación de la cruz cada día, la necesidad de ser agradecidos... El gran amor que tenemos a Nuestra Señora nos mueve hoy a dar gracias a este Santo Evangelista que supo presentar la grandeza y hermosura de su alma con una exquisita delicadeza. Por eso, se le dio desde muy antiguo el título de pintor de la Virgen, y de ahí se pasó más tarde a que se le atribuyera la autoría de algunas tallas y pinturas de Nuestra Señora. En cualquier caso, el Evangelio de San Lucas es fundamental para el conocimiento y la devoción a la Virgen, y ha servido de inspiración a una buena parte del arte cristiano. Ningún personaje de la historia evangélica fuera, naturalmente, de Jesús es descrito con tanto amor y admiración como Santa María. Nos enseña, inspirado por el Espíritu Santo, los dones y la fiel correspondencia de la Virgen Santísima: es la llena de gracia, el Señor está con ella; concibió por obra del Espíritu Santo, siendo Madre de Jesús sin dejar de ser Virgen; íntimamente unida al misterio redentor de la Cruz, será bendecida por todas las generaciones, pues el Todopoderoso hizo en Ella grandes cosas. Con razón una mujer del pueblo alabó entusiasmada y de forma muy expresiva a la Madre de Jesús. De la misma forma nos enseña la fidelísima correspondencia de la Virgen: recibe con humildad el anuncio del Arcángel acerca de su dignidad de Madre de Dios; acepta rendidamente los planes divinos; se apresura a ayudar a los demás... Por dos veces nos muestra a Nuestra Señora que ponderaba estas cosas en su corazón...Son conocimientos que solo la Virgen pudo transmitir en momentos en que abrió su intimidad.
III. Honremos la memoria de San Lucas contemplando la atrayente y alentadora figura del Salvador que nos pone delante. Y pidámosle, al leer y meditar los Hechos de los Apóstoles el Evangelio del Espíritu Santo, como se le ha llamado-, la alegría y el espíritu apostólico de nuestros primeros hermanos en la fe que allí se refleja. Según una antigua costumbre cristiana, cuando alguien se encontraba en un apuro o en una duda abría al azar el Evangelio y leía el primer versículo encontrado. Muchas veces no se encontraba la respuesta adecuada, pero siempre se hallaba paz y serenidad; se había entrado en contacto con Jesús. Salía de Él una virtud que sanaba a todos, comenta en cierta ocasión el Evangelista. Y esa virtud sigue saliendo de Jesús cada vez que entramos en contacto con Él. La obra de San Lucas, inspirada por Dios, nos enseña a mantener esa relación directa con el Señor, nos anima a acudir frecuentemente a su misericordia, a tratarle como al Amigo fiel que dio su vida por nosotros. A la vez, nos permite meternos de lleno en el misterio de Jesús, especialmente hoy, cuando tantas y tan confusas ideas circulan sobre el tema más trascendental para la Humanidad desde hace veinte siglos: Jesucristo, Hijo de Dios, piedra angular, fundamento de todo hombre. Ninguna lectura tiene la virtud de acercarnos tanto a Dios como la que está escrita bajo la misma inspiración divina. Por eso en el Santo Evangelio debemos aprender la ciencia suprema de Jesucristo2, como decía San Pablo a los Filipenses, «pues desconocer la Escritura es desconocer a Cristo»
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Lucas el Evangelista (hebreo: לוקא, transliterado Lyka o Liká; griego: Λουκάς, Loukás) es considerado por la tradición cristiana el autor del Evangelio según san Lucas y de los Hechos de los Apóstoles. Fue discípulo de Pablo de Tarso.
Lucas de Antioquía, por lo tanto no era judío. Esto se ve cuando Pablo lo separa de los circuncidados (Col. 4, 14), además de ser un hombre más de educación griega y de profesión médico. Estaba quizás también emparentado con el diácono Nicolás (un prosélito de Antioquía), (Hech. 6,5). Según reza la tradición, perteneció a los setenta y dos, esto es del grupo de seguidores de Jesús, pero según la exégesis las fechas de la escritura de sus obras no concuerdan en el tiempo. Sabemos que en la elaboración su evangelio Lucas hizo una rica investigación entrevistando a personas (incluyendo los Apóstoles y tal vez María, la madre de Jesús), que fueron testigos de estos hechos como se puede encontrar en el prólogo del Evangelio y que los Hechos de los Apóstoles es una continuación del mismo. Es el más largo y el mejor redactado por su elaboración exquisita del griego, como sólo una persona culta y sabia podía hacer en esa época. Lucanus (Lucas) se hizo cristiano mucho después y según la tradición conoció a María, la madre de Jesús, en una visita que hizo junto a Pablo.
