¡Ven Jesús!, ¡ven y no tardes! Y no tardará porque estamos ya a mediados de diciembre y, no sé si te has dado cuenta, pero quedan 11 días para Nochebuena. Es un mes precioso este de diciembre.
Yo recuerdo que hace unos años llevaba la comunión y atendía a una mujer –Nati- granadina, y era una mujer estupenda. A mí me sorprendía que tenía como la sabiduría de los antiguos cristianos, una mujer anciana y piadosísima que recibía la comunión con una cara de sol maravillosa y le preguntaba muchas cosas de cómo había vivido su infancia.
Tenía dichos para todo, le decían:
Te cuento esto porque hoy, día 13, es Santa Lucía. Estamos celebrando a esta santa una, de esas santas de los primeros siglos que son impresionantes. Una cría de los 15 ó 16 años que tuvo más fuerza que el emperador de Roma, porque estaba profundamente enamorada de ti Jesús y -puso su amor a ti-, por encima de todo lo demás, incluso por encima de su propia vida.
Es una de esas grandes mártires de los primeros siglos que se citan en el canon de la misa en el canon primero de la misa Gregorio Magno, quizá la puso en ese texto de la misa que se dice el nombre de algunos santos a lo mejor los escuchado alguna vez porque no se utiliza habitualmente. Pero que cuando llega la parte de las mujeres comienza a enumerar los nombres, dice: y nosotros pecadores siervos tuyos que confiamos en tu infinita misericordia admítenos en la asamblea de los santos apóstoles y mártires – y dice Juan Bautista, Esteban, Matías, Bernabé, Ignacio, Alejandro, Marcelino y Pedro; felicidad y perpetua, Águeda, Lucía, Inés, Cecilia, Anastasia. Y allí aparece nuestra protagonista, Santa Lucía.
Algunos escépticos pensaban que todo era pura imaginación y que la vida de Santa Lucía era casi una leyenda piadosa que nunca existió. Los pobres tuvieron que reconocer su error, cuando en 1894 se excavó bajo el lugar donde supuestamente estaba el sepulcro y apareció –efectivamente- una descripción del siglo cuarto con su nombre Santa Lucía.
Y es que –Señor- hay muchos que verdaderamente han tirado la toalla de vivir amores grandes y creen que ya no es posible, y que tenemos que conformarnos con una especie de ir tirando con amores pequeños en el corazón y con ilusiones casi ridículas, de quienes solamente esperan para estas Navidades: que les toque la lotería, que el cuñado no se coma el jamón, que la pandemia no impida que vayan a la fiesta del 31, que la nieve esté bien en Formigá o en Candanchú y poder subir unos días a esquiar.
Pero la ilusión de Santa Lucía –Jesús- era amarte y ser totalmente tuya. Algo tan extraño y tan extraordinario entonces, que no existían las monjas, que ella no sabía cómo decirlo a su madre, una mujer de familia buena, acomodada, que había buscado un futuro para su hija prometiéndola con un hombre aparentemente muy bueno, y así de esa manera quedaría como arreglada.
Lucía primero le convenció a su madre para retrasar el matrimonio con la excusa de que la madre estaba enferma, que era verdad. Fueron juntas a peregrinar a la tumba de Santa Águeda en Catania, y allí -mientras rezaba las dos- Lucía le confesó su madre que su verdadero deseo era ser solamente de Cristo. Esto fue conmovedor y la madre le pareció muy bien. Pero al que no le pareció tan bien fue al novio que se vengó acusando a Lucía ante el procónsul Pascasio por ser cristiana. Arreciaba entonces la persecución del emperador Diocleciano y que te acusaron de ser cristiana podía realmente costarte la vida. La llevaron ante el juez y él la presionó cuanto pudo para convencerla de que apostatara de su fe cristiana. Ella respondía es inútil que insista jamás podrá apartarme del amor a mi señor Jesucristo.
El juez le decía: ¿y si te sometemos a torturas serás capaz de resistir?
