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¿Todos pederastas?

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Un caso ya es mucho, pero en ocasiones es despiadada la intolerancia de los tolerantes

Las Provincias

Un sólo sacerdote pederasta es demasiado. Lo ha dicho bien claro Benedicto XVI a los católicos de Irlanda. Basten estas palabras: "la Iglesia en Irlanda debe reconocer, en primer lugar ante Dios y ante los demás, los graves pecados cometidos contra niños indefensos. Ese reconocimiento, junto con un sincero pesar por el daño causado a las víctimas y sus familias, debe Almudi.org - Pablo Cabellos Llorentedesembocar en un esfuerzo conjunto para garantizar que en el futuro los niños esté protegidos de semejantes delitos". Asunto clarísimo. ¿Ha hablado así algún dirigente deportivo, por ejemplo?

Sin restar nada a lo anterior, he recordado a un profesor de Psicología en mis años universitarios: los instintos —decía— son como los melones: los hay que salen buenos y los hay que salen malos; y por uno que salga malo, no se puede desprestigiar la mercancía. Quizá la frase no es muy adecuada para el tema, pero sirve, porque los casos de pederastia sacerdotal son muy concretos y siempre indecentes, pero han desatado una máquina de descrédito contra el sacerdocio que calificaría también de indecente.

El último capítulo lo ha escrito el New York Times con el bulo de que los cardenales Ratzinger y Bertone habrían ocultado algún caso. Ya se ha sabido la verdad de los tres: el de Múnich procedía de otra diócesis, llegó a esta ciudad para tratamiento médico y, después, el vicario general le permitió permanecer. Consta en el proceso civil el desconocimiento de Ratzinger.

Asombroso es el relativo a Murphy en Milwaukee, historia del año 1975, con denuncia inmediata a las autoridades civiles que no hallaron pruebas para proceder contra él, mientras que la Iglesia limitó sus actividades porque sí sospechaba. La diócesis de Milwaukee, sin haber mediado ninguna denuncia, acude a la Santa Sede en 1995 por temas relativos a la disciplina de la confesión —no de pederastia— señalando que ese sacerdote estaba moribundo.

Como no hay denuncias, se recomienda que limite sus actividades pastorales y que se le pidiera que admitiese públicamente sus responsabilidades. A los cuatro meses murió. Un tercero parecía implicar al hermano del Papa en un asunto sucedido en un coro cuando él no lo dirigía. Esos son los hechos. Pero New York Times echa cieno sobre el mejor baluarte contra la pederastia: el Papa.

Pero quizá lo peor de esta campaña es el intento fortísimo de avivar una doble apariencia: se juega con los datos de cincuenta años, como si todos fueran actuales, y provoca la sensación de que la gran mayoría de los abusos sobre niños está cometida por sacerdotes.

Naturalmente, el Papa se limita a gobernar la Iglesia y, en este caso concreto, a corregir los graves errores. No hace, por supuesto, ninguna referencia al asunto numérico que aquí trato, justo porque no busca defenderse sino el fondo de la cuestión, que para algunos medios de comunicación no parece ser el interés en acabar con los pedófilos, sino desgastar a la Iglesia.

Pienso que, sin rebajar un ápice la importancia de estos sucesos, sino precisamente por ello, no podemos callar ante el cariz que toma este asunto. Por ello, recojo unos datos más que suficientemente contrastados y publicados, pero de los que algunos no se hacen eco, bien por animadversión hacia la Iglesia o bien porque es más noticia que un niño muerda a un perro que su contrario.

En un trabajo publicado por Massimo Introvigne proporciona datos de EE.UU, extraídos de un estudio del John Jay College of Criminal Justice (2004): los sacerdotes acusados de pedofilia en 42 años fueron 958, es decir a razón de 18 por año; pero las condenas fueron 54, poco más de una al año sobre un total de 109.000 sacerdotes en USA.

La gran diferencia entre acusaciones y condenas pudiera ser la búsqueda de indemnizaciones. Durante este periodo hubo unas 6.000 condenas a profesores de gimnasia y entrenadores, declarados culpables del susodicho delito por los tribunales del país.

Puede aburrir la lectura de cifras, y hasta facilitar la sensación de que intento justificar a alguien. Pienso que vale la pena pasar por el aburrimiento y, desde luego, no justifico a nadie. Que juzgue —ya lo ha hecho en muchos casos— la justicia y que perdone Dios.

En Alemania, en los últimos 15 años, se notificaron (no tengo las resoluciones finales) alrededor de 210.000 casos de delitos contra menores, de los que 94 eran dentro de la Iglesia Católica: un 0,5 sobre mil. El informe Ryan de Irlanda (año 2009) ha recogido testimonios de violencia (no sólo sexual) de 1090 personas en un periodo que va de 1914 hasta 2000.

Aunque los datos no son completos, los religiosos acusados de abuso sexual fueron 23, más 3 seglares empleadas. Recientemente, Monseñor Scicluna, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, declaraba que, de 2001 a 2010, la congregación ha trabajado cerca de 3.000 casos de sacerdotes involucrados en delitos en todo el mundo, de los que un 10 por ciento trataban de pedofilia, es decir, alrededor de 300 sacerdotes sobre unos 400.000 existentes. Un caso ya es mucho, pero en ocasiones es despiadada la intolerancia de los tolerantes.

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