Al revelarnos los íntimos secretos de la Anunciación, de la Visitación, de la Navidad, él nos hace entender que conoció personalmente a la Virgen. Se cree , por esto, que Lucas cite tantos sucesos de la infancia de Jesús, y que hable de los sentimientos de María. "María, por su parte, guardaba con cuidado todas estas cosas, meditándolas en su corazón", dice Lucas cuando llegan los pastores al pesebre a adorar a Jesús recién nacido.
Algún exégeta avanza la hipótesis de que fue la Virgen María misma quien le transcribió el himno del “Magnificat” (Lc 1:46-55), que ella elevó a Dios en un momento de exultación en el encuentro con la prima Isabel.
Incluso una pintura muy antigua de María en las catacumbas de Priscila en Roma es atribuida, según la tradición, al apóstol.
Lucas era seguidor de Pablo, "el médico querido" (Col., 4, 14). Lucas hizo muchos viajes junto a Saulo de Tarso en su camino por la evangelización, por lo que se sabe Pablo no era un hombre sano y quizás necesitó de la ayuda de Lucas para sus viajes.
Veamos como se llega a esta conclusión:
Envía saludos a los colosenses, esto indica que les había visitado. Luego aparece por primera vez en los Hechos en Tróade (16, 8), donde se reúne con San Pablo, y, tras la visión, cruza con él a Europa desembarcando en Neápolis y continuando a Filipos, "persuadidos de que Dios nos había llamado para evangelizarles" (relato en primera persona).
Luego está presente en la conversión de Lidia con sus compañeros. Junto con San Pablo y sus compañeros, fue reconocido por el espíritu pitón: "Nos seguía a Pablo y a nosotros gritando: Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, que os anuncian un camino de salvación" (v. 17).
Vio a Pablo y Silas detenidos, arrastrados ante los magistrados romanos, acusados de alborotar la ciudad, "siendo judíos", azotados con varas y echados a prisión. Lucas y Timoteo escaparon, probablemente porque no eran judíos.
Cuando Pablo partió de Filipos, Lucas se quedó, con toda probabilidad para continuar el trabajo de evangelista. San Jerónimo cree que es muy probable que San Lucas sea "el hermano, cuyo renombre a causa del Evangelio se ha extendido por todas las Iglesias" (II Cor. 8, 18), y que fuera uno de los portadores de la carta a Corinto. Poco después, cuando San Pablo volvió de Grecia, San Lucas le acompañó de Filipos a Tróade, y con él hizo el largo viaje por la costa descrito en Hechos 20. Subió a Jerusalén, estuvo presente en el tumulto, vio el ataque al apóstol. Los biblistas están seguros de que fue un continuo visitante de San Pablo durante los dos años de prisión en Cesarea.
Fue partícipe del naufragio y estuvo junto a Pablo en Roma por un período considerable, lo que se sabe por la Epístola a los Colosenses y la Epístola a Filemón, donde se le menciona en los saludos dados:
"Os saluda Lucas, el médico querido", "Te saludan... Marcos, Aristarco, Demas y Lucas, mis colaboradores".
También los estudiosos dicen que los relatos de los Hechos se hicieron en ese período y Lucas fue el último fiel compañero de Pablo hasta su muerte:
"He competido en la noble competición, he llegado a la meta en la carrera... Apresúrate a venir hasta mí cuanto antes, porque me ha abandonado Demás por amor a este mundo... El único que está conmigo es Lucas" (II Tim., 4, 7-11).