Y ella contestaba: pues sí, porque los que creemos en Cristo y tratamos de llevar una vida pura, tenemos al Espíritu Santo que vive en nosotros y nos da fuerza, inteligencia y valor.
Trataron de llevársela y fue imposible porque el cuerpo pesaba tanto que ni con dos hombres pudieran arrastrarla. Luego trataron de quemarla en la hoguera, pero también fracasaron. Al final le cortaron la garganta, y dicen las actas martiriales, que incluso mientras se desangraba no paraba de hablar de su Señor y de animar a todos los que la veían a ser fieles a este amor tan grande que tenía por ti -Señor-. Al final todos los que le escuchaban dijeron: amén. Y en ese momento -tu sierva- está mártir maravillosa –Lucía- entregó la vida.
Y nos quedan unos minutos –Jesús- para decirte, ya en oración más profunda, que queremos ser totalmente tuyos.
Quedan 11 días para la Nochebuena y queremos aprender de Santa Lucía a ponerte a ti, Jesús, por encima de todas las cosas. Es verdad que a nosotros no nos amenazan con la muerte, pero si es cierto que a veces el ambiente, el entorno y también nuestras propias pasiones, amenazan con quitarnos la vida; con quitarnos esa vida espiritual que nos hace hijos tuyos y que nos eleva por encima de las circunstancias, de las dificultades de las pandemias, en los viajes, de las reuniones, de los jaleos, y de las luces, hasta a ese lugar donde estás Tú, al lugar al que no llamas, el lugar en el que quieres que vivamos la contemplación, la vida de fe.
Ya estamos a día 13 de diciembre y como decían Nati: “el 24 en la noche pare la virgen María”. Por eso Jesús nos decidimos ahora a renovar el propósito de vivir este Adviento con muchísima fuerza. Queremos guardarnos solamente para ti. No sé tú, pero a mí meterme un poquito más a fondo en el testimonio y en la vida de Santa Lucía, la verdad, que me impulsa a reconocer primero que flojo soy, que mal vivo a veces mi vida de fe; y al mismo tiempo pedirle a la santa que me ayude a tener la fortaleza que ella tuvo para vencer esos obstáculos que impiden ser solamente de Cristo, totalmente de Cristo: la confesión, la oración, el ayuno, el silencio, el apagar el móvil un poco más, el quitarme de las redes. Tantas cosas que a lo mejor hemos pensado al comienzo del Adviento que ahora ya han quedado como en el olvido y no decimos: - bueno pues qué más da si estamos en Navidad. Pero, no, todavía nos estamos preparando para tu llegada –Jesús-. Ayúdanos a disponernos de verdad a recibirte en estas Navidades concédenos la fuerza de tu espíritu para que podamos decir que no a todo lo que nos distrae, decirte que si solamente a ti –Señor-. Ilumínanos para que sepamos cómo podemos prepararnos mejor para tu llegada.
Te dejo unos segundos ahora para que el silencio le preguntemos al Señor, que le pidamos luces para vivir mejor estos 11 días que nos quedan hasta la Navidad.
Transcrito de 10minutosconjesus.org/
La Pedagogía del Amor y la Ternura: Una Práctica Humana del Docente de Educación Primaria |
Mons. Álvaro del Portillo y el Concilio Vaticano |
Una nueva primavera para la Iglesia |
El mensaje y legado social de san Josemaría a 50 años de su paso por América |
El pecado: Negación consciente, libre y responsable al o(O)tro una interpretación desde la filosofía de Byung-Chul Han |
El culto a la Virgen, santa María |
Ecumenismo y paz |
Verdad y libertad I |
La razón, bajo sospecha. Panorámica de las corrientes ideológicas dominantes |
La «experiencia» como lugar antropológico en C. S. Lewis IV |
La «experiencia» como lugar antropológico en C. S. Lewis III |
La «experiencia» como lugar antropológico en C. S. Lewis II |
La «experiencia» como lugar antropológico en C. S. Lewis I |
En torno a la ideología de género |
El matrimonio, una vocación a la santidad |