Almudi.org
  • Inicio
  • Libros
  • Películas
    • Estrenos de CINE
    • Estrenos de DVD - Streaming
    • Series de TV
  • Recursos
    • Oración y predicación
    • La voz del Papa
    • Infantil
    • Documentos y libros
    • Opus Dei
    • Virtudes
    • Kid's Corner
  • Liturgia
    • Misal Romano
    • Liturgia Horarum
    • Otros Misales Romanos
    • Liturgia de las Horas
    • Calendario Liturgico
    • Homilías de Santa Marta
  • Noticias
  • Almudi
    • Quiénes somos
    • Enlaces
    • Voluntariado
    • Diálogos de Teología
    • Biblioteca Almudí
  • Contacto
    • Consultas
    • Colabora
    • Suscripciones
    • Contactar
  • Buscador
  • Noticias
  • Pureza de corazón

Pureza de corazón

  • Imprimir
  • PDF
Escrito por Rafael María de Balbín
Publicado: 26 Febrero 2021

Hay pureza de corazón cuando el hombre pone las fuerzas de su inteligencia y su voluntad de acuerdo con el querer de Dios

La sexta bienaventuranza proclama: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5, 8). Hay pureza de corazón cuando el hombre pone las fuerzas de su inteligencia y su voluntad de acuerdo con el querer de Dios. San Juan distingue tres clases de concupiscencia: la de la carne, la de los ojos y la soberbia de la vida (1 Carta de San Juan 2, 16).

El noveno mandamiento de la ley de Dios prohíbe la concupiscencia de la carne. “En sentido etimológico la «concupiscencia» puede designar toda forma vehemente de deseo humano: La teología cristiana le ha dado el sentido particular de movimiento del apetito sensible que contraría la obra de la razón humana. El Apóstol San Pablo la identifica con la lucha que la «carne» sostiene contra el «espíritu»” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2515). La concupiscencia es consecuencia del pecado original e inclina al hombre a cometer pecados, aunque ella misma no sea pecado.

La limpieza del corazón indica la rectitud del talante moral de una persona, “de dentro del corazón salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones” (Mateo 15, 99). La lucha contra la concupiscencia lleva a la purificación del corazón. “A los «limpios de corazón» se les promete que verán a Dios cara a cara y que serán semejantes a Él” (Catecismo..., n. 2519).

Aunque por la gracia del Bautismo los cristianos han sido liberados del pecado original, permanece en ellos todavía la concupiscencia, y han de esforzarse por vivir la castidad, con un corazón recto, disciplinando los sentidos y la imaginación, rechazando toda voluntaria complacencia en pensamientos, recuerdos o deseos impuros: “Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón” (Mateo 5, 28).

Una mal entendida naturalidad o espontaneidad puede llevar al desprecio del pudor y la modestia. “La pureza exige el pudor. Este es parte integrante de la templanza. El pudor preserva la intimidad de la persona. Designa el rechazo a mostrar lo que debe permanecer velado. Está ordenado a la castidad, cuya delicadeza proclama. Ordena las miradas y los gestos en conformidad con la dignidad de las personas y con la relación que exista entre ellas. El pudor protege el misterio de las personas y de su amor. Invita a la paciencia y a la moderación en la relación amorosa; exige que se cumplan las condiciones del don y del compromiso definitivo del hombre y la mujer entre sí” (Catecismo..., nn. 2521-2522).

Un clima generalizado de sensualidad es atentatorio contra la dignidad de las personas. “Las formas que reviste el pudor varían de una cultura a otra. Sin embargo, en todas partes constituye la intuición de una dignidad espiritual propia al hombre. Nace con el despertar de la conciencia personal. Educar en el pudor a niños y adolescentes es despertar en ellos el respeto de la persona humana. La pureza cristiana exige una purificación del clima social. Obliga a los medios de comunicación social a una información cuidadosa del respeto y de la discreción. La pureza de corazón liberta del erotismo difuso y aparta de los espectáculos que favorecen el exhibicionismo y los sueños indecorosos” (Catecismo..., nn. 2524-2525).

Cada persona humana debe ser respetada y valorada por sí misma. Una persona no debe ser nunca un mero instrumento al servicio de otra. No hay que cosificar a las personas, al convertirlas en mero instrumento de utilidad o de placer.

Una concepción permisiva de la moral no valora suficientemente la libertad humana, ya que ésta necesita ser orientada por la ley moral al servicio de las personas.

Rafael María de Balbín

  • Anterior
  • Siguiente

Colabora con Almudi

Quiero ayudar
ARTÍCULOS
  • La ignorancia responsable en Aristóteles
    Mario Spangenberg Bolívar
  • EL VALOR DE LA AMISTAD EN LA VIDA DEL HOMBRE La libertad de ser uno mismo con el otro
    Melisa Brioso, Blanca Llamas, Teresa Ozcáriz, Arantxa Pérez-Miranda Alejandra Serrano
  • La guerra de Rusia contra Ucrania: ¿cómo hemos llegado hasta aquí?
    Javier Morales Hernández
  • El deseo en la cultura de la seducción
    Manuel Cruz Ortiz de Landázuri
  • Tolkien, maestro de la esperanza
    Benigno Blanco Rodríguez
  • La educación democrática en el contexto de la deliberación y el agonismo político
    Sergio Luis Caro Arroyo
  • La Virgen María y el culto mariano en el arte y la literatura de la España de la edad de plata
    Javier García-Luengo Manchado
  • La Asunción de María
    José Ignacio Munilla
  • La familia de Dios padre: la fraternidad de los hijos de Dios
    Jean-Louis Brugues
  • La educación emocional, el auto-concepto, la autoestima y su importancia en la infancia
    Ana Roa García
  • El problema de la prohibición en la ética
    Roberto Gutiérrez Laboy
  • Legalidad y legitimidad
    Luis Legaz Lacambra
  • Eficacia de la Sagrada Escritura en la configuración de la vida cristiana
    Bernardo Estrada
  • Aprender a amar: amor y libertad
    Teresa Cid
  • Cristo hombre perfecto. Naturaleza y gracia en la Persona Divina de Cristo
    Ignacio Andereggen
MÁS ARTÍCULOS

Copyright © Almudí 2014
Asociación Almudí, Pza. Mariano Benlliure 5, entresuelo, 46002, Valencia. España

  • Aviso legal
  • Política de privacidad