Nótese en los saludos que aparece Marcos, el fiel secretario de San Pedro que también estuvo participando en los últimos tiempos en Roma junto a Pablo y de allí se puede saber como la primera parte de los Hechos habla mucho de las actividades de los apóstoles, siendo Marcos muy allegado a ellos. Luego de los sucesos de la muerte de Pedro y Pablo, no se sabe bien el destino de Lucas, se discute aún si fue martirizado o bien según el antiguo "Prefatio vel Argumentum Lucae" murió de anciano. Sí sabemos que siguió predicando por las tradiciones en Macedonia, Acaya y Galacia y que supuestamente falleció en Beocia y fue enterrado en Tebas.
La tradición indica que San Lucas mandó ser enterrado junto a la imagen tallada de "nuestra Señora" que él mismo había confeccionado. Luego, como refiere San Jerónimo (cf. De viris ill. VI, I), sus huesos fueron transportados a Constantinopla, a la basílica de los Santos Apóstoles.
Cuando sus restos sufrieron aquel primer traslado, el emperador se hizo cargo de aquella imagen tallada, la cual originaría (siglos después) el culto a la Virgen de Guadalupe en España.
En tiempos de las Cruzadas, las reliquias del santo llegaron a Padua. Desde entonces se conservan en la iglesia de Santa Justina. (El cráneo fue en cambio trasladado en 1354 de Padua a Praga a la catedral de San Vito por voluntad del emperador Carlos IV).
Véase también: Tetramorfos
[editar] ObraEl tercer evangelio es obra de un discípulo de Pablo, un médico (Col 4,14) probablemente de origen sirio. A lo mejor se convirtió a la fe cristiana cuando los cristianos perseguidos de Jerusalén y de Cesarea buscaron refugio fuera de Palestina, llevando consigo el mensaje. A partir del año 50 acompañó a Pablo en sus misiones (He 16,10).
Tal vez fue en Gracia donde redactó su evangelio y el libro de los Hechos. Para él eran las dos mitades de una misma obra, y con toda probabilidad tanto una como otra fueron terminadas antes del año 64 o 65.
Para ese entonces Lucas estaba en Roma a donde había llegado dos años antes acompañando a Pablo misionero.
Lucas precisa que fue a indagar el testimonio de los primeros servidores de la Palabra, es decir, de los apóstoles (1,1-5). En efecto, más de una vez fue con Pablo a jerusalén y a Cesarea, donde las primeras comunidades guardaban los documentos en los cuales se inspiraban los tres primeros evangelios.
Lucas conservó, como Marcos, los dos grandes bloques en que se basaba esta catequesis primitiva: la actividad de Jesús en Galilea, y sus últimos días en Jerusalén, pero insertó entr medio de ellos el contenido de otro ducumento que contenía muchas palabras de Jesús. Las colocó intencionalemente durante la subida de Jesús de Galilea a Jerusalén para mostrar que la vida cristiana se desarrolla bajo el signo de la cruz.
Otros documentos de las primeras comunidades de Palestina le proporcionaron el contenido de sus dos primeros capítulos consagrados a la infancia de Jesús. Aquí está el testimonio de la comunidad primitiva de la cual formaba parte María. Esos capítulos otorgan de partida al evangelio de Lucas su carácter propio; si hubiera que caracterizarlo con una palabra, habría que decir que es el más humano de los cuatro.
Ese sentido profundamente humano de Lucas, lo vemos por ejemplo en el cuidado que puso para recordar la actitud de Jesús con respecto a las mujeres. Pero , en seguida, ya que Lucas había dejado a su familia para seguir a Pablo misionero, viviendo en la inseguridad, recalcó más que otros la incompatibilidad entre el Evangelio y las posesiones.
Lucas, discípulo de Pablo, puso de relieve las palabras de Jesús que recuerdan que la salvación es ante todo, no la recompensa por nuestros méritos, sino un don de Dios. Por eso quizo salvar las parábolas que ilustran la muy asombrosa misericordia de Dios (Lc 15).
Después del evangelio de la infancia (1 - 2) y el relato del bautismo de Jesús en Judea, el evangelio de Lucas comprende tres secciones:
-El ministerio de Jesús en Galilea: 3,1 - 9,56
-El viaje a Jerusalén atravesando Samaria: 9,57 - 18,17
-Los acontecimientos de Jerusalén: 18,18 - 23.
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