Almudi.org
  • Inicio
  • Libros
  • Películas
    • Estrenos de CINE
    • Estrenos de DVD - Streaming
    • Series de TV
  • Recursos
    • Oración y predicación
    • La voz del Papa
    • Infantil
    • Documentos y libros
    • Opus Dei
    • Virtudes
    • Kid's Corner
  • Liturgia
    • Misal Romano
    • Liturgia Horarum
    • Otros Misales Romanos
    • Liturgia de las Horas
    • Calendario Liturgico
    • Homilías de Santa Marta
  • Noticias
  • Almudi
    • Quiénes somos
    • Enlaces
    • Voluntariado
    • Diálogos de Teología
    • Biblioteca Almudí
  • Contacto
    • Consultas
    • Colabora
    • Suscripciones
    • Contactar
  • Buscador
  • Noticias
  • Uno y Trino

Uno y Trino

  • Imprimir
  • PDF
Escrito por Rafael María de Balbín
Publicado: 11 Mayo 2020

Desde los comienzos del cristianismo el misterio de la Santísima Trinidad ha estado presente en la fe de la Iglesia. En el nombre de Dios Uno y Trino los cristianos hemos sido bautizados

Esta fe apostólica se recoge en el Nuevo Testamento y también en la Liturgia: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros” (2 Corintios 13, 13).

Durante los primeros siglos el Magisterio de la Iglesia respondió a la necesidad de profundizar y explicitar la propia fe, a la vez que rechazaba los errores trinitarios, en los Concilios ecuménicos de Nicea y de Constantinopla. El desarrollo y formulación del dogma de la Trinidad fue una de sus primeras tareas, con ayuda de una terminología propia derivada de nociones filosóficas. Para designar la unidad del ser divino se utilizó la palabra substancia (también esencia o naturaleza); para nombrar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo se utilizó el término persona. El vocablo relación sirvió para caracterizar la distinción de una persona por su referencia a cada una de las otras (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 250-252).

El dogma de la Santísima Trinidad formula el misterio de un solo Dios en tres Personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. No son tres dioses; y “las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios” (Catecismo..., n. 253). Como afirma el Concilio IV de Letrán del año 1215: “Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina”.

A la vez las personas divinas son realmente distintas entre sí, “Dios es único pero no solitario”, afirma La fe de San Dámaso. Padre, Hijo y Espíritu Santo no son simples nombres que designen modalidades del ser divino, sino que son realmente distintos entre sí: “El Padre es quien engendra, el Hijo es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede” (Concilio IV de Letrán, del año 1.215). Se trata de una generación espiritual e intelectual, y de una procedencia por la vía del mutuo amor divino del Padre y del Hijo. “La distinción real de las personas entre sí, porque no divide la unidad divina, reside únicamente en las relaciones que las refieren unas o otras” (Catecismo..., n. 255).

Dios Uno y Trino se ha comunicado con los hombres. “Dios es eterna beatitud, vida inmortal, luz sin ocaso, Dios es amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios quiere comunicar libremente la gloria de su vida bienaventurada” (Catecismo..., n. 257). Ha querido hacernos hijos del Padre, en el Hijo, por el Espíritu Santo. Tal es la historia de la creación, de la salvación y de la santificación de los hombres, por el envío o misión del Hijo y del Espíritu Santo (cf. Ibidem). Toda ella es obra común de las tres personas divinas, pero “cada persona divina realiza la obra común según su propiedad personal” (...). “Son, sobre todo, las misiones divinas de la Encarnación del Hijo y del don del Espíritu Santo las que manifiestan las propiedades de las personas divinas” (Catecismo..., n. 258). Damos gloria al Padre siguiendo a Cristo y movidos por el Espíritu Santo.

El fin último del plan divino será la perfecta unión en la gloria con la Bienaventurada Trinidad, unión que comienza ya en la tierra para quien vive con su alma en gracia: “Si alguno me ama −son palabras de Cristo− guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él” (Juan 14, 23).

Rafael María de Balbín

  • Anterior
  • Siguiente

Colabora con Almudi

Quiero ayudar
ARTÍCULOS
  • La inculturación de la fe, desafío para una educación cristiana de calidad
    José María Barrio Maestre
  • Catolicismo y conquista del nuevo mundo. Función, apogeo y decadencia
    Felipe Pérez Valencia
  • El problema de la debilidad del espíritu
    Rafael Alvira
  • La ignorancia responsable en Aristóteles
    Mario Spangenberg Bolívar
  • EL VALOR DE LA AMISTAD EN LA VIDA DEL HOMBRE La libertad de ser uno mismo con el otro
    Melisa Brioso, Blanca Llamas, Teresa Ozcáriz, Arantxa Pérez-Miranda Alejandra Serrano
  • La guerra de Rusia contra Ucrania: ¿cómo hemos llegado hasta aquí?
    Javier Morales Hernández
  • El deseo en la cultura de la seducción
    Manuel Cruz Ortiz de Landázuri
  • Tolkien, maestro de la esperanza
    Benigno Blanco Rodríguez
  • La educación democrática en el contexto de la deliberación y el agonismo político
    Sergio Luis Caro Arroyo
  • La Virgen María y el culto mariano en el arte y la literatura de la España de la edad de plata
    Javier García-Luengo Manchado
  • La Asunción de María
    José Ignacio Munilla
  • La familia de Dios padre: la fraternidad de los hijos de Dios
    Jean-Louis Brugues
  • La educación emocional, el auto-concepto, la autoestima y su importancia en la infancia
    Ana Roa García
  • El problema de la prohibición en la ética
    Roberto Gutiérrez Laboy
  • Legalidad y legitimidad
    Luis Legaz Lacambra
MÁS ARTÍCULOS

Copyright © Almudí 2014
Asociación Almudí, Pza. Mariano Benlliure 5, entresuelo, 46002, Valencia. España

  • Aviso legal
  • Política de privacidad