Almudi.org
  • Inicio
  • Libros
  • Películas
    • Estrenos de CINE
    • Estrenos de DVD - Streaming
    • Series de TV
  • Recursos
    • Oración y predicación
    • La voz del Papa
    • Infantil
    • Documentos y libros
    • Opus Dei
    • Virtudes
    • Kid's Corner
  • Liturgia
    • Misal Romano
    • Liturgia Horarum
    • Otros Misales Romanos
    • Liturgia de las Horas
    • Calendario Liturgico
    • Homilías de Santa Marta
  • Noticias
  • Almudi
    • Quiénes somos
    • Enlaces
    • Voluntariado
    • Diálogos de Teología
    • Biblioteca Almudí
  • Contacto
    • Consultas
    • Colabora
    • Suscripciones
    • Contactar
  • Buscador
  • Noticias
  • De la nada

De la nada

  • Imprimir
  • PDF
Escrito por Rafael María de Balbín
Publicado: 18 Mayo 2020

Necesariamente nos preguntamos, con asombro, por el origen del universo. Lo más sorprendente de las cosas no es que sean tales o cuales, que posean unas u otras características, sino simplemente que “sean”, que existan

No hay un destino ciego al que los hombres estemos necesariamente sujetos: cada uno es consciente de la dirección que libremente imprime él mismo a su propia vida. Tampoco estamos sometidos a una lotería, a un juego de azar, que en el fondo sería lo mismo que un destino ciego. Advertimos no sólo el influjo de nuestra propia inteligencia y libertad, sino la sabiduría y el amor de Dios que ejercen su influjo sobre la totalidad de los seres, como Él mismo nos ha revelado: “Porque tú has creado todas las cosas: por tu voluntad lo que no existía fue creado” (Apocalipsis 4, 11); “¡Cuán numerosas son tus obras, Señor! Todas las has hecho con sabiduría” (Salmo 104, 4).

Necesariamente nos preguntamos, con asombro, por el origen del universo. Lo más sorprendente de las cosas no es que sean tales o cuales, que posean unas u otras características, sino simplemente que sean, que existan. La fe cristiana nos enseña que el mundo ha sido creado de la nada. ¿Y qué es la nada? Es tan poca cosa que no existe: la nada no es nada. Cuando decimos que Dios crea de la nada, es un modo de expresar la completa novedad de los seres creados. “Creemos que Dios no necesita nada preexistente ni ninguna ayuda para crear (...). La creación tampoco es una emanación necesaria de la substancia divina (...). Dios crea libremente «de la nada»” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 296).

Nosotros los hombres no somos capaces de crear, en sentido propio, ni tampoco los ángeles. Necesitamos una materia de la que partir, de unos instrumentos para operar. Podemos transformar la naturaleza, pero no darle la originalidad de su ser. La madre de los Macabeos alentaba la esperanza de sus hijos, en el martirio, con estas palabras: “Yo no sé cómo aparecisteis en mis entrañas, ni fui yo quien os regaló el espíritu y la vida, ni tampoco organicé yo los elementos de cada uno. Pues así el Creador del mundo, el que modeló al hombre en su nacimiento y proyectó el origen de todas las cosas, os devolverá el espíritu y la vida con misericordia, porque ahora no miráis por vosotros mismos a causa de sus leyes (...). Te ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra y, al ver todo lo que hay en ellos, sepas que a partir de la nada lo hizo Dios y que también el género humano ha llegado así a la existencia” (2 Macabeos 7, 22-23. 28).

Dios crea de la nada: puede dar a los pecadores un corazón puro, la luz de la fe a los que la ignoran, la vida del cuerpo a los difuntos mediante la Resurrección (cf. Catecismo..., n. 298). Dios ha ordenado su creación con sabiduría, y la ha orientado hacia el hombre, imagen suya. El mundo creado participa de la bondad divina. En el Génesis se dice: “Y vio Dios que era bueno... muy bueno” (Génesis 1, 4. 10. 12. 18. 21. 31). También las realidades materiales son buenas, aunque sean inferiores a las espirituales. El Creador trasciende todas sus obras: “Su majestad es más alta que los cielos” (Salmo 8, 2); y a la vez está íntimamente presente en ellas: “En Él vivimos, nos movemos y existimos” (Hechos de los Apóstoles 17, 28).

El mundo creado no está nunca dejado de la mano de Dios, aunque a veces pareciera que tratamos de zafarnos de ella. Él nos presta el ser y el obrar, todo lo que valemos y podemos. Su amor paterno nos cuida: “Amas a todos los seres y nada de lo que hiciste aborreces, pues, si algo odiases, no lo hubieras creado. Y ¿cómo podría subsistir cosa que no hubieses querido? ¿Cómo se conservaría si no lo hubieses llamado? Mas tú todo lo perdonas porque todo es tuyo, Señor que amas la vida” (Sabiduría 11, 24-26).

Rafael María de Balbín

  • Anterior
  • Siguiente

Colabora con Almudi

Quiero ayudar
ARTÍCULOS
  • Revolución de la ternura: un nuevo paradigma eclesial en el pontificado de Francisco
    Amparo Alvarado Palacios
  • La confesión sacramental, un camino de libertad y de amor a Dios
    Redaccion opusdei.org
  • El hombre como relación a Dios según Kierkegaard
    Juan F. Sellés
  • El juicio final en la teología de santo Tomás de Aquino
    Leo Elders
  • La «cooperación orgánica» del sacerdocio común y del sacerdocio ministerial en las Prelaturas personales
    José R. Villar
  • Eucaristía y sacerdocio
    Fernando Ocáriz
  • La Pedagogía del Amor y la Ternura: Una Práctica Humana del Docente de Educación Primaria
    César Enrique López Arrillaga
  • Mons. Álvaro del Portillo y el Concilio Vaticano
    Card. Julián Herranz
  • Una nueva primavera para la Iglesia
    Benedictus.XVI
  • El mensaje y legado social de san Josemaría a 50 años de su paso por América
    Mariano Fazio
  • El pecado: Negación consciente, libre y responsable al o(O)tro una interpretación desde la filosofía de Byung-Chul Han
    Juan Pablo Espinosa Arce
  • El culto a la Virgen, santa María
    Gaspar Calvo Moralejo
  • Ecumenismo y paz
    José Carlos Martín de la Hoz
  • Verdad y libertad I
    Eudaldo Forment
  • La razón, bajo sospecha. Panorámica de las corrientes ideológicas dominantes
    Benigno Blanco
MÁS ARTÍCULOS

Copyright © Almudí 2014
Asociación Almudí, Pza. Mariano Benlliure 5, entresuelo, 46002, Valencia. España

  • Aviso legal
  • Política de privacidad