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Una apariencia de unión familiar

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Desconectar a veces la tele es recomendable

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La labor educativa de la familia está siendo suplantada o complementada, según los casos, cada vez más por los medios de comunicación. Las propias razones de ser del hogar parecen desvanecerse alrededor del aparato televisivo. La intimidad entre unos y otros, la dignidad y la nobleza del hogar se apagan en esas reuniones puramente formales.

La psicóloga norteamericana Marie Winn recoge los resultados de numerosos estudios de investigación realizados en los Estados Unidos que hace décadas vienen denunciando el Almudi.org - Apariencia de unión familiarmismo fenómeno: “el setenta y ocho por ciento de los entrevistados indican que no tiene lugar ninguna conversación mientras están viendo televisión”.

En dicho se estudio hace esta observación: "en la mayoría de los hogares la atmósfera de la televisión es una quieta absorción por parte de los miembros de la familia que están presentes. La naturaleza de la vida social de la familia durante un programa podría describirse como nula, y parece que el aparato, cuando está encendido, domina la vida familiar”.

Y es que así como antes, la familia se reunía en torno a una mesa y al calor del hogar, hoy en día ese calor se ha transformado en la incesante atmósfera humeante que desprende un aparato tecnológico.

Los datos son abrumadores: la media que un niño o adolescente dedica semanalmente al consumo de medios de comunicación (tv, Internet, videojuegos, revistas) supera ya ampliamente el horario escolar. Sin embargo, la atención que los padres prestamos a los efectos de este “atracón o empacho tecnológico” es mucho menor que la preocupación por el colegio o los problemas de salud relativos a la alimentación de nuestros hijos.

Juan Pablo II en un mensaje para la XXVIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, “Televisióne e famiglia: criteri per sane avitudini nei vedere” publicado en el L’Osservatore Romano decía “La televisión puede tener efectos negativos en la familia, aún cuando los programas televisuales en sí mismos no sean moralmente criticables. Ella puede llevar a los miembros de la familia a aislarse en mundos privados, apartándolos de auténticas relaciones interpersonales, también puede dividir la familia alejando a los padres de los hijos, y a los hijos de los padres (...)”.

Formar los hábitos de los niños significará a veces, simplemente apagar el televisor porque hay cosas mejores para hacer, o porque la consideración por otros miembros de la familia lo exige, o porque la visión indiscriminada o de un programa en concreto de televisión puede resultar dañina.

Con esto no quiero decir que la norma sea apagar siempre la televisión. No se trata de condenar a los medios sino de educar en su uso. Y educar en su uso significará a veces inventar otras alternativas de diversión y entretenimiento cuando se apague el televisor.

Sabemos que las recetas sirven cuando hay un plan integral de salud, no cuando se busca eliminar solo los síntomas. Es necesario un replanteamiento de la tarea de educar. Hace falta un plan de choque. Es preciso convencerse a fondo de que la educación, no la instrucción, es la tarea más importante de los padres, del colegio y de la sociedad. Nos encontramos ante una verdadera “emergencia educativa” como decía Benedicto XVI en su sencilla y magnífica carta “sobre la tarea urgente de la educación”.

Carmen de Andrés
Coordinadora de Comunicación del Grupo Educativo COAS.
Miembro de ATELEUS (Asociación de Telespectadores y Radioyentes de Euskadi).

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