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El álbum de Lili Jacob

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El nazismo sólo fue posible, entre otros factores, como consecuencia del nihilismo derivado de la negación de Dios y de la expulsión de Cristo de la vida pública europea, de buena parte de ella

Gaceta de los Negocios

Acaba de ser presentada en Madrid la edición española del libro Auschwitz. El álbum fotográfico de la tragedia, en el que se recogen fotografías tomadas en el campo de exterminio nazi. Lili Jacob era una judía húngara que llegó a Birkenau en unAlmudi.org - Ignacio Sánchez Cámara transporte procedente del gueto de Beregszász. Eludió las cámaras de gas al ser declarada “apta para trabajos forzados”. Fue destinada a una fábrica de municiones y después al campo de Dora Mittlebau, en Turingia, donde enfermó de tifus antes de ser liberada por las tropas norteamericanas.

Ese mismo día, encontró en un armario un álbum que contenía 56 fotografías tomadas previsiblemente por algún oficial de las SS. El libro contiene la mayoría de ellas. Recogen instantáneas de la llegada a Auschwitz de un transporte con judíos. Alguna de ellas recoge la imagen de mujeres y niños que caminan, probablemente sin saberlo, hacia las cámaras de gas. No eran “aptos para trabajos forzados”.

Aunque puede apreciarse en ellas la violencia y el orden totalitario, son inquietantemente cotidianas. Se diría que, incluso, tranquilizadoras si no supiéramos lo que inmediatamente pasaba. No estamos ante las imágenes de los cadáveres apilados ni ante los rostros horriblemente demacrados, como los que exhiben las fotos tomadas por los corresponsales y los soldados aliados después de la liberación. En este sentido, son aún más inquietantes.

Ante el horror, es posible preguntarse por su etiología, nunca por sus motivos. Unos hablan de silencio de Dios; otros, de horrible fracaso de la cultura europea. Unos apelan a culpabilidades colectivas; otros, al mal perpetrado por personas concretas. Unos buscan raíces ideológicas; otros, hecatombes morales.

La “explicación” acerca de cómo fue posible semejante derrumbamiento moral sigue abierta a teorías y conjeturas. Es difícil indagar las causas del mal total. Pero no es aquí una teoría lo que necesitamos. El historiador Serge Klarsfeld, que ha contribuido al rescate de estas fotografías para su tardía publicación, ha afirmado que “el genocidio judío es un drama de la cultura europea y cristiana”. Y es cierto que el nazismo representa un desafío para el antisemitismo cristiano (sin duda, no el único ni, acaso, el principal), pero, si estoy en lo cierto, es insostenible una imputación del holocausto a la cultura cristiana.

El nazismo sólo fue posible, entre otros factores, como consecuencia del nihilismo derivado de la negación de Dios y de la expulsión de Cristo de la vida pública europea, de buena parte de ella. El nazismo fue un movimiento nihilista y pagano que rechazaba y odiaba al cristianismo.

Después de la primera gran guerra, el filósofo alemán Max Scheler ya se planteaba la cuestión. Si se pudiera sostener honradamente que la civilización europea moderna de los últimos siglos ha sido aún cristiana, habría que concluir necesariamente afirmando la bancarrota definitiva del cristianismo. “Verdadero y divino sólo puede serlo el auténtico cristianismo en la medida en que no dominaba en este tiempo, sino que estaba oculto y rechazado. Reconocer de algún modo su verdad y divinidad envuelve, pues, también la prueba negativa de que las causas ocultas de la conflagración mundial tienen su lugar precisamente allí donde el cristianismo como fe subjetiva estaba rechazado o excluido; en una palabra, no en la Europa cristiana, sino en la extracristiana, en la anticristiana”.

Los japoneses hablaron, en este sentido, del harakiri de Europa. Si la Europa de antes de la guerra (y con mayor motivo la de la segunda) ha sido un círculo cultural cristiano, entonces hay que concluir que el cristianismo está en bancarrota. “¡O se confiesa una extensa y profunda apostasía de la Europa del cristianismo, se reconoce la flaqueza de sus representantes, es decir, su adaptación, religiosamente condenable, al espíritu anticristiano, o se confiesa la bancarrota del cristianismo”.

Naturalmente, Scheler se inclina por la primera alternativa. Creo que tiene toda la razón. Europa, en sentido cultural general, había dejado de ser cristiana durante las últimas décadas y aún siglos. Con demasiada frecuencia, los hombres sentencian erróneamente la culpa precisamente de aquello que previamente han abandonado y que es lo único que habría podido impedir sus males y salvarlos.

El gran drama de Europa no provino de su pretensión de imponer su verdad, sino en la renuncia a la Verdad en sí. El mal que Scheler denunció en el periodo entre guerras estalló con el ascenso del nazismo (por no hablar del comunismo estalinista, cuyas raíces nihilistas y anticristianas son igualmente evidentes).

El álbum de Lili Jacob, esas sobrecogedoras imágenes de un terror aún más sombrío por no explícito, no testimonia contra el cristianismo ni contra Dios, que es absoluto amor, ni siquiera postula su incomprensible silencio, sino más bien la sordera culpable del hombre convertido en un triste y falso dios de pacotilla.